
La Unión Soviética comenzó en mayo de 1970 los trabajos de perforación de un pozo en Pechenga, una pequeña población, apenas sin habitantes en Múrmansk (Rusia). En 1989 ya habían alcanzado los 12.262 metros de profundidad pero entonces sucedió algo que sorprendió a los trabajadores y a los científicos y que paralizó el proyecto.
A esta distancia no se había llegado nunca a pesar de que China estuvo cerca (10.910 metros en Xinjiang) con el pozo Shenditake 1. Pero ahora ni siquiera ellos, los chinos, se atreven a seguir ahondando en este pozo ruso, aunque cuentan con la tecnología más avanzada.
Cuando se empezó con el proyecto en la conocida como ‘puerta de entrada al infierno’, se esperaba conseguir un avance que entrase en la historia de la humanidad. La decisión se tomó en 1962 y todos los trabajos previos y de puesta en marcha estaban a cargo del Consejo Científico Interdepartamental que se encarga de estudiar la Tierra.
Una vez dado este primer paso, en 1965 se decidió donde se comenzaría a perforar. Y el punto fue elegido a 10 kilómetros de la ciudad de Zapolyarny. La intención era descender hasta los 15.000 metros. En esta ocasión, no era un proyecto para conseguir petróleo, sino para investigar las capas de la tierra, concretamente la litosfera.
Un ambicioso proyecto de 15.000 metros de profundidad
La idea inicial era llegar a los 15.000 metros de profundidad y debido a ello empezó a conocerse como ‘Pozo superprofundo de Kola’. De primeras, entre la intención del equipo de trabajo estaba el probar las máquinas de perforación subterráneas, como informa el diario ABC, pero más tarde se dieron cuenta de la importancia que tendría poder recopilar datos sobre el interior de la tierra.
El presidente chino Jiping ha mostrado un interés creciente por este y otros trabajos, señalando la importancia de realizar estudios para potenciar los recursos energéticos, materias primas y evaluar la posibilidad de desastres naturales como los terremotos y las erupciones volcánicas.
Este proyecto, el del pozo de la URSS, empezó durante los años de Guerra Fría, cuando Estados Unidos y Rusia estaban en plena conquista del espacio. En 1950 empezaron los experimentos para llegar a la llamada ‘discontinuidad de Mohorovicic’ que es el límite entre la corteza y el manto de la Tierra.
Estados Unidos, por su parte, comenzaba en 1958 lanzando el Mohole, un proyecto que estaba en México con el que se perforó una profundidad de 180 metros en el Pacífico. Los responsables señalaron que mejor en el fondo del mar que en la Tierra ya que el manto estaba más cerca. En 1966 se canceló porque estaba costando mucho dinero.
Entonces, la URSS tomó el relevo y en 1970 anunció que llegaría a los 15.000 metros. Se abrieron varios puntos y el SG-3 era el que mejor iba. A los 9 años ya había marcado un récord en la profundidad que hasta entonces lo había tenido el pozo Bertha Rogers, en Washita, con 9.583 metros.
Un accidente que paralizó las obras de perforación

Más tarde, en 1983 llegaron a los 12.000 metros de profundidad, aunque paralizaron las obras para poder mostrarla a los expertos. Luego, en 1984 retomaron los trabajos y un año más tarde, hubo un derrumbe a los 12.066 metros. Se derrumbó parte del pozo y se llenaron 5.000 metros de tierra.
A pesar de eso, consiguieron no sólo recuperar esos metros, sino añadir 2.000 más. En 1989 consiguieron sumar los 12.262 metros. Los trabajadores eran positivos, y marcaron el año 1990 para llegar a los 13.500 metros y los 15.000 en 1993.
Los problemas que llevaron a considerar el fin de estas obras llegaron poco más tarde, cuando comenzó a aumentar la temperatura. Aunque era algo que se esperaba, el nivel de calor subió a un ritmo muy rápido, concretamente hasta los 185 grados, que era el doble de lo que habían marcado.
Pero además en la roca comenzaban a fluir los haces. Una enorme cantidad de hidrógeno y fango que era peligrosa para los operarios. Los materiales que había alrededor reaccionaban a todo esto de una manera impredecible. Y, como el equipo de trabajo no podía continuar de ese modo, la URSS decidió cerrarlo.
La clausura del proyecto se produjo en 1995 y a día de hoy sigue estándolo, sellado, de modo que nadie ha conseguido abrirlo.
Pequeños fósiles de plantas marinas
Antes de cerrar el pozo, los investigadores encontraron fósiles de plantas marinas, un documento histórico a 6.400 metros de profundidad. Estaban en perfecto estado de conservación, aunque han pasado 2.000 millones de años por ellos.
Los expertos estaban equivocados, por otro lado, en el tipo de roca que iban a encontrar ya que pensaban que habría un cambio de granito a basalto. Una modificación que al final no se produjo. Apareció agua, por lo que muchos aseguraron que era una muestra de las inundaciones que cuenta la Biblia, pero otros señalaron que era el resultado de una presión que hace que los átomos de oxígeno e hidrógeno salgan de la roca. Luego, quedarían atrapados bajo la superficie del océano.

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