‘La Sociedad de la Nieve’, del director español Juan Antonio (J.A.) Bayona, ha generado un fuerte impacto emocional desde su estreno a nivel internacional. La película, que cuenta la historia de la tragedia del vuelo 571 de la Fuerza Aérea Uruguaya en la Cordillera de los Andes, logra empatizar con los espectadores al punto de hacerlos sentir parte de las duras vivencias de sus supervivientes.
De los 45 pasajeros, que en un primer momento quedaron con vida después del accidente, 16 de estos lograron volver a casa después de luchar por preservar su vida y la de los demás, en uno de los entornos más hostiles del planeta. Fueron 73 días en la montaña con temperaturas de 30 y 40 grados bajo cero, sin ropa adecuada, sin comida, aislados y conviviendo con los cuerpos de sus amigos fallecidos.
“El error se pagaba con la muerte”, afirma Gustavo Zerbino, uno de los 16 jóvenes jugadores de rugby, que hoy, con 70 años, atiende en una entrevista a NoticiasTrabajo. Zerbino, quien ejerció de médico con solo tres meses de estudios en medicina, es quien se encargó de guardar los recuerdos de sus compañeros fallecidos para entregarlos, más tarde, a cada una de las familias. Una tarea que le llevó casi un mes. “Pero valió la pena, porque gracias a ésto, esas familias pudieron hacer su duelo. Nosotros somos la voz de los que murieron”.
La Sociedad de la Nieve: “cuando vimos la película nos faltó el aire”
Desde su casa en Uruguay, Gustavo Zerbino, hoy empresario, conferenciante y motivador, responde a NoticiasTrabajo sobre cómo las experiencias vividas en los Andes pueden ser replicadas no solo en el ámbito personal, sino también laboral y empresarial. La Sociedad de la Nieve, recientemente nominada a dos Premios Oscar, "es motivacional, es energía pura, emoción pura y por eso es tan fuerte”, explica Gustavo Zerbino. “Acá Bayona te mete dentro del avión y te hace sentir y entender lo que vivimos. El director logra hacernos sentir todo aquello que nos asustaba”.
NT: ¿Por qué el título “La Sociedad de la Nieve”?
GZ: Nosotros pusimos el nombre. Cuando volvimos de la montaña hablábamos de lo que había ocurrido, lo llamábamos ‘la sociedad de la montaña’. Hay que tener en cuenta que estábamos solos, el mundo nos había abandonado, y ahí tuvimos que construir una sociedad solidaria, en donde los bienes pertenecían a la comunidad y la primera norma era que estaba prohibido quejarse. El único objetivo era vivir, no solo yo, sino todos y prueba de esto es que en los 73 días que pasamos, ninguna persona murió de frío, sino que fallecieron por otros motivos. Esto fue posible porque teníamos un único deseo: vivir todos y teníamos todos nuestros sentidos al servicio de que eso pasara.
“La Sociedad de la Nieve muestra a la gente cómo a pesar de estar en el lugar más profundo del infierno, éramos plenamente felices por el simple hecho de estar vivos”.
NT: De toda esta experiencia en los Andes ¿qué herramientas le han servido para su vida personal y profesional al volver?
GZ: Yo creo que lo primero que aprendimos en la cordillera es que las cosas posibles demoran un rato y las imposibles, sólo un rato más. La transformación interior parte de un proceso en el que primero hay que querer, después hay que creer que se puede, y más tarde hay que hacer lo que se requiere para lograrlo, sin excusas. Por eso nosotros construimos un ambiente libre de quejas, no fue porque se nos ocurrió, fue simplemente porque en ese infierno helado donde vivíamos, la adversidad desarrolla la creatividad. Y la creatividad es lo que te permite preguntarte cómo, y es en ese momento, cuando automáticamente todo tu sistema nervioso hace que seas parte de la solución y no del problema.
Cuando te quejas, y no aceptas la realidad, sufres, sientes dolor, ira, impotencia y todo eso hace que consumas una infinidad de energía, y es ahí cuando te conviertes en parte del problema. Pero cuando el problema se acepta y lo atraviesas, te aparecen infinitas posibilidades y comienzas a buscar la solución. Hay que conectar con tu sincero deseo y para eso hay que aceptar con humildad que solo no puedes y pedir ayuda.
NT: ¿Cómo se logra que esa conexión pase a ser una conexión colectiva, en equipo?
GZ: El proceso individual y colectivo es el mismo. Primero la aceptación, la humildad de aceptar el mundo como es. Y ahí surge la diferencia entre el ideal y la realidad y para achicar esa diferencia, hay que tomar acciones. Las acciones son lo único que provoca resultados en la vida. Cada persona debe asumir el 100% de su responsabilidad en el trabajo en equipo, hacer lo que le toca hacer. En la cordillera, el grupo tenía la misma visión, y misión, con los mismos valores. Si hubiera sido un avión de línea comercial, hubiera sido imposible lograrlo porque cada pasajero tendría una cultura distinta. No nos proyectábamos más allá de las 24 horas, porque más de ese tiempo, aparece el miedo, y vivíamos el presente.
“Preparados para lo peor, esperando lo mejor, esa es mi filosofía. Para vivir, necesitabas que el otro viva”.
NT: ¿Cuán importante es saber lo que uno tiene que hacer dentro de un equipo y qué tipo de liderazgo cree que es mejor para llegar a los objetivos?
