
Los últimos datos de Eurostat muestran que España es el país con menor proporción de pensionistas entre 50 y 74 años de toda la Unión Europea. Tan solo el 30,7% de las personas en ese tramo de edad recibe algún tipo de pensión, ya sea contributiva o no, lo que supone una diferencia de más de 14 puntos respecto a la media comunitaria, situada en el 45,1%. Dentro de este grupo, casi cuatro de cada diez perciben una pensión de jubilación, mientras que el resto se reparte entre prestaciones por invalidez u otras ayudas periódicas. Solo una pequeña parte de los beneficiarios combina ambas. En el extremo contrario, destacan países como Polonia, Estonia y Eslovaquia, donde más del 55% de la población en esa misma franja ya recibe alguna prestación económica.
En España, de ese 30,7%, el 37,4% son perceptores de una pensión de jubilación, el 6,4% recibe una prestación por invalidez u otras similares y un pequeño grupo (1,3%) combina ambas. Un 24% de las personas de entre 70 y 74 años no recibe ninguna pensión, lo que deja a muchas familias con un único ingreso estable o, directamente, sin ingresos periódicos. “Esto indica que una parte significativa de los mayores no tiene derecho a pensión”, señala Eurostat.
Este fenómeno afecta especialmente a mujeres que trabajaron fuera del sistema formal o sin cotizar lo suficiente a la Seguridad Social, por lo que no acceden a una pensión contributiva. La situación, además, tiene implicaciones macroeconómicas, ya que según la AIReF, se estima que el gasto en pensiones representará el 16,1% del PIB en 2050, frente al 14,6% actual, lo que supera las previsiones más optimistas del Gobierno.
Edad media de jubilación por encima de la media
Entre los factores que explican por qué menos españoles cobran pensión antes de los 75 años destaca también la edad de jubilación más elevada. Mientras que en la Unión Europea la media se sitúa en 61,3 años, en España supera ya los 65 años, según la última actualización de la Seguridad Social. Este retraso no suele responder a decisiones personales, sino a reformas que elevan progresivamente la edad legal para retirarse (como las últimas reformas de las pensiones o la ley 27/2011 que regula la edad de jubilación). Como apunta Eurostat, “la tendencia responde más al marco normativo que al deseo de trabajar más allá de la jubilación”.
En países como Austria, Grecia o Eslovenia, en cambio, la edad efectiva de jubilación aún se sitúa por debajo de los 60 años. Otro de los motivos del bajo número de pensionistas en España es la escasa penetración de sistemas complementarios, como planes de empresa o seguros personales. En la UE, el 15% de los pensionistas combina una pensión pública con otra privada o profesional, y un 2,1% accede únicamente a esta última. En Países Bajos y Suecia, por ejemplo, menos del 13% depende sólo del sistema estatal. En España, esta cifra supera el 80%.
Por otro lado, el número de personas que recibe exclusivamente una pensión de invalidez también es inferior al promedio, según reflejan los datos. En la UE, un 4,3% de los mayores de 50 años cobra únicamente esta prestación, mientras que en España el porcentaje apenas alcanza el 2,2%.
Trabajando más allá de la edad de jubilación
La diferencia es aún más marcada si se analiza cuántos mayores siguen trabajando tras jubilarse. En España, sólo el 4,9% de las personas que ha alcanzado la edad legal de jubilación permanece en activo, muy por debajo del 13% europeo y a años luz de países nórdicos como Suecia, donde casi el 39% sigue en el mercado laboral. La razón está, según Eurostat, en la cultura del trabajo y, sobre todo, en los incentivos económicos: en estos países, quienes siguen trabajando y ya tienen derecho a pensión, reciben bonificaciones o mejoras en la prestación futura.
El contraste con países del sur y este de Europa es notable. En Grecia, Rumanía y España, menos del 1% de las personas de entre 50 y 74 años combina empleo y pensión, lo que sugiere que la mayoría opta por retirarse completamente cuando accede a la prestación.
Además de las razones económicas, también influyen factores psicológicos y sociales. En 14 de los 27 países de la UE, la principal motivación para seguir trabajando no es el dinero, sino el bienestar personal, el sentirse útil o el gusto por la actividad profesional. En 11 países, sin embargo, la necesidad económica sí es la causa predominante para prolongar la vida laboral.

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