Dispara tu productividad en el trabajo con la técnica 3-3-3 que ya aplican emprendedores y empleados

Organizar la jornada laboral para ser más productivo es fundamental para empleados y empresas. El método 3-3-3 permite obtener resultados de forma sencilla, dividiendo la jornada en bloques.

Empleada organizando las tareas de su jornada laboral para ser más productiva
Dispara tu productividad en el trabajo con la técnica 3-3-3 que ya aplican emprendedores y empleados. Canva
Lucía Rodríguez Ayala

Aumentar la productividad y ser más eficiente es el objetivo de trabajadores y empresas, y es que poder hacer más trabajo en menos tiempo y que las tareas realizadas a lo largo del día se hagan de la manera más efectiva beneficia a todas las partes de una organización. Justo para esta mejora de la productividad existe una sencilla técnica conocida como 3-3-3 con la que se pueden conseguir resultados increíbles.

Como no podría ser de otro modo para mejorar la productividad y la eficacia, es un método muy fácil y rápido y fácil de aplicar, con el que se conseguirá dividir el tiempo de trabajo por bloques, en los que se repartirán las tareas para hacerlas de forma más efectiva. 

Aunque hay algunos hábitos conocidos para mejorar la productividad, y otros métodos como el Pomodoro, esta técnica se ha hecho muy conocida, y se ha aplicado en varios ámbitos. Fue creada por Oliver Burkeman, quien en su libro Four Thousand Weeks: Time Management for Mortals (‘Cuatro mil semanas: Gestión del tiempo para mortales’) dio las claves para conseguir un rendimiento óptimo. 

Cómo aplicar la técnica 3-3-3 para ser más productivo en el trabajo 

Cómo puede deducirse por su nombre, la regla se basa en el número 3 y en dividir la jornada laboral en tres fases

Fase 1: Tres horas de trabajo intenso

La primera de ellas ocupará las tres primeras horas de la jornada, que serán realmente las más importantes del método, ya que se aprovechará que es el inicio de la jornada en la que se está más fresco para realizar las tareas de mayor dificultad. 

Para saber qué tareas asignar a esta fase habrá que dividir las tareas en profundas, y superficiales, de modo que únicamente se realicen durante esta fase las que se consideran profundas, dejando a un lado el resto de tareas, y asegurándose de que durante este tiempo no se interrumpa con tareas menores como llamadas de teléfono, emails, o reuniones. 

La idea es que en este tiempo se realice el grueso del trabajo complicado, aprovechando los momentos de mayor frescura en los que se es más productivo. 

Fase 2: Tres tareas superficiales 

El autor del método es consciente de que no se pueden mantener los niveles de productividad al máximo durante toda la jornada, por lo que una vez que estas tres primeras horas han pasado, llega la fase 2 que consiste en la realización de 3 tareas más pequeñas, de las llamadas superficiales, que serán más sencillas, o menos prioritarias, eligiendo aquellas en las que no se necesite de tanta concentración para llevarlas a cabo.

Fase 3: Tareas de mantenimiento

En la última, y tercera fase, habrá que incorporar tareas de mantenimiento, estas son aquellas que podemos hacer sin demasiado esfuerzo y que requieren un nivel de concentración mucho menor que las anteriores, como puede ser responder algunos mails, hacer llamadas, agendar reuniones u organizar la agenda para el día siguiente. 

De este modo, y con una distribución efectiva de las tareas a lo largo del día, conseguirán aprovecharse al máximo los momentos en los que el cerebro está fresco para hacer las tareas de mayor dificultad, dejando las más sencillas o mecánicas para las horas finales del día en las que el agotamiento mental empieza a notarse.

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