
Lo que era un simple préstamo de 9.000 euros para saldar la deuda de un tarjeta bancaria se ha convertido en una pesadilla para Amelia Leao y su marido, dos jubilados que viven en Carnaxide (Portugal). Lo que les ha pasado a ellos, podría suceder en cualquier casa. En los años 90 tuvieron que pedir un crédito por una gran deuda que el marido tenía en su tarjeta y 35 años más tarde recibieron una carta en la que le pedían 30.000 euros por la subida brutal de los intereses.
Lo que les dijo el banco fue claro desde el principio como explicó Amelia en la CNN, “nos dijeron que pagásemos 264 euros en 12 cuotas y después, cerramos un acuerdo para abonar los cerca de 8.000 euros que quedaban”. Pero el problema llegó al final, cuando los intereses se dispararon hasta el 27%. Sin darse cuenta, la deuda que tenían se multiplicó por tres y la situación empezó a ser insostenible porque su pensión de jubilación apenas llegaba a los 1.000 euros mensuales.
En 2010, cuando recibieron una carta del banco, Amelia y su marido fueron a pedir ayuda y a explicar su situación pero les presentaron un documento nuevo en el que les pedían más cuotas y muchos más intereses. “No tenemos dinero ni para sobrevivir”, cuenta la jubilada al borde de las lágrimas. Pero es que tampoco tienen opción de protestar. “No hemos podido impugnar el caso porque no tenemos asistencia jurídica gratuita ni dinero para pagarle a un abogado”.
Embargaron su pensión de jubilación de 1.000 euros al mes
Uno de los principales problemas que encontró la pareja fue cuando el banco decidió embargar la pensión de jubilación que estaban cobrando, que apenas superaba los 1.000 euros al mes. A esto hay que sumar que el marido de Amelia enfermó y tenían muchos gastos médicos. “Fue muy doloroso, no teníamos dinero”.
Años más tarde, el hombre falleció. Amelia pidió ayuda económica a unos amigos para conseguir pagar la deuda que “fue inflada por el banco de una manera depredadora, imagínese cómo viví yo y cómo pasó mi marido sus últimos momentos, estábamos sin ayuda y el fin de la deuda no se veía nunca”.
Ahora puede estar más tranquila gracias a la ayuda que le han brindado sus conocidos, pero sabe que su caso no es el único.