
Muchas veces creemos que dejar la vivienda en herencia a nuestros hijos es la mejor decisión posible, pero no siempre es así, especialmente cuando formamos una nueva pareja con la que compartimos esa casa y queremos evitar que la pierda en el futuro. Esto es lo que le ha ocurrido a Pierre M., un jubilado francés de 68 años, que hace cinco años decidió donar su vivienda, situada cerca de Pau, a sus dos hijos de una relación anterior. Lo hizo reservándose el usufructo del inmueble, es decir, el derecho a residir en él y a percibir sus posibles rentas. Según sus propias palabras, lo hizo con buena intención: “Creía que era lo más sensato. Quería evitarles complicaciones y ahorrar impuestos”.
Según recoge el medio Le figaro, la donación, se ha convertido en una preocupación y un problema. El motivo es que Pierre ha rehecho su vida junto a Jacqueline, su actual esposa de 66 años. Tras vender su apartamento en París, ambos se trasladaron a la casa que ya no les pertenece completamente. Cuando fallezca Pierre, el usufructo desaparece y la totalidad pasará automáticamente a sus hijos, ya que son los herederos, los cuales no están obligados a permitir que Jacqueline continúe viviendo allí.
“No pensé en Jacqueline cuando firmé la donación. Ni siquiera estaba en mi vida en ese momento”, reconoce Pierre. Al parecer, su situación matrimonial se rige por la separación de bienes, lo que deja a Jacqueline sin ningún derecho sobre la vivienda. La notaria Nathalie Couzigou-Suhas, portavoz del Colegio de Notarios de París, explica al medio Le Figaro: “Al morir el usufructuario, la nuda propiedad se convierte en plena propiedad. Los hijos podrán disponer libremente de la vivienda”.
Hay que decir, que la legislación francesa contempla el derecho vitalicio a la vivienda para el cónyuge superviviente, pero solo si el fallecido era titular del bien en el momento de la muerte. En este caso, al haber donado ya la nuda propiedad, la protección conyugal no se aplicará. “Mis hijos no se llevan bien con Jacqueline. No tienen ninguna intención de permitirle quedarse, y no puedo obligarles a hacerlo”, lamenta Pierre.
“No quiero que se quede en la calle”
Consciente de la fragilidad de la situación, Pierre ha intentado buscar soluciones legales. La más viable sería otorgar un derecho de uso y habitación a favor de Jacqueline, pero este requiere el consentimiento de los hijos, algo que por el momento no han mostrado disposición a conceder.
“Me atormenta pensar que un día Jacqueline tenga que hacer las maletas porque yo ya no esté. No quiero que se quede en la calle”, afirma. Como medida preventiva, han decidido ahorrar una parte de su patrimonio. Pierre dispone aún de algunos fondos procedentes de la venta de su piso en París, aunque una parte está invertida en seguros de vida a nombre de sus hijos. Jacqueline, por su parte, cuenta con 45.000 euros en efectivo para afrontar una posible mudanza.