La preocupación por el problema de las okupaciones no deja de crecer, pero no todos los casos son lo que parecen. A veces, el rostro de un okupa no es el de un grupo organizado o una persona joven, sino el de una anciana de 80 años con tres gatos. Lo que empezó como un acto de solidaridad se ha convertido en una auténtica pesadilla para los voluntarios de la Escuela de Gatos de Neuvecelle, que en acto de buena fe intentando ayudar a la anciana, ahora acumulan miles de euros en gastos y están al borde del cierre.
“Solo queríamos tenderle una mano”, explica Patricia Dolciani, presidenta del refugio de gatos de Neuvecelle (Alta Saboya, Francia), mientras relata la pesadilla llevan viviendo 5 años al medio francés ‘F3’. Su problema con la okupa comenzó en 2020, cuando varios voluntarios encontraron a una anciana en bata y pantuflas en la acera, acompañada de sus tres gatos. No lo dudaron, “como teníamos un pequeño estudio en la planta baja, vino aquí”, cuenta Marinella Emery, una voluntaria del refugio.
Lo que no imaginaban es que ese gesto solidario acabaría casi con el futuro del refugio y de los animales a los que ayuda. Según relata la voluntaria, tras acogerla “la anciana se apoderó rápidamente de tres habitaciones del primer piso. Cambió las cerraduras y, poco a poco, se instaló como si la casa fuera suya”. Y no solo eso, puso cadenas y candados en las puertas, llenó las salas de cuarentena de los gatos con sus cosas, dejándolas inutilizadas.

No pueden atender a los animales y sus gastos se multiplican
La presidenta del refugio explica en el medio el gran impacto que ha tenido en la Escuela de gatos la okupación de la anciana. “Antes podíamos poner a los gatos en cuarentena de 7 a 15 días para asegurarnos de que no estaban enfermos. Ahora ya no podemos”.

Calcula que solo por culpa de la okupación y el bloqueo de las habitaciones y las salas de cuarenta de los animales han perdido la capacidad de cuidar a decenas de gatos. Además, en tres años, han perdido a 15 voluntarios y las facturas se han disparado. “Tengo 7.700 euros en facturas de luz al año, cuando antes eran 3.500. Lo único que ingresamos es gracias a las pensiones. Ya no tenemos donaciones porque la gente ya no tiene dinero”, explica.
La asociación, que se mantiene gracias a las donaciones y al trabajo de los voluntarios, se encuentra ahora al límite. “Si no conseguimos que esta persona se vaya, cerraremos la Escuela de Gatos”, advierte Dolciani.
Ni siquiera una sentencia judicial, dictada en noviembre de 2024 por el tribunal de Thonon-les-Bains y que ordenaba el desalojo inmediato de la okupa, ha servido para desbloquear la situación. “Nos dijeron que siguiéramos las normas, así que gastamos 2.000 euros en un abogado y ganamos”. Sin embargo, la anciana sigue instalada en el refugio. “Tenemos la impresión de que los matones, los okupas, tienen todo el derecho. Y quienes querían tender la mano se llevan la peor parte. Nos sentimos abandonados”, denuncia la presidenta.
Mientras tanto, la mujer de 80 años apenas sale de las habitaciones y el refugio sobrevive esperando que la justicia actúe de verdad, viendo como los gatos callejeros de la zona salen perjudicados.

