“Gano casi 2.420 euros netos al mes como ingeniero en una oficina de diseño en París. Es una suma considerable para mí. Crecí en Dordoña en una familia modesta. Mi padre, carpintero de formación, es instalador de cocinas. Mi madre es cuidadora” comienza relatando el joven Hugo, que ve en sus padres un ejemplo a seguir, a pesar de que él tenga un mayor salario a día de hoy.
No solo sus padres han sido unos ‘currantes’ toda su vida, también lo eran sus abuelos, de los que también aprendió mucho: “eran agricultores, y dentro de su familia, ella ya tenía un alto nivel de cualificación, siendo la única que había completado el bachillerato” detalla Jorge, que también destaca que él ha sido el miembro familiar que más títulos ha conseguido: “Soy quien más estudios ha completado, con mi escuela de ingeniería y mi bachillerato”.
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“No tenía pensado cursar estudios tan avanzados”
“No tenía pensado cursar estudios tan avanzados, ni siquiera irme de la región. Fueron los profesores de mi instituto en Périgueux quienes me animaron a hacerlo durante mi último año de secundaria” explica Hugo, en una reciente entrevista con el medio Le Monde.
Tras ser animado por profesores y familiares, finalmente se decantó por las ciencias, al ver que era uno de sus puntos fuertes estudiando: “Como se me daban bastante bien las ciencias, un profesor de física me aconsejó que tomara una clase preparatoria. Algunos profesores de ciencias habían organizado clases particulares adicionales para un grupo pequeño al principio del curso escolar”.
Para Hugo, cursar estudios universitarios no fue sencillo al principio. “Me aceptaron en el programa superior de matemáticas en Burdeos y tuve que irme. Cuando mis padres me dejaron en la habitación de servicio, al principio fue muy difícil. Pero conocí amigos y me acostumbré”, detalla.
“Al terminar la preparatoria, me mudé esta vez al otro lado de Francia para incorporarme a Centrale Lille. En la preparatoria, nuestro estilo de vida austero nos impedía gastar, así que me las arreglé bien con mi beca estatal y mi beca al mérito (entre 200 y 300 euros al mes en total). La cosa se complica en una gran escuela. La vida social allí es intensa y muy importante”, comenta el protagonista al respecto de cómo tuvo que superar dificultades económicas y a la hora de socializar, fuera de su zona de confort.
"Brecha financiera" con amigos y compañeros
Hugo no tardó en sentir “una brecha económica” con sus compañeros y amigos. “La mayoría provienen de familias muy adineradas, y para ellos es normal multiplicar las salidas y actividades, o ir a la quesería a comprar antes de una fiesta”. Es tal la diferencia económica con ellos que incluso le hace sentir mal y tener que ir al límite con sus finanzas: “Me da mucha vergüenza rechazar invitaciones por motivos económicos o mencionar mis dificultades económicas. Ya no tengo beca de mérito; solo recibo mi beca estatal (entre 100 y 200 euros al mes) y unos 500 euros de mis padres, apenas lo suficiente para pagar el alquiler, que ha subido. Pero intento seguir el ritmo de mis amigos y su estilo de vida. Recurro a mis ahorros. Gasto mucho en su compañía y luego me limito al máximo el resto del tiempo”.
Las dificultades en su carrera de estudios no cesaron, ya que tuvo que ir a París para hacer las prácticas del último año y no le fue sencillo encontrar donde vivir: “tuve muchas dificultades para encontrar alojamiento. Necesitaba avalistas, y mi madre ganaba unos 1.200 euros al mes, mi padre unos 2.000 euros: al parecer, no era suficiente para los caseros. Tuve que pedirle a mi primo parisino que actuara como avalista”.
Después volvió a sentir esa diferencia económica, pero al revés, con sus padres
Todo cambió cuando cobró un sueldo por trabajar la primera vez: “Cuando recibí mi primer sueldo tras terminar la escuela (unos 2.100 euros netos) fue una locura. Estaba empezando mi vida profesional y ya ganaba bastante más que mi madre al final de su carrera. Me sentí intranquilo”.
“Mis padres se alegran por mí, pero me da un poco de vergüenza ganar tanto, al ver a mi madre, cuidadora, con un trabajo tan difícil. Como no le pagaban lo suficiente, tenía que ir a fregar platos a un restaurante los viernes por la noche durante cuatro horas para ganar 40 euros. Ella, que se ha dañado tanto en el trabajo, merece un sueldo mejor que yo: tengo un trabajo fácil, frente al ordenador, y lo considero menos útil para la sociedad”.
A pesar de ganar más que sus padres, declara tener un salario menor que el de sus amigos ingenieros: “¡gano menos que gran parte de mis colegas ingenieros! Elegí un camino peor pagado: la descarbonización corporativa. El problema del cambio climático me afectó duramente durante mi época estudiantil, en 2019-2020. En el sector medioambiental, al que me incorporé tras esta concientización, el crecimiento salarial es menos espectacular que en otros sectores. Pero eso no es un problema. Tengo la suerte de vivir con mi novia, que gana lo mismo que yo, en un piso donde compartimos el alquiler por 650 euros cada uno”.
“Intento ahorrar unos 1.000 euros al mes. Ahorro con la esperanza de algún día poder comprar un piso o una casa sin tener que pedir prestado. La perspectiva de tener que devolver un préstamo me preocuparía demasiado: no quiero verme en apuros. Durante mis estudios, podría haber cursado una doble titulación con la escuela de negocios Edhec, pero nunca lo consideré porque no quería empezar la vida con un préstamo de 30.000 euros a cuestas”.
“Construyendo estabilidad”
El dinero que ahorra es para aportarle estabilidad ya que, para él se trata de “una red de seguridad en caso de necesidad”. Hugo recalca que intenta controlar bien sus finanzas para no malgastar el dinero, como le enseñó su familia: “No trabajo para malgastarlo todo, sino para construir mi estabilidad. Es una continuación de la educación familiar. De pequeño, rara vez íbamos a restaurantes, nunca de vacaciones en el extranjero. Desde mi infancia, he mantenido hábitos muy frugales. Gasto con cuidado por miedo a perderme algo. Pero también porque corresponde a un estilo de vida ecológico al que aspiro. De hecho, mis padres, como mucha gente con poco dinero, son ecológicos sin tener la palabra: consumen poco, tienen su huerto, sus gallinas y recogen agua de lluvia”.
“Por mi parte, soy vegetariano, y mi novia y yo cocinamos mucho, en lugar de comer fuera. Casi nunca he volado, pero tengo deseos sencillos para mis vacaciones: unos días en canoa por la Dordoña con amigos. Gastar poco es una forma de evitar tener demasiadas necesidades, porque uno se acostumbra rápidamente al dinero. Tengo amigos que no pueden dejar sus trabajos, ni siquiera cuando las cosas van muy mal, porque no quieren renunciar a su nivel de vida”, relata sobre su día a día y su forma austera de vida.
Para terminar, Hugo anticipa que dentro de poco empezará a cobrar más al pasar el periodo de prueba: “En mi nuevo contrato indefinido, mi salario pasará a ser de 4/5 al finalizar mi periodo de prueba. Este fue uno de mis criterios para cambiar de trabajo, algo que hablé directamente durante mis entrevistas. Ganaré menos, pero quería tener tiempo libre para proyectos personales, sobre todo para escribir. Desde hace un tiempo, he estado entrevistando a mi madre sobre su vida como cuidadora, con la idea de centrar su trabajo en una novela que estoy escribiendo”.