
Benoît y Dominique Sagona, de 86 y 81 años respectivamente, vivirán el próximo 12 de junio uno de los días más importantes de su vida: se mudarán a su nuevo hogar como propietarios por primera vez. Durante más de 20 años estuvieron viviendo en un piso de protección oficial en el barrio Combe Saragosse, en la ciudad francesa de Besançon. “Mientras algunos se mudan a una residencia de ancianos, nosotros nos regalamos una residencia de ancianos”, celebra Dominique.
El matrimonio se decidió a comprar tras mantener una conversación con uno de sus nietos, que estaba buscando piso. Al conocer los precios del mercado, los ancianos se dieron cuenta de que podrían permitirse acceder a una vivienda. Iniciaron entonces una búsqueda activa en portales inmobiliarios, con la ayuda de una agencia, hasta encontrar un piso de 93 metros cuadrados que se ajustaba a sus necesidades: “Está en un segundo piso con ascensor, con dos plazas de aparcamiento, en la ciudad”, explica Benoît Sagona en una entrevista para France Info.
El principal obstáculo fue el presupuesto, que era algo superior a los ahorros que tenían acumulados. Sin embargo, su hijo menor, que residía en Suiza, les ofreció el dinero que faltaba. “¡Incluso hubo un vecino que nos preguntó si habíamos ganado la lotería!”, admiten los octogenarios. “Somos co-compradores”, explica Benoît, “un 80% es nuestro y el 20% de mi hijo”.
A lo largo de sus 62 años de matrimonio, que celebrarán el próximo julio, han superado problemas de salud y trabajado mucho. Él dedicó su vida laboral al sector de la metalurgia y ella, además de cuidar a sus hijos, trabajó durante años como cajera en un hipermercado. Durante décadas, optaron por vivir sin malgastar, priorizando la estabilidad económica. “Veía a compañeros que habían comprado algo y luego pasaban apuros”, explicó Benoît. Esa mentalidad hizo que la propiedad se percibiera siempre como un objetivo lejano, hasta ahora.
La experiencia de adquirir esta vivienda ha devuelto la ilusión a la pareja, que ya ha participado en su primera junta de vecinos y planea asistir a la fiesta del barrio a finales de mes. Aunque su anterior intento de adquirir una casa en el año 2000 acabó mal por conflictos vecinales, esta vez todo apunta a un final feliz. “Es como una recompensa por todo lo vivido juntos”, afirmó Dominique, quien animó a su marido romper con las dudas y dar el paso.