
El aceite de oliva español y que mueve más de 1.200 millones en exportaciones a Estados Unidos cada año, vuelve en el punto de mira. El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha decidido usarlo como moneda de cambio en su pulso con el Gobierno de Pedro Sánchez, en que insta a España a multiplicar su gasto militar hasta el 5% del PIB, o la “guerra comercial” llegará por el bolsillo de los productores y las grandes empresas del sector agroalimentario. “Van a pagar el doble, pero de otra manera”, advirtió Trump en la cumbre de la OTAN, dejando claro que el “oro líquido” español es el primer objetivo de su estrategia de presión. Detrás del órdago, la amenaza de aranceles selectivos que ya castigaron a la aceituna en 2018 y que ahora ponen en riesgo un pilar de la balanza comercial nacional.
Trump no juega a la diplomacia convencional cuando hay intereses en juego. Su historial lo confirma, cuando ya dejó a España contra las cuerdas cuando disparó los aranceles sobre la aceituna. Ahora pone en el punto de mira el aceite de oliva, buque insignia de la exportación nacional y sustento para miles de familias. El sector sabe que Estados Unidos es un mercado clave, uno de los más rentables. Si la amenaza pasa de las palabras a los hechos, el impacto para la economía española puede ser inmediato y devastador.
La receta de la presión es conocida: utilizar los aranceles como arma para forzar concesiones políticas. “Van a pagar el doble”, repitió Trump, aunque la factura no se refiere solo al gasto militar, sino a la posible subida de precios y el frenazo en las ventas que asumirían empresas y consumidores. El precedente más reciente es la aceituna: en 2018, el sector vio cómo las exportaciones caían en picado tras la imposición de tarifas especiales, obligando a buscar mercados alternativos y dejando cicatrices económicas aún presentes.
A pesar de ello, el aceite de oliva juega en otra liga. Ningún otro producto iguala su peso en las exportaciones a Estados Unidos, ni por volumen, ni por valor, ni por el prestigio internacional que arrastra. Solo en 2024, las ventas de aceite superaron los 1.200 millones, muy por encima de los 400 millones del vino o del poco más de 1.000 millones en fármacos, los otros grandes sectores en el punto de mira.
El verdadero peligro, advierten los expertos, es que la economía nacional quede a merced de decisiones caprichosas tomadas en la Casa Blanca. “Si quieres incidir en España, puedes poner tarifas a productos agrícolas como el aceite de oliva o el vino”, señala Federico Steinberg, investigador principal del Real Instituto Elcano.
Aun así, ese castigo no afectaría únicamente a España, ya que, según explica Steinberg, otros países como Italia o Francia también se verían perjudicados de forma indirecta. El marco comercial actual de la Unión Europea impide aplicar aranceles selectivos solo a un Estado miembro, por lo que la repercusión sería comunitaria, es decir, que afectaría a toda la Unión Europea, tal y como explican desde El País.
¿Puede Trump cumplir su amenaza?
Técnicamente, Estados Unidos no puede imponer aranceles exclusivos a un solo país de la Unión Europea, ya que la política comercial es competencia exclusiva de Bruselas, como recogen los artículos 3 y 207 del Tratado de Funcionamiento de la Unión Europea (se puede consultar en este Boletín Oficial del Estado) y todos los socios comparten las mismas condiciones. Aun así, la realidad es mucho más ambigua, ya que Washington puede establecer aranceles a productos concretos y, aunque la medida afecta a toda la UE, el golpe puede recaer especialmente en España si el objetivo es el aceite de oliva, donde nuestro país es líder absoluto.
Pero la amenaza va más allá del aceite, ya que otros productos como el vino y la farmacia son los otros sectores que Trump podría señalar en su guerra comercial particular. Pero el aceite de oliva es el gran símbolo, el que mueve más dinero y el que más puede sufrir si la política se impone sobre la economía. Además, la posibilidad de represalias en licitaciones públicas o de presión sobre la llamada “tasa Google” añade incertidumbre a un escenario ya volátil.
El Gobierno de España, por su parte, mantiene su línea roja de no subirá el gasto militar más allá del 2% del PIB, una cifra que ya supone aumentar la inversión en unos 10.000 millones de euros anuales. Sánchez recuerda que superar ese umbral es incompatible con el Estado del bienestar y ha pactado con la OTAN solo un compromiso ambiguo del 2,1%. “Decir que España va a pagar en aranceles lo que no paga en defensa es no entender cómo funciona el arancel”, manifiesta Steinberg, desmontando la lógica de Trump. Pero la presión crece y la inquietud se extiende por el sector.
Bruselas, mientras tanto, advierte que la amenaza de una guerra comercial no afecta solo a España, sino que cualquier ataque a un producto español es, de facto, un ataque a toda la Unión. El paraguas europeo protege, pero no garantiza impunidad frente a un presidente estadounidense dispuesto a romper la baraja si no consigue lo que quiere.