GZ: Hay muchos tipos de liderazgo, y en la cordillera el liderazgo era rotativo. No hubo un líder permanente. Líder era el que hacía agua, el que te masajeaba los pies, el que te curaba, el que manejaba la radio, el que salía a caminar. Cada función tiene que ser hecha con su máximo potencial, y compromiso. Un líder tiene que saber que primero hay que pedir ayuda, aprender y cuando uno se equivoca hay que reconocerlo y pedir perdón con humildad, siendo agradecidos. No es por ser bueno, es por ser inteligente, porque esa persona confiará en su líder y hará un mejor trabajo.
“Si estás en una empresa en donde agradeces a tu equipo, las personas van a responder agradecidas y comprometidas, por tener confianza en él”.
NT: ¿El resto de personas de un equipo tiene que dejarse liderar?
GZ: En un equipo voluntario, las personas eligen ser parte, nosotros no elegimos voluntariamente estar en esa situación. Si no querías hacer algo, lo único que tenías que hacer era no molestar, y no quejarte porque eso traía pensamientos negativos. En la mente existen dos momentos: el pasado donde me siento culpable y tengo cosas que perdí y hoy añoro y el futuro, que no conozco y me produce miedo y angustia, la sensación de que no voy a poder.
Lo que hay que hacer es educar a la mente por medio de la concentración, en el presente, con la tarea que yo le pido o quiero. Si estoy haciendo una tarea y estoy pensando en si pagué la cuenta de luz, ya no estoy presente. La energía se disipa y pierdo la eficiencia. Puedo estar presente planificando el futuro. Actualmente, nos conectamos con el lejos pero perdemos la conexión con el adentro.
“La conexión presencial es fundamental para generar la transformación”
NT: ¿Cree que las cosas simples no se valoran tanto como usted dice porque no se vivieron situaciones tan extremas?
GZ: A mí no me cambió la cordillera, yo digo que el que fue tomate, volvió tomate. Lo que sí hizo fue acelerar mi proceso de aprendizaje interior. Primero en darme cuenta de mi potencial ilimitado si no me quejo y creo que es posible, y después, con el trabajo más grande que es el hacer. La suerte no existe, es una gran mentira del mediocre.
El pedir ayuda a Dios, no sirve si no se hace nada, Dios ayuda a quien ayuda. Un líder tiene que tener la capacidad de motivar para llevar a la acción y para eso hay que conectarse con el corazón y saber qué es lo que se quiere hacer. Las proyecciones mentales negativas quitan la alegría de vivir.
“El verdadero liderazgo tiene que estar basado en el amor y en la vocación de servicio. Nuestra historia es una historia de fracaso y errores, que fueron la base de nuestro conocimiento".
NT: ¿Cuál sería su mensaje para las personas que se encuentran en búsqueda de empleo y desmotivadas?
GZ: Que así como se desmotivan, te tienen que motivar. Tienen que creer que hay un mundo infinito de posibilidades esperándolos. Nadie va a conseguir trabajo sentándose delante del entrevistador que me va a dar trabajo, quejándose, porque nadie va a contratar a un llorón. Las personas que buscan trabajo tienen que empoderarse antes de entrar a buscar trabajo y hacerlo con confianza, porque estoy preparado y si no lo estoy, que sepan que estoy dispuesto a aprender.
Si cuando miro a los ojos al reclutador, le hago sentir que puede contar conmigo, él te va a contratar porque se da cuenta de que estás siendo honesto. Hay que conectarse con su máximo potencial, y prepararse para ofrecer lo mejor. Mostrar que soy auténtico. No hay que tener miedo, el miedo hay que traspasarlo y cuando se logra, todo lo que pase se va a poder hacer.
NT: En la película usted se encargaba de guardar los recuerdos de los fallecidos ¿qué ha pasado con esa maleta?
GZ: Esa tarea me la autoimpuse. En la primera expedición que hicimos y después de pasar la noche en lo alto de la montaña, al bajar, encontré un asiento del avión y había una persona muerta, con una medalla. Entonces, decidí juntar las pertenencias de mis amigos muertos y llené una bolsa de deporte, mucho más grande que la maleta que se ve en la película.
Cuando llegó el helicóptero de rescate no me dejaban subir con ese bolso, porque no soportaban mucho peso. No se vio en la película, pero en realidad nos rescataron en dos viajes. Como me negué a subir si no lo podía llevar y me senté encima, accedieron porque vieron que iba en serio. Para poder llevarlo tuvo que bajar una persona del helicóptero. Y cuando levantamos vuelo, sentí tristeza por abandonar ese lugar, la Sociedad de la Nieve y comencé a conectarme, por primera vez, con el mundo que me había abandonado, a pensar en mi familia.
Cuando llegué a Uruguay estuve durante 29 días llevando los recuerdos a las familias de los fallecidos, y contándoles anécdotas, cómo eran, cómo murieron. Mi madre me decía que yo salía de cada casa sin energía, era durísimo pero dormía y al otro día volvía. Las personas que murieron tienen nombre y son los verdaderos protagonistas.
NT: ¿Qué queda por hacer en su vida?
GZ: ¿Yo? Disfrutar la vida. Soy una persona feliz que agradece todos los días.
NT: Gustavo Zervino, superviviente de La sociedad de la Nieve, muchas gracias por atender a NoticiasTrabajo.
GZ: Muchas gracias.
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