
Dos adolescentes que estaban trabajando excavando en una mina descubrieron de repente un diamante enorme con un valor casi incalculable. Esto es lo que les ocurrió a Komba Johnbull y Andrew Saffea, dos chicos de 16 años de una aldea remota de Sierra Leona llamada Koyadu. Su trabajo, que además de ser muy duro apenas les daba para comer, les ha hecho encontrar un tesoro por valor de 6,53 millones de dólares (5,66 millones de euros).
Esta piedra brillante, de casi 709 quilates, es considerado ya el decimotercer diamante más grande jamás encontrado en el mundo. El descubrimiento es tal por tanto que rápidamente conmocionó a todo el mundo. Pero aunque se hicieron famosos rápidamente por encontrarlo, la realidad de lo que siguió fue mucho más compleja y agridulce.
Los jóvenes trabajan en la mina para sobrevivir
Estos jóvenes, que solo tienen 16 años, trabajaban como los llamados "excavadores" en una mina de Sierra Leona. Un trabajo muy duro que apenas les da para comer, ya que trabajan sin sueldo, solo les dan comida y provisiones para sus familias, después de estar cada día durante horas interminables bajo el sol abrasador de su aldea.
Las probabilidades de encontrar algo significativo eran casi nulas, pero un día cualquiera de 2017 lo cambió todo. Los chicos desenterraron un diamante de casi 709 quilates. La noticia llegó rápidamente a todas partes, atrayendo la atención de comerciantes de diamantes, funcionarios gubernamentales y medios de comunicación internacionales.
El “Diamante de la Paz” que podría cambiar sus vidas
Todo el mundo hablaba del llamado "Diamante de la Paz " y de lo que podría significar para uno de los países más pobres de África. Existía la esperanza de que el diamante trajera prosperidad no solo a quienes lo encontraran, sino a toda la región.
El pastor Emmanuel Momoh, propietario de la mina donde apareció el diamante, tomó una decisión que nadie esperaba: en lugar de vender la piedra preciosa en el mercado negro, decidió entregarla al gobierno. Su gesto fue aplaudido como un ejemplo de integridad poco habitual en el sector minero. El gobierno subastó la joya en Nueva York y, finalmente, el multimillonario británico Laurence Graff, joyero de renombre, se hizo con ella por 6,53 millones de dólares (aproximadamente 44,7 millones de coronas).
Todos esperaban recibir algo después de que el diamante hiciera al gobierno de su país algo más rica y del gran hallazgo. Las autoridades anunciaron que la recaudación se destinaría al desarrollo local: nuevas escuelas, infraestructuras renovadas y oportunidades para los vecinos. Entre los beneficiarios estaban Komba y Andrew, dos adolescentes que aguardaban su parte del tesoro. Finalmente, cada uno recibió unos 72.000 dólares (en lugar de 67.000 euros o 500.000 coronas). Una suma considerable si se tiene en cuenta que en Sierra Leona la mayoría sobrevive con apenas 5 dólares al día.
Grandes sueños y las dificultades de gestionar un golpe de suerte
Con su parte, Komba Johnbull compró una vivienda modesta en Freetown y hoy dirige un pequeño negocio de carpintería de aluminio, fabricando ventanas y puertas. Aunque agradecido, reconoce que podría haber administrado mejor el dinero. Andrew Saffea, por su parte, soñaba con estudiar en Canadá. Sin embargo, sus planes se truncaron y ahora trabaja en un establo en el extranjero, lejos de su hogar y de las ilusiones que alimentó en su juventud.
El propio pastor Momoh también vio su vida transformada. Con su parte de la venta, construyó una escuela y realizó generosas donaciones para la comunidad local. En Koyadu, la apertura de un nuevo centro escolar supuso un logro histórico en un lugar donde pocos niños alcanzaban la secundaria. No obstante, otras promesas, como la mejora de carreteras y servicios médicos, siguen sin cumplirse. Entre los vecinos persiste la incógnita: ¿dónde ha terminado el resto del dinero obtenido por el diamante?
La historia del Diamante de la Paz es un sirvió para recordar que incluso los hallazgos más impresionantes o valiosos no garantizan un gran cambio de vida, sino que hay que seguir luchando. Los grandes sueños, a menudo, tropiezan con las complejidades de la vida real. Para Komba y Andrew, aquella piedra brillante trajo consigo tanto esperanza como desilusión, al ver que no llegaron muchas de las promesas que les hicieron.