El trabajo en la construcción, como albañiles o fontaneros, está sufriendo en España una escasez de mano de obra que viene producida entre otras cosas, por la falta de relevo generacional y las condiciones laborales que ofrecen en estos sectores. Uno de ellos es la carpintería y son muchos los trabajadores veteranos que explican por qué los jóvenes no quieren dedicarse a ese oficio: “antes aprendías gratis y te llevabas quemaduras, golpes y sueldos bajos”.
Un carpintero de 44 años llamado Selu estuvo en el podcast de Youtube ‘Sector Oficios’ donde explicó cómo ha sido su vida profesional, asegurando que hubo muchos años en los que sentía que estaba mal pagado. Ahora es dueño de su propio taller, tras darse de alta como trabajador autónomo pero no siempre fue así. De hecho, sus primeros pasos los dio en el negocio familiar, un taller que se dedicaba a realizar muebles a medida y a la venta.
“Quiero darle las gracias a una persona que me dijo una frase: me dijo, eres mal empresario pero muy buen carpintero. Me dí de alta como autónomo sin tener ni para comer porque lo ganaba lo invertía en herramientas”.
Al preguntarle cómo comenzó en el oficio, Selu sonríe y explica que sus inicios fueron “desde abajo, lijando”. Desde el primer momento se enamoró de su empleo, a pesar de que su padre no valoraba lo que hacía. “no era el inútil que él decía, y lo que me ha hecho salir adelante era la carpintería porque llegué a creer que no valía”.
“Me fui ganando 600 euros y eso es una miseria”
Durante la entrevista, recuerda cómo el sueldo tan bajo que cobraba en el negocio familiar, “de 600 euros”, hizo que empezase a buscarse la vida en otros talleres “donde era uno más”. “Con 25 años y medio cometí un fallo importante y es que cuando empezaba a despegar en mi oficio, regresé al negocio familiar”.
Durante un año y medio “estuve a mi aire” y “fue espectacular”, reconoce. Porque a la libertad de ganar más dinero hay que sumar la sensación de independizarse. “En las empresas estaba empezando a cobrar en condiciones, tenía dinero”.
Pero regresó al negocio familiar y se dio cuenta enseguida de que el salario no era igual que cuando trabajaba por cuenta ajena. “En el 96 empecé ganando 2.000 pesetas, y al final me marché cobrando 600 euros, que es una miseria”.
“Cuando empecé de autónomo no tuve ni pago único porque coticé poco en el negocio familiar”
Animado por su mujer, se dio de alta como autónomo y comenzó una nueva andadura laboral. “No tuve ni pago único porque coticé poco cuando estaba en el negocio familiar”. Tuvieron que tirar de “los ahorros de los dos” para poder emprender, que “era muy poco”.
Estuvieron buscando locales para poder alquilar y “a las personas buenas nos pasan cosas buenas, y en mi caso, apareció alguien que había alquilado una nave de 200 metros y me ofreció 100 para mí y eso para mí era impensable”.
Así que aceptó y con 2.000 euros que quedaban compró las herramientas que necesitaba, algunas a “un hombre mayor que ya cerró la carpintería”.
Poco a poco el trabajo fue creciendo. “Cuando alguien te contrata, es fundamental que seas honesto”. Y eso es lo que aplica. “Un trabajador que está conmigo, echa sus horas y termina”.

