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Fui padre adolescente y tenía que vivir de cupones de alimentos: ahora que soy multimillonario, me resulta muy difícil enseñar a mis hijos a valorar el dinero

John Wetmore tuvo que trabajar en restaurantes y almacenes durante su adolescencia, pero no le daba para dar de comer a sus hijos.


John Wetmore con toda su familia
John Wetmore con toda su familia |John Wetmore - Business Insider
Antonio Montoya
Fecha de actualización:

Ser padre adolescente no es nada fácil y menos en los tiempos que corren. Esto le pasó a un hombre de Estados Unidos, que fue padre antes de terminar la secundaria. Tuvo que trabajar en cadenas de restaurantes y almacenes durante su adolescencia y todavía no tenían suficiente para pagar todos sus gastos, por lo que dependían de las ayudas sociales que les daban. Finalmente fundó una agencia de seguros y se hizo multimillonario. Ahora sus hijos tienen una vida muy diferente y es difícil hacerles comprender el valor de las cosas.

“Tenía 16 años y estaba embarazada antes de que existiera la serie”. Es el resumen de cómo empezó la vida de John Wetmore, que aunque recalca que no era él quien estaba embarazado, su vida se resumía en eso, sobre todo al comienzo. Y esto no era referido a su propia vida únicamente, sino que ya le venía de atrás, de la época de sus padres. Su novia del instituto y él compartían una infancia marcada por el mismo patrón: ambos nacieron de madres adolescentes. Aquel ciclo parecía repetirse cuando su propio bebé nació en el último curso de secundaria.

Durante ese tiempo trabajaba en Little Caesars y, pese a las dificultades, logró graduarse. Vivía en una vivienda pública y no cuestionaba su entorno. “Me habían criado para comprar con cupones de alimentos y nunca me di cuenta de que eso no era lo habitual”, recuerda. Sin lujos ni expectativas, lo importante era salir adelante.

La historia de amor adolescente se transformó en un compromiso a largo plazo. Se casaron y, para cuando él cumplió los 30, ya tenían cuatro hijos. Durante el día trabajaba en almacenes y por la noche acudía a la universidad. “No quería estar rebotando cheques y viviendo al día, pero no sabía cómo salir de ahí”, confiesa.

Empezó a ganar dinero pero se tuvo que declarar insolvente

Con un título universitario en la mano, creyó que el trabajo como contador le daría la estabilidad que siempre había buscado. Pero no fue así. Entonces apareció su tío, quien le habló del mundo de las hipotecas. En 2006 dio el salto. “Me sorprendió muchísimo poder ganar 2.000 dólares vendiendo hipotecas. Mi salario anual era de solo 28.000 dólares, así que dejé mi trabajo para dedicarme a las ventas”, relata.

En poco tiempo tenía coche, casa y la sensación de haberlo logrado. “Me sentía rico”, resume. Pero el estallido de la burbuja en 2008 lo cambió todo. Perdió el coche, enfrentó dos ejecuciones hipotecarias y terminó declarándose en quiebra. “Fue entonces cuando aprendí una lección importante: si tienes un préstamo, no eres dueño de nada. Hoy en día, pago todo en efectivo”.

De malvivir a millonario: así ha cambiado su familia

Volvió temporalmente al trabajo de contador, pero fue en los seguros donde encontró su verdadero despegue económico. En 2015 alcanzó los 100.000 dólares anuales. No se conformó. “Mis colegas ganaban 500.000 dólares al año o más, y me propuse alcanzar esa meta”. Solo dos años después, ya ingresaba 1 millón de dólares al año, y desde 2019 tiene un millón en el banco. “Ahora, mi patrimonio neto es de ocho cifras”, explica casi sin creérselo.

Este ascenso financiero ha afectado de manera diferente a sus hijos. “Mis dos mayores tienen 30 y 25 años, y solo recuerdan a su padre, que estaba en la ruina”, relata. Los de en medio, de 17 y 18 años, vivieron un antes y un después. Pero el menor, de 13, “solo ha conocido la opulencia”.

“Quiero que todos mis hijos se ganen lo que tienen”

Aunque hoy podría permitirse caprichos, su filosofía no ha cambiado tanto. “Quiero que todos mis hijos se ganen lo que tienen”, asegura. Su hija mayor fue a la universidad con beca completa porque entonces no podía pagarle los estudios. A día de hoy, cubre los gastos básicos: coche, casa y matrícula. Pero no va más allá.

“Mis dos hijos adolescentes conducen Chevy Trailblazers, que son coches fiables”, explica. Él, en cambio, se da ciertos lujos: una camioneta GMC personalizada, un Cadillac, un Mercedes y un Bentley. “No les compraré coches de lujo a mis hijos porque no se los han ganado”.

El reto mayor lo tiene con el más pequeño. “Hace poco, me pidió que lo llevara a la Serie Mundial. Me calculó el precio del viaje y me dijo que costaba ‘solo 22.000 dólares’. Le dije que lo quería, pero que ni de broma iba a gastar 22.000 dólares en un partido de béisbol”. En otra ocasión, el niño le pidió un carrito de golf “para revisar el correo”. “Es cierto que tenemos una entrada larga, pero ni de broma le compro un carrito de golf”, insiste.

Aunque le gusta que su hijo menor viva sin preocupaciones, reconoce el desafío: “Me encanta que viva sin preocuparse por el dinero, pero odio que no entienda su valor”.

Su objetivo está claro: que cada uno aprenda lo que significa ganarse las cosas. “He redactado mi testamento para que, si muero mañana, cada uno reciba algo de dinero a lo largo de su vida, pero aun así tendrán que trabajar. Quiero que hagan los trabajos duros que yo hice y que tal vez incluso experimenten la ruina. Se siente muy bien ganar algo. No creo que se sienta tan bien si alguien te lo diera sin más”.