El pago de la hipoteca supone un importante gasto en la economía doméstica. Por este motivo, es importante conocer a qué préstamo se puede hacer frente antes de comprarse una vivienda e, incluso, iniciar la búsqueda. Son distintos factores los que se deben tener en cuenta, pero el más importante es saber cuáles son los ingresos fijos mensuales con los que se dispone.
Los expertos coinciden en que la deuda que vamos a asumir (el dinero que hay que devolver al banco) no puede superar el 30% de nuestros ingresos mensuales. De ese modo, si contamos con unos ingresos netos al mes de 1.500 euros, nuestra hipoteca no podría tener una cuota mayor a 450 euros mensuales; si contamos con 2.000 euros mensuales, la cuota no podría subir de los 600 euros; y, si disponemos de 3.000 euros mensuales (por ejemplo, porque se comparta gastos con la pareja), la cuota no podría ser mayor a 900 euros al mes.
Si se quiere llegar a finales de mes de forma cómoda, el Banco de España aconseja estrechar este porcentaje aún más: la deuda no debería superar el 25% de los ingresos mensuales. Cogiendo los ingresos anteriores (1.500, 2.000 y 3.000 euros), esta es la cuota de hipoteca que podríamos asumir: 375, 500 y 750 euros respectivamente. Sin embargo, hay otros factores a tener en cuenta, como son los ahorros disponibles, la financiación que nos brinda el banco y la edad del solicitante, que determina el plazo que se tiene para pagar la hipoteca y, por ende, el dinero que se pagará en la cuota.
Dinero máximo que podemos pagar por una hipoteca
El dinero que tenemos ahorrado también nos permite calcular la cantidad máxima de capital que podemos invertir en una vivienda. Se recomienda que los ahorros ronden el 30% del precio del inmueble, por lo que solo habría que multiplicar por 3,3 los mismos para saber el valor de la casa o el piso que podemos comprar. Por ejemplo, si se tienen 20.000 euros ahorrados, se podrían invertir 66.000 euros en una vivienda.
Los ahorros también condicionan, junto a la edad, la cuota que vamos a pagar de forma mensual por nuestra hipoteca. Teniendo en cuenta que los bancos suelen conceder, como máximo, el 80% del valor del inmueble, se debe tener ahorrado como mínimo sobre el 20% del precio de la vivienda. Explicado con un ejemplo práctico, si la vivienda cuesta 80.000 euros, se deberían tener ahorrados unos 16.000 euros (20%).
Asimismo, hay que contar con los gastos asociados de la hipoteca, que suelen costar el abono de un 10% adicional (de ahí el 30% inicial que se solicitaba al principio). Entre ellos se encuentra la escritura, los gastos de tasación, la inscripción en el Registro de la Propiedad, el impuesto de actos jurídicos documentados o el IVA. Por último, también influye la edad del solicitante.
Si se es demasiado joven, se puede contar con pocos ahorros e inestabilidad laboral, por lo que aumentaría el riesgo de no poder asumir el préstamo y, en consecuencia, las entidades bancarias podrían no aprobar la financiación. Sí que se podrían beneficiar de los plazos de amortización: tendrían más tiempo para pagar la hipoteca, poniéndola a más años, aunque esto también implica que se paguen más intereses.
Al contrario, si la persona que pide el préstamo es mayor, tendrá menos tiempo para pagar la hipoteca, por lo que las cuotas serán más altas aunque se paguen menos intereses. Su punto a favor es que, probablemente, cuenten con mayores ahorros y estabilidad financiera (por ejemplo, no se corre el riesgo de perder una pensión de jubilación). Atendiendo a este criterio, los bancos suelen fijar la edad máxima para pedir un préstamo hipotecario en 75 años.
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