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Un jubilado con 71 años y con una hija con discapacidad tiene que volver a trabajar: “cobrando la pensión y el sueldo, no me alcanza”

La vida laboral de Roberto Cordal ha estado siempre ligada a los trabajos administrativos, pero ahora se dedica a colaborar en eventos de catering.


Hombre mayor apoyado en un bastón en el sofá.
Un hombre mayor preocupado apoyado en el bastón. |Envato
Berta F. Quintanilla
Fecha de actualización:

Un jubilado de 71 años, Roberto Cordal, ha tenido que volver a trabajar ya que, con la pensión que cobraba, no le llegaba para comida, medicinas, transporte y ayudar a sus cuatro hijas, una de ellas con discapacidad. Cuando estaba en activo, era empleado administrativo en la Facultad de Derecho de la UBA (Universidad de Buenos Aires) y, al alcanzar la edad de jubilación (en Argentina es de 60 años para las mujeres y 65 para los hombres, según El País), el dinero que recibía de su prestación no era bastante.

Por eso decidió regresar al mercado laboral, como mozo en eventos de catering, como ha explicado en una entrevista concedida a La Nación. “La situación se puso fea de verdad, y lo que comenzó como algo ocasional ahora es vital. Me refiero a mi trabajo como mozo en una empresa de catering, es pura necesidad”. El sueldo que recibe no es muy alto, ya que asegura que, después de trabajar seis horas, le pagan 20.000 pesos (unos 17 euros).

Su vida laboral es muy amplia, ya que durante 47 años ha estado en activo, sumando tiempo de cotización, 37 de ellos con un empleo fijo en la Universidad. Cuando se retiró, el dinero de la pensión era bastante para su mujer y las dos hijas que siguen viviendo en el hogar familiar. Una de ellas, además, tiene discapacidad. “Llevábamos una vida típica de la clase media, con vacaciones en la costa y alguna cena en restaurante”, explica. 

Cobra una pensión media “y ahora soy pobre”

Roberto Cordal cuenta que, cuando estaba trabajando, veía los índices de pobreza “desde arriba”. Y que, cuando comenzó a cobrar la pensión, que no era muy alta pero tampoco baja, “resulta que estoy debajo de este índice, que soy pobre”. Ha tenido que cambiar muchas cosas tanto dentro como fuera de su casa.

Para empezar, a la hora de hacer la compra, se fijan en las ofertas en fruta, verdura y otros alimentos básicos como carne, pescado, leche o huevos. Han dejado de viajar y su coche duerme en el garaje, porque se han pasado al transporte público. “Cuando me salen trabajos en el centro, voy en autobús, es una manera más de no gastar dinero. Ya no sé de dónde más puedo recortar”.

A día de hoy, recuerda el jubilado, hay 700.000 nuevas personas mayores que están en situación de pobreza en Argentina, haciendo referencia a datos del último trimestre de 2024.

Las pensiones no suben al mismo ritmo que el coste de la vida

Una de las quejas de Roberto es que las pensiones o los sueldos parecen estar congeladas, indiferentes a la subida del coste de la vida. Para explicarlo, cuenta que vive en un bloque de apartamentos en Villa Pueyrredón y que aunque la vivienda es accesible, lo que más dinero cuesta es mantenerla.

En este sentido, para poder estar al día en los gastos de agua o luz tiene que recortar en otras cosas, como la compra en el supermercado. “Aunque nos hemos pasado a las marcas blancas, siguen siendo caras, por lo menos para mí”. “Nos dicen que la inflación ha bajado y que suben los sueldos y las pensiones, pero de qué vale si el precio de los alimentos también es más elevado”.

Sobre su empleo, aunque está contento, explica que cada vez hay menos demanda de servicios de catering, y la razón es simple “no hay dinero para fiestas”. Entonces, cuando se queja, le dicen que “si no vale, te buscamos otro” pero no es bastante porque “lo necesito”.

“La pensión no me llega para comprar medicinas”

Marta Romitelli está en una situación parecida a la de Roberto y así lo ha explicado a La Nación. “Ya no me acuerdo de cuándo fue la última vez que compré ropa, me visto con lo que tengo, lo voy reciclando. Ahora, por ejemplo, estoy ahorrando para unas zapatillas”.

Ha trabajado como jefa de cocina y sabe “hacer milagros” con la comida. Con lo poco que puede permitirse inventa platos. La comida no le preocupa, pero sí el no poder comprar medicinas en la farmacia. Tiene fibromialgia y una lista de medicamentos bastante amplia. “No puedo comprar y no tengo ayuda de familiares. Tenía una hija pero murió de cáncer y a mis nietos no puedo pedirles ayuda”.

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