
Un investigador medioambiental que trabajaba en uno de los principales centros especializados en Alemania, se quedó sin trabajo ya que fue despedido por sus ideas ecologistas que le impedían viajar en avión. Con 53 años, Gianluca Grimalda prefirió usar el coche, tren o autobús para recorrer más de 28.000 kilómetros. Este viaje de trabajo, que hizo en 72 días, supuso que llegase tarde y la empresa le presentó su despido disciplinario, sin indemnización. Por su empleo, tuvo que ir a Papúa, en Nueva Guinea, y a la hora de volver, no quiso subir al avión porque contaminaba.
Prefirió viajar por tierra y mar, y evitar subir a un avión que, según sus ideas, era peor para el medio ambiente. Así lo cuenta el periódico The Guardian, que explica que aunque se intentó lograr un principio de acuerdo, no fue posible. Más tarde, sin embargo, el 10 de enero de este año, se consiguió que Grimalda y su empresa se entendieran. Aunque no del todo. Porque la idea del extrabajador era regresar a su puesto.
Su empresa, por el contrario, no buscaba readmitirlo, pero sí pagaron una indemnización. Este debate, en los distintos medios internacionales, ha vuelto a poner sobre la mesa la discusión de si las creencias personales de cada uno deben interferir en el desarrollo de su trabajo. Grimalda, ahora en paro, está buscando un nuevo empleo en Alemania. Para eso se ha marchado a Papúa Nueva Guinea, donde trabaja como investigador independiente. Ahora bien, su idea, como ha explicado en The Guardian, es la de regresar a Alemania.
El polémico viaje que terminó con un despido

Grimalda, que trabajaba en el grupo Científicos en Rebelión, tuvo que ir a Papúa Nueva Guinea para participar en un proyecto con el que estudiar los efectos sociales del cambio climático. Pasados los primeros 7 meses, se fue a Bouganville donde analizó las consecuencias de la subida del mar en 30 aldeas.
Entre una cosa y otra, fue secuestrado por un grupo armado, estuvo presente en una erupción volcánica y no conseguía los permisos necesarios para regresar a casa. Según explicó a su empresa, todas estas circunstancias le obligaron a comenzar el viaje de regreso más tarde de lo que había planeado.
Eso sí, aunque tuviera que salir en una fecha diferente, se mantuvo en sus trece de no subir a un avión, debido a su compromiso medioambiental. Todo ello a pesar de que desde el Instituto Mundial de Kiel le avisara de que debía volver de manera inmediata.
El investigador les explicó que eso no era posible, porque había prometido a los ciudadanos de las aldeas en las que había estado que evitaría subir al avión. Entonces, su empresa le despidió, y señalaron que la falta que había cometido era grave, el despido disciplinario y no tendría indemnización.
Regresó recorriendo más de 28.000 kilómetros

Cuando conoció el despido, Gianluca comenzó el viaje de vuelta, usando sólo medios de transporte terrestres y marítimos. En total, fueron 72 días en los que recorrió más de 28.000 kilómetros. Más tarde, explicaría que gracias a esta decisión se ahorró un 90% de emisiones de gases efecto invernadero.
Y que, en caso de haberlo hecho en avión, se hubieran emitido 5 toneladas de CO2. Cuando en Alemania se conoció su historia, los medios de comunicación se interesaron por él. Era el primer empleado que había sido despedido por defender el cambio climático.
Uno de los investigadores del CNRS, Wolfram Cramer, resaltaba en una entrevista que sería fundamental replantear las prácticas de investigación para que “no contradigan la emergencia ecológica”. A lo que Grimaldo contestó que “algunos me dijeron que era una locura sacrificar mi empleo por no coger un vuelo, pero ¿no es más loco actuar como si nada estuviera pasando?”.
Denunció a su empresa para ser readmitido
Ya con la carta de despido en la mano, Grimalda acudió a los tribunales. En un primer fallo, se dictaminó que no había informado a sus superiores sobre los motivos que más que previsiblemente le harían regresar tarde.
Pero el ex empleado presentó una apelación. Tras esta, el tribunal reconoció que existía una gran incompatibilidad en las ideas que tenía el investigador y sus empleadores, de modo que esto ayudó a que se llegase a un acuerdo en el que estaba incluida una indemnización.
No se ha conocido cuánto es esa cantidad, pero Grimaldo ha asegurado que dará 75.000 euros a las organizaciones ecologistas. Además, manifestó que estaba contento por el resultado del proceso judicial, pero que le pesaba haberse quedado sin un empleo que le gustaba “por contribuir al debate sobre el derecho de los trabajadores a seguir sus principios ambientales”.
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