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Un hombre con 61 años vive en la calle aunque le quedaba un año para jubilarse: "debería estar cobrando mi pensión"

Andrea tiene 61 años y la empresa en la que trabajaba se declaró en quiebra y al quedarse sin derecho a cobrar una prestación, se ha convertido en un sin hogar.


Hombre pidiendo dinero.
Un hombre en la calle, con una lata para pedir dinero. |Envato
Berta F. Quintanilla
Fecha de actualización:

Un hombre desempleado de 61 años al que le faltaba un año para cobrar la pensión de jubilación tiene que vivir en la calle tras quedar en paro al quebrar su empresa. Andrea Baudissone trabajaba en Embraco, donde que se dedicaba a cargar y descargar compresores. Después de más de 20 años trabajando sin descanso (su vida laboral arrancó con 16 años), ahora no puede permitirse pagar una casa, y vive con las ayudas que le dan los transeúntes.

Como informa el periódico italiano Leggo, para encontrarle hay que ir a la conocida galería San Federico, donde llegó cuando se quedó en paro y donde sobrevive gracias a la limosna de los peatones. Los motivos de esta situación fueron cuanto menos, crueles. Su empresa, Embraco, se declaró en quiebra y todos sus empleados fueron despedidos en 2018. Le quedaba un año para cobrar la pensión de jubilación. Un momento que ahora no llegará.

“Me quedaba un año para jubilarme y recibir una pensión, pero ahora estoy durmiendo en la calle”, explica Andrea en este medio digital. “Nos dijeron que nos iban a ayudar, a encontrar una solución, pero nada de eso ha ocurrido”

Igual que él, 537 trabajadores de Embraco se vieron de pronto en la cola del paro, cuando la empresa estaba liderando los ránking de producción en su sector en Italia. Pero, con la entrada de una gran crisis financiera, cientos de familias se quedaron sin ingresos y ni los sindicatos ni los políticos, como explica Baudissone, han hecho nada por solucionarlo.

Cobraba un sueldo de 1.032 euros y ahora depende de los comedores sociales

El sueldo de dos millones de liras (unos 1.032 euros) era suficiente para pagar sus gastos básicos de vivienda, comida y ropa. Ahora, al quedarse sin nada, depende de la generosidad de los ciudadanos que pasan por su lado y le dejan unas monedas y de las administraciones. Acude a los comedores sociales, donde cada vez hay más gente y más problemas para conseguir algo de alimento.

Cuando la empresa se declaró en quiebra, Baudissone cobró una indemnización de 30.000 euros. Pero este dinero voló pronto, porque tenía muchas deudas y no pudo salvar su casa, que terminó perdiendo, por lo que pidió ayuda a la alcaldesa Chiara Appendino y a Alessandro Di Battista (un conocido político), pero no tuvo respuesta. “Dijeron que nos iban a ayudar a encontrar una solución pero no ha sido así”.

La solución alternativa al cobro de la pensión, explica Andrea, es conseguir un trabajo. Se postula a ofertas de empleo pero no tiene respuesta. “¿Quién va a ofrecerme trabajo a mi edad?”, se lamenta. Y aunque tiene el respaldo de casi todas las asociaciones y organismos sociales, no basta. 

La Seguridad Social italiana y su sistema de pensiones

Para entender la situación de Andrea hay que saber cómo funciona el sistema de pensiones en Italia. La Seguridad Social tiene un funcionamiento complejo, pero que sirve, al igual que en España, para ayudar económicamente a los mayores que ya han llegado a la edad de jubilación. Estas son la de vejez, invalidez, enfermedad, accidentes laborales y desempleo.

Al mismo tiempo, ofrece una asistencia social a los ciudadanos que se encuentran en situación de vulnerabilidad, los que no tienen ingresos o poca entrada de dinero en casa. Los beneficiarios son los trabajadores en activo, los pensionistas y sus familiares.

Desde el año 2019, la edad mínima para cobrar la llamada ‘pensión de vejez es de 67 años’ pero está supeditado a los años que se hayan cotizado. En este caso, hay opción de adelantarla siempre que se cumplan ciertos requisitos. 

Por otro lado, los que tengan 40 años de cotización acumulados pueden acogerse a esquemas de la jubilación anticipada, y aquí entrarían las llamadas ‘personas de alta vulnerabilidad’ entre las que se encuentran los parados de larga duración, discapacitados o quienes proceden de trabajos determinados que requieren un gran esfuerzo. 

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