He estudiado a más de 200 niños: los que tienen una alta inteligencia emocional tienen padres que hacen siete cosas desde el principio

La especialista comparte los trucos que marcan la diferencia si los padres empiezan a aplicarlos desde una edad temprana.

Una niña guiñando el ojo mientras saca la lengua.
Una niña mira a la cámara sacando la lengua. Archivo
Blanca Martínez

Criar a un niño nunca ha sido sencillo. Sin embargo, a los retos ya existentes de la educación, hoy en día se suman la rapidez y la motivación basada en logros que caracterizan el mundo en que vivimos. “Muchos padres se enfocan en que sus hijos saquen buenas notas y participen en actividades extraescolares, pero pasan por alto la inteligencia emocional de sus hijos”, relata la coach parental Reem Raouda en la web del canal estadounidense CNBC. 

Tener un mayor nivel de inteligencia emocional no solo ayuda a los niños a triunfar socialmente, sino que también los convierte, una vez crecen, en adultos exitosos, capaces de afrontar los desafíos con confianza, crear relaciones y vivir una vida plena”, asegura Raouda. 

Una madre abraza a un niño triste.
Una madre abraza a un niño triste en el sofá. | Canva

Los 7 hábitos que esta coach ha identificado

Entonces, ¿qué deben hacer de forma diferente los padres si quieren asegurarse de que sus hijos desarrollen un alto nivel de inteligencia emocional? “Tras haber estudiado más de 200 relaciones entre padres e hijos, he identificado siete hábitos que marcan la diferencia si se implantan desde una edad temprana”, sostiene Raouda y son estos: 

El poder del silencio 

Para potenciar su inteligencia emocional, los padres estudiados por la experta daban a su hijo tiempo y espacio para procesar sus sentimientos. 

“Cuando su hijo estaba disgustado, se sentaban tranquilamente a su lado, ofreciéndole consuelo sin palabras”, explica la experta. Algo que puede ayudar a los más jóvenes a aprender a gestionar y reflexionar sobre sus emociones. 

Poner nombre a las emociones 

Otro de los hábitos mencionados por la ‘coach’ parental es enseñar a los niños a poner nombre a las emociones desde muy pequeños. 

“Al compartir verbalmente sus sentimientos, enseñaron a sus hijos a ser conscientes de sus emociones y les enseñaron palabras para expresarse. Esto ayudó a los niños a ver las emociones como algo normal y a compartirlas abiertamente en lugar de reprimirlas”, resume. 

Una madre en clase de yoga con su hija.
Madre haciendo yoga con su hija. | Canva

Pedir perdón 

Los padres mencionados por la experta también acostumbraban a pedir perdón a sus hijos. Al hacerlo, mostraban que los errores son parte de la vida y la importancia de asumir responsabilidades. 

“Pedir disculpas fomenta la confianza y muestra respeto, haciendo que el niño se sienta valorado. También modela la empatía y les enseña cómo reparar las relaciones”, explica la experta. 

No forzar los “por favor”, “gracias” o “lo siento” 

Tal y como señala Raouda, aunque parezca poco convencional, “la amabilidad y el respeto no se pueden forzar”. 

“Si a su hijo se le olvidaba dar las gracias, el padre lo hacía por él, confiando en que la lección perduraría en el tiempo. Como ‘coach’ parental, nunca le he dicho a mi hijo de 6 años que diga por favor o gracias. Ahora lo dice todo el tiempo por su cuenta porque me escucha decirlo”, resume. 

No ignorar las pequeñas preocupaciones 

Otra forma de potenciar la inteligencia emocional de los niños es tomarse en serio sus preocupaciones, ya sea un juguete perdido o un problema con un amigo. Esto fomenta la autoestima, la seguridad emocional y el respeto. 

No ofrecer soluciones a todo 

Padre con hijo a hombros.
Un padre con su hijo subido a hombros. | Canva

“La mejor manera de enseñar a tomar decisiones es animar a los niños a que tomen las suyas propias”, detalla. Además, agrega que es mejor preguntar al niño: “¿qué crees que deberíamos hacer?” antes de proponer una solución. 

Esta conducta, asegura, ayuda a impulsar el pensamiento crítico, la confianza y la independencia. 

Aceptar el aburrimiento 

El último consejo de la experta es dejar que los niños se aburran y que se sientan cómodos con este sentimiento. 

“El aburrimiento fomenta la creatividad y la capacidad de resolver problemas. Además, enseña a los niños a disfrutar de la soledad y a encontrar la alegría en momentos sencillos, como mirar por la ventanilla del coche en lugar de necesitar el estímulo de una pantalla”. 

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