
La psicología ha dado respuesta a una de las preguntas que más se realizan los educadores y las familias. Esta no es otra que la de analizar la presencia (o ausencia) del padre en la crianza de los hijos. Porque, mientras que en algunos casos el padre estaba físicamente ausente, en otros estaba presente, aunque distante, crítico, con cambios de humor impredecibles e incluso desinteresado en cualquier aspecto relacionado con la educación o el día a día de sus pequeños.
Esto, para los expertos, deja una huella que es fácilmente apreciable cuando llegan a la edad adulta, ya que repiten ciertos patrones de comportamiento. Sobre todo, en el caso de las relaciones sociales. Eric Fontaine, experto en psicología, revela en Ouest France los 10 comportamientos que desarrollan aquellos niños que se han criado sin esa figura paterna durante su infancia, adolescencia y juventud.
“He conocido a muchas personas que han sufrido la pérdida de la figura paterna, cada historia es única pero hay patrones que se repiten”.
10 rasgos que comparten las personas que han crecido sin su padre

Entre las características comunes que tienen las personas que no han contado con el apoyo y presencia de su padre en el hogar, hay algunas que la psicología ha clasificado como patrones que se repiten y destaca estos diez rasgos.
Los niños aprenden a confiar y valerse por sí mismos
Cuando en el hogar no ha habido una figura paterna, los pequeños aprenden a tomar decisiones, ser independientes y valerse por sí mismos. A veces, esto es perjudicial porque se niegan a pedir ayuda, soportan sus cargas en silencio y asumen todo el trabajo, sin capacidad de delegar. “Un joven que vino a verme a la asociación se encargaba de cuidar a sus dos hermanos mientras su madre trabajaba, y de adulto, sólo confiaba en sí mismo y en nadie más”.
Problemas para relacionarse con jefes o profesores
Cuando el padre, que es uno de los principales referentes de autoridad en una casa, según este psicólogo, está ausente, “no es sorprendente que se instale la desconfianza en la autoridad”. Esto es, que cuando conocen a sus profesores, tutores o jefes, no esperan nada de ellos. “Se preguntan si pueden contar de verdad con esa persona o si se sentirán decepcionados”. Esto no quiere decir que les falten al respeto, sino que es una lección que se aprende desde el primer momento.
Son muy sensibles a la crítica

Una crítica realizada a una persona que ha crecido sin referencias paternas en casa puede ocasionar una herida, aunque se haga con cariño. “Ellos lo perciben como rechazo y pueden sufrir ansiedad, retraimiento o la necesidad de defenderse como sea”.
“Lo que en muchas ocasiones puede parecer sensibilidad es una vieja herida que intenta protegerse”.
Buscan reconocimiento en lugares equivocados
Esta falta de autoestima lleva en muchas ocasiones a los adultos que se han criado sin la figura paterna a buscar reconocimiento fuera de su casa. Necesitan una figura masculina que les diga “importas” y lo hacen a menudo en los lugares equivocados como las relaciones, los amigos o desconocidos.
Basan la autoestima en lo que piensen los demás de ellos porque son incapaces de valorarse. “Una mujer a la que atendí me contó que se sentía atraída por hombres que le recordaban a su padre”.
Fuerte instinto de protección

Los que se han criado sin su padre, tienden a proteger a los demás, especialmente a las personas que más les importan. “Un vecino me contó que su padre se fue pronto, y el hogar se convirtió en inestable. Cuando fue padre, estuvo presente en todos los momentos importantes de la vida de su hijo como los partidos de fútbol o sus cumpleaños”.
Una relación complicada con el concepto de masculinidad
Para el psicólogo, “la ausencia de un padre deja un vacío en torno al significado de ser hombre”. Algunos lo compensan con comportamientos que entienden como “muy masculinos”. Otros lo rechazan por completo y en el caso de las chicas esto se refleja en las relaciones que construyen.
Son muy selectivos con sus parejas

Cuando una de estas personas decide comenzar una relación lo hace con una persona que sepa entenderles. Porque tienen muchos cambios de humor y un día son cálidos y accesibles y otro intratables.
“Me acuerdo de una chica con la que salí cuando era más joven. Era muy brillante, cariñosa e inteligente, pero siempre parecía estar a punto de escaparse”. Un día, “me confesó que siempre que las cosas iban bien, se preparaba para una caída repentina, su padre entraba y salía de su vida sin avisar y ella aprendió a no bajar la guardia jamás”.
Aguante contra la adversidad
Los niños que han crecido sin un padre en casa, han desarrollado habilidades especiales que les convierten en sensibles, ingeniosos y creativos. Aunque saben cómo hacerlo, nunca delegan responsabilidades. Avanzan gracias a la madurez a la que han llegado por necesidad.
No quieren ser una carga para sus familias
La psicología encuentra que, en la mayoría de los casos, los menores que han crecido sin sus padres presentes tienen miedo a ser una carga para sus seres queridos. “Desarrollan el pensamiento de que sus necesidades son una molestia, no se quejan, sino que se minimizan y ocupan el menor espacio posible”.
Cuando se crece con la idea de que siempre se está molestando, puede llevar años perder ese hábito.
Necesitan una definición clara de familia
No les sirve con lo que dicen los demás que es una familia, sino que ellos fabrican su propio concepto en función de lo vivido. “Son socios muy leales”. Cuando ellos mismos tienen hijos, les crían con una gran ternura y paciencia “poco común”.