En España hay muchos jóvenes que se ven obligados a aceptar trabajos con salarios precarios, lo que les imposibilita acceder a una vivienda o tener una vida estable. Es ahí donde entran en juego diferentes países de Europa y, especialmente, Suiza. Este país, como la mayoría de los países del centro y norte de Europa, cuenta con salarios altos que, sumados a la posibilidad de poder trabajar allí sin necesidad de visado, lo convierten en un destino aún más atractivo.
Este es el caso de Sara Martínez, una burgalesa de 22 años que emigró hace dos años al país alpino, lo cuenta en una entrevista para el canal MeVoyalMundo. “Yo trabajando de camarera y trabajando en supermercado estoy ganando más que un ingeniero en España. No conozco ningún ingeniero que esté ganando 5.000 euros al mes”, confiesa.
Te puede interesar
David, dueño de una carnicería: “Mis padres estuvieron a punto de arruinarse y hoy movemos hasta 60.000 euros al mes”
Cristian, albañil, habla claro sobre su sueldo: “Empecé cobrando 450 euros y en 2015 vivía de alquiler. 10 años después tengo 4 casas, un taller de coches y si quiero un coche voy y me lo compro”
Sara llegó a Suiza con 20 años y una maleta cargada de esperanzas. “En Madrid veía que no se ganaba mucho dinero y ser independiente es muy caro. Entonces dije: ¿cuál es el país que tengo más cerca de España en el que se pueda ganar bastante dinero?”. La respuesta fue clara: Suiza, a solo dos horas de vuelo desde su Burgos natal.
De niñera a casi 5.000 euros al mes
Como muchos españoles que emigran, Sara empezó desde abajo. “Empecé como todo el mundo, de niñera (au pair), cuidando niños. Encontré el trabajo por internet en la tercera solicitud, tuve suerte”. Las condiciones como au pair eran duras: “Tenía un horario de 7 de la mañana a 12, media hora de pausa, y luego hasta las 5 o 6 de la tarde. Pero cuando estás en casa con los niños, estás 24 horas al día, los siete días de la semana. No descansas”.
El salario inicial rondaba los 600 francos, muy por debajo de lo que necesitaba para vivir en un país donde “un pedacito de salmón chiquitito cuesta 15 euros y vi un pollo el otro día por 50 euros”. Pero era el primer paso para conseguir el permiso de trabajo, imprescindible para establecerse legalmente. Es decir, no es necesario Visado, pero sí sacar el permiso de trabajo.
Actualmente, Sara explica que combina dos trabajos que son en un supermercado con un 60% de jornada (unos 2.300 euros netos) y otro en un bar de shishas donde trabaja según la demanda. “Con los dos trabajos, limpios me sacaría casi 5.000 francos al mes” (unos 5.347,85 euros al cambio), explica, aunque reconoce que el ritmo es agotador: “Llego a casa a las 11 de la noche y me levanto a veces a las 5 de la mañana. No creo que aguante mucho porque estoy muy cansada”.
“Llevo dos años y no entiendo nada de alemán”
Uno de los mayores obstáculos es el idioma. “El alemán es el idioma más difícil del mundo, y encima aquí es un dialecto, es suizo alemán. Llevo dos años y no entiendo ni papa”, confiesa Sara. Esta barrera lingüística limita a la hora de encontrar trabajo “Aquí te piden alemán sí o sí, o inglés. Yo gracias a Dios sé inglés, entonces al principio me defendí” explica.
La falta de dominio del idioma también afecta al techo salarial. “Sin alemán, más de 4.000 o 5.000 francos no voy a ganar, y eso que estoy en dos trabajos”, lamenta. Para quienes aspiran a mejores puestos, el consejo de Sara es claro: “Como no te pongas las pilas y te pongas en una escuela todos los días intensivo, no lo consigues”.
“Por menos de 2.000 euros no encuentras piso”
Encontrar vivienda es otro calvario. “Por debajo de los 2.000 euros no encuentras nada en Zúrich”, advierte Sara, que vive en Spreitenbach, a 25 minutos del centro. Su estudio diáfano de apenas “7 metros por siete” le cuesta una fortuna, pero prefiere la independencia: “Un piso de tres habitaciones normal y corriente cuesta 2.000 francos o más”.
La paradoja suiza es evidente. ”Si no tienes casa no puedes trabajar, y si no tienes trabajo no tienes casa. Es muy complicado” explica. Muchos recurren a habitaciones compartidas que oscilan entre 600 y 700 euros, pero incluso así, “hay mucha gente interesada y dan prioridad a los estudiantes”.
“No vuelvo a trabajar por 1.000 euros al mes”
A pesar de las dificultades, Sara lo tiene claro: “Yo no vuelvo a trabajar por 1.000 euros al mes. En España trabajas para vivir, trabajas para sobrevivir. Si te sobran 10 o 20 euros al mes es mucho”.
Con disciplina, asegura que se pueden ahorrar hasta 2.000 francos mensuales, “pero eso sin salir, sin comer salmón, es una vida muy restringida que al final te aburres”. Al año, calcula que puede guardar unos 25.000 francos, “pero comparado con lo que gana la gente de aquí, para ellos no es nada. Aquí hay gente ganando 6.000, 7.000, 8.000 francos al mes”.
“Aquí la gente se queda flaca, va a España, engorda y vuelve”
El coste de vida es brutal. Sara gasta unos 250 francos al mes en comida, siendo muy austera. “Aquí toda la gente que he conocido se queda así, flaca, y luego va a España, engorda, y vuelve a venir aquí y se queda otra vez así”, bromea con amargura.
Pero no todo es dinero. La soledad pesa como una losa. “Suiza es un país donde la gente está muy centrada en trabajar. Solo piensan en dinero, dinero, dinero. Hay mucha soledad. Si no vienes acompañado o no eres muy fuerte de mente, aquí te deprimes”, advierte.
“Hay que ser muy fuerte mentalmente”
Sara no endulza la realidad y explica por qué eligió Suiza. “Yo he venido aquí para tener un futuro mejor, pero no es oro todo lo que reluce. Es muy complicado, muy difícil. Tienes que ser muy fuerte mentalmente, tener claro qué es lo que quieres”.
Para quienes piensan emigrar, su recomendación es clara: “Que vengan, que se busquen la vida, porque te abre la mente y te hace valorar las cosas que tienes en tu país”. Pero avisa: “No vengáis pensando que vais a aprender alemán en un mes. Está todo lleno de extranjeros, los suizos son muy cerrados, muy fríos”.
El mensaje final de Sara es contundente: “Hay que ser fuerte y seguir adelante, luchar por lo que tú quieres. Si no lo haces tú, nadie lo va a hacer por ti”. Una lección de vida desde los Alpes suizos que pone en perspectiva el precio real del sueño europeo.