Una de las últimas personas que trabaja como farero en España y el último de Almería se jubila tras más de 30 años ejerciendo su labor en Mesa Roldán, en el Parque Nacional de Cabo de Gata-Níjar. Este oficio, casi extinguido en España (no quedan más de 15 personas que lo desempeñen), queda en el olvido en la provincia de Almería y con él un auténtico museo de curiosidades, con 3.000 piezas dedicadas al mundo de los faros.
“Desde que llegué en 1992 supe que sería el último en entrar aquí y empecé a guardarlo todo”, explica Mario Sanz en una reciente entrevista con EFE. Y es que en su querido faro lo que más destaca es el abanico de curiosidades que conserva entre vitrinas de quinqués y ópticas de Fresnel, con maquetas de faros icónicos como la Torre de Hércules. Aquellas colecciones iniciales tomaron forma de museo en 2008 y se han multiplicado con aportaciones de familiares de fareros, anticuarios, artesanos y visitantes que incluso dejan piezas en la puerta cuando él no está.
Las vitrinas de su museo están repletas de documentos históricos, fotografías, equipos de iluminación de distintas épocas (que van desde el aceite hasta la electricidad) y curiosidades como sellos y cómics, hasta calcetines estampados con faros. Un museo que es más visitado de lo que él mismo pudiera haber pensado.
“La gente no se imagina cuántos sueñan con ver un faro por dentro. Yo pensaba que eran veinte, pero han venido miles”, cuenta sorprendido.
Un faro y museo para la historia
El museo atrae cada año a miles de personas, aunque para acceder es necesario solicitar cita previa a la Autoridad Portuaria. En sus salas se exhiben retratos de los fareros de Almería y Granada desde 1863, además de las 26 mujeres que se incorporaron al cuerpo a partir de 1969, junto con la fotografía de Mercedes Martínez Marín, la única habitante nacida en la isla de Alborán.

En el exterior, el faro sigue operativo: su alcance oficial es de 23 millas (40 kilómetros más o menos), aunque Sanz Cruz afirma haberlo divisado a 70 millas en noches despejadas. Como tantos otros fareros con larga trayectoria, ha vivido en primera persona los peligros de las tormentas: “Los rayos son lo peor. Te pueden partir paredes o romper la óptica entera.”
Un profesión casi extinguida
Con la jubilación de Mario, en Andalucía quedan apenas unos pocos fareros en activo, destinados en enclaves como Chipiona, Estepona o Cabo de Gata. “El día que nos jubilemos los que quedamos, se acaba el cuerpo de faros”, concluye.
Ahora tiene un reto, que no es otro que mantener su museo. Con este objetivo ha creado la asociación ‘Amigos del Faro de Mesa Roldán’, con más de 730 socios, y ha pedido a la Autoridad Portuaria abrirlo con horario fijo. “En el peor de los casos la colección es mía y tendría que llevármela a otro sitio, pero no contemplo esa opción.”
Hace años algunas empresas ya intentaron construir allí un hotel o una casa rural con el fin de lucrarse, pero al ser parque natural y estar protegido consiguieron conservar el faro tal cual. Por ahora, la decisión está pendiente de una reunión esta misma semana de su jubilación, el próximo 27 de septiembre.
Continúa ampliando su museo
En paralelo, Mario sigue ampliando su colección: ha incorporado un telégrafo Morse, una radio de la Segunda Guerra Mundial y prepara nuevas exposiciones en la sala que instaló junto a su biblioteca. “Me da pena que se pierdan las cosas. Si alguien tiene algo de un faro y quiere dejarlo, aquí lo guardo.”
De cara al futuro inmediato, se proyecta al frente del museo, sin la obligación de desplazarse a otros faros (quedan tan pocos que todavía atiende varios a la vez—)y con más tiempo para escribir. Está trabajando en un libro sobre el faro de Alborán, aunque reconoce lo difícil que resulta localizar la documentación dispersa. Mientras lo comenta, acaricia la barandilla de su faro-museo con la naturalidad de quien no quiere desprenderse de ella, confiado en que su legado permanezca encendido.

