Una jubilada de 88 años, Bárbara Ann Patton, que debería estar cobrando su pensión y disfrutando de su merecido descanso tras una dura vida laboral, ha tenido que volver a trabajar. Eligió un mal momento (y un peor asesoramiento) para comprar su casa y perdió 500.000 dólares (435.150 euros) que tenía en su cuenta bancaria. Sus ahorros de toda una vida trabajando que abandonó por primera vez con 53 años después de un empleo como gerente.
En aquel momento, pidió una jubilación anticipada en Estados Unidos (EEUU) porque su marido estaba enfermo y debían mudarse a otra ciudad, huyendo del frío de Chicago. “Nos fuimos a Florida después de haber cotizado durante 35 años en Bell System”. “Pensé que cobraría una buena pensión de la Seguridad Social, pero comprobé que no era así y tuve que buscar trabajo de nuevo”.
Su marido seguía enfermo, no había mejorado con el cambio de aires y no podía trabajar. “Era imprescindible tener una pensión completa a la que en esos momentos no tenía acceso porque si me pasaba algo, él se quedaba sin nada. Y entonces estaba cobrando el 50% de una pensión normal”, ha explicado a Business Insider.
Tomó una decisión equivocada cuando, poco después decidió pedir el dinero que tenía ahorrado para su pensión, que cubría unos 20 años. “Conseguí una rentabilidad del 12%, estábamos bastante cómodos”. Pero esto “fue un error”.
Después de 10 años jubilada, consiguió un empleo
Cuando se terminaron sus ahorros, Bárbara tuvo que entrar de nuevo en el mercado laboral. “Durante ese tiempo estuve jugando al golf y al tenis, fue genial”. Pero “mi vida necesitaba algo más, cuando te jubilas sólo piensas en disfrutar y está muy bien pero dura poco tiempo”.
Le hicieron una oferta para trabajar en el mundo funerario, y estaba bastante contenta pero tuvo que mudarse de nuevo. “Empecé con otro empleo en una iglesia, y ví que estaba ayudando a los demás, me sentía importante”.
En aquel momento estaban viviendo de alquiler y pagaban 300 dólares al mes. No era mucho pero sentía que quería ser propietaria de su casa. “Todos nuestros vecinos eran dueños de sus viviendas y me dijeron que la comunidad no era alta, de 75 dólares mensuales, y que tendríamos acceso al campo de golf”.
Revisaron sus cuentas y encontraron que en tres años podrían pagar la vivienda. Daban una entrada de 50.000 dólares (43.500 euros), otros tantos al año siguiente y como cuota final 30.000 dólares más (26.100 euros).
Con la operación ya en marcha, hubo un desplome de fondos en la banca. Había invertido en ciencia y tecnología y fue de ahí desde donde sacó el dinero para pagar la casa. “Se desplomó el mercado, y de repente, 300.000 dólares desaparecieron porque sí”.
También estuvieron afectados por el huracán que asoló Florida, y por alguno más pero de menos intensidad. “Me queda un poco más de 20.000 dólares en facturas que debo pagar, y el seguro no me ha dado todo el dinero”. Ahora, su hijastra se ha mudado con ellos, lo que le da cierta holgura económica: “ella es la que paga la comunidad que es de 1.780 euros cada seis meses y el seguro de la casa”.
Cuando murió su marido, se quedó con la cuenta a cero
La muerte de su marido la dejó con la cuenta bancaria sin fondos. Tuvo que cerrarla. “El negocio de compraventa de viviendas que comencé con él nos salió mal, tenía miles de dólares de deuda.
“No puedo comprar nada que no me haga falta y salvo los gastos obligatorios como las gasolina del coche, soy muy ahorrativa”. Ir al supermercado es un “reto”, “gasto 400 dólares en cosas que antes me costaban 150 dólares”.
“Cobro un sueldo por mi trabajo, pero no me alcanza”
Desde que empezó a trabajar en una notaría, con una jornada de 20 horas semanales y en formato híbrido ha mejorado mucho su situación económica. “Me llegan documentos de todo el país, y los descargo para etiquetarlos y clasificarlos. Cuando hace falta, agendo alguna cita y sirvo de unión entre mis clientes y otras empresas que se dedican a los préstamos o venta de bienes inmuebles y raíces”.
“El único problema es que el sueldo tarda 45 días en llegar, a principios de mayo hice tres trabajos que aún no he cobrado y aunque sé que el dinero lo tendré con seguridad, cuando hay que afrontar las facturas y otras cosas, es complicado”.
Sobre su estado de salud, apunta a que “tengo suerte de estar en plena forma, veo bien y tengo audición, uso las podadoras eléctricas y hace poco pinté el patio. A muchos de mis amigos ya les cuesta, hay quienes han fallecido o están en centros de Alzheimer”.
Su hijastra está planteándose irse de casa “al otro lado del Estado”. Entonces, “debería encontrar a alguien que se venga y me ayude con todos los gastos de la vivienda”.

