Un jubilado de 68 años con una pensión de 1.000 euros, obligado a trabajar para cuidar a su esposa con cáncer: “No hay otra opción”

Mervyn Brooker se jubiló a los 66 años, pero a los 68 se ha visto obligado a volver a trabajar para cuidar a su esposa con cáncer y hacer frente a los gastos básicos de su hogar.

Mervyn Brooker, tuvo que dejar la jubilación y volver a trabajar para no perder su casa
Mervyn Brooker, tuvo que dejar la jubilación y volver a trabajar para no perder su casa The Sun
Francisco Miralles

Al llegar a la edad de jubilación, la pensión se convierte, en la mayoría de los casos, en la principal fuente de ingresos. Por ello, la mayoría de los trabajadores aspiran a que, al final de su vida laboral, esta sea lo suficientemente rentable como para cubrir, al menos, los gastos básicos. Pero a veces, en la vida, llegan momento no deseados que nos obligan por fuerza a tener que volver al mercado laboral. Este es el caso de Mervyn Brooker, un jubilado de 68 años que se ha visto obligado a abandonar su jubilación para buscar trabajos a tiempo parcial para no perder su casa. El motivo, o más bien los motivos, son el aumento del coste de vida y la enfermedad de su esposa, Lyn, de 62 años, que han puesto a la pareja en una situación económica límite. Con ingresos que no les llega para final de mes, Mervyn asegura que trabajar es la única manera de cubrir las necesidades básicas y mantener un techo sobre sus cabezas.

Según explica al medio The Sun, Lyn, fue diagnosticada con cáncer de páncreas, uno de los principales motivos por los que se ha visto obligado a buscar trabajos temporales para cubrir los gastos del hogar y evitar quedarse sin techo. “Volver a trabajar es la única forma en que puedo pagar las cuentas y hacer que la pensión alcance para nosotros”, explica Mervyn, quien admite que nunca imaginó tener que trabajar después de más de cinco décadas de empleo.

Actualmente, Mervyn tiene una pensión de la Seguridad Social de 827 libras (997,93 euros al mes al cambio). Aunque ha vivido de manera sencilla y moderada durante años, el aumento de los precios de la cesta de la compra, la factura de la luz y otros servicios han hecho imposible cubrir los gastos más básicos. Según relata, el ahorrar y no derrochar durante décadas desapareció con el impacto de la crisis económica actual y la inflación. “Ganar diez libras extra por semana significa que no tenemos que elegir entre calefacción o comida”, comenta, reflejando la gravedad de su situación.

Lyn, por su parte, no recibe ninguna pensión por parte de la Seguridad Social de Reino Unido debido a su edad, pero sí que señala al medio que percibe un subsidio por discapacidad de 125 libras semanales (unos 600 euros mensuales). Mervyn admite que esta prestación apenas llega para nada y más debido a su enfermedad. “Mi esposa y yo no queremos mucho. Estoy dispuesto a hacer todo lo que pueda. No nos quejamos, aunque tenemos miedo”.

Una jubilación que continúa con trabajo

Con más de 51 años de experiencia laboral, Mervyn ha realizado actividades laborales como hornear pasteles y cortar el cabello a precios reducidos para jubilados, además de aceptar empleos temporales como cocinero y administrativo. Incluso ha solicitado trabajos como modelo o actor, siempre y cuando pueda permitirse asistir a las audiciones. “Esta semana solicité un trabajo como Papá Noel por quince libras la hora en un centro comercial”, menciona, demostrando que no descarta ningún trabajo y que es apto para cualquier empleo.

La necesidad de trabajar no es exclusiva de Mervyn. Según datos de la Oficina de Estadísticas Nacionales de Reino Unido, el número de personas mayores de 50 años que permanecen en el mercado laboral o regresan a él ha aumentado progresivamente tras la pandemia.

Sin herencia para su hija

En 2021, la pareja optó por una hipoteca vitalicia de 60.000 libras para liberar el valor líquido de su vivienda, pero los intereses han reducido las expectativas de que su hija pueda recibir alguna herencia en el futuro. “Cuanto más vivamos, menos heredará nuestra hija. Esto significa que, cuando muramos, tendrá que vender la casa para saldar el préstamo”, lamenta Mervyn, quien aún ve esta decisión como la única manera de mantener un techo sobre sus cabezas.

A los gastos mensuales de la hipoteca se suman 200 libras en alimentos, 160 en gas y electricidad, y 120 en gasolina, entre otros pagos esenciales (que al cambio serían 482 euros). “Cada semana nos quedan alrededor de diez libras para emergencias, pero me da miedo incluso darme el lujo de comprarme una barra de chocolate”, exclama.

La pensión no dará para todo

La enfermedad de Lyn ha sumado una carga emocional y práctica a la vida de Mervyn, quien debe ajustar sus horarios laborales para cuidar de su esposa cuando su hija no está disponible. “Lyn está luchando mucho, pero se encuentra muy mal con la quimioterapia”, comenta, preocupado por el futuro inmediato de su familia.

Mervyn, que dejó los estudios a los 15 años y trabajó toda su vida, se siente frustrado por el edadismo que hay en la sociedad y la falta de oportunidades laborales para las personas mayores. “La mayoría de los trabajos a tiempo completo para jubilados son en supermercados, y yo no puedo estar de pie más de cinco horas”, explica. A pesar de sus esfuerzos, asegura que siente que ha fallado y no sabe cuál es la solución a largo plazo.

El caso de Mervyn es otra muestra más de las dificultades que enfrentan muchos jubilados en el Reino Unido. Tras años de trabajo y ahorro, la crisis económica y los problemas de salud obligan a muchos a volver al mercado laboral para subsistir. “No espero que me rescaten, pero tengo que salir de mi retiro de alguna manera. Es difícil encontrar un puesto que pueda desempeñar”, concluye, expresando una preocupación que comparten miles de personas en su misma situación.

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