Loli García entra cada mañana en su pequeño taller de alfarería de Níjar, en Almería, con la misma pasión de siempre. A sus 77 años, es una de las últimas artesanas que resisten en la comarca. “Aquí es que soy muy feliz y me gusta muchísimo venir, pero ya vengo por hobby porque ya soy mayor y ya no puedo trabajar”, admite durante una entrevista para NoticiasTrabajo.
Desde que era una niña, esta veterana alfarera almeriense se volcó en las labores del oficio: moldeaba, pintaba y rameaba (como se llama realmente a decorar la cerámica a mano), pero si algo ha aprendido en todos estos años, es que la belleza de una pieza no compensa la dureza del trabajo ni la falta de relevo generacional.
La mujer, viuda y jubilada, cuenta que antiguamente sí había quienes se dedicaban a la alfarería, “pero había que echarle muchísimas horas, se trabajaba de día y de noche y se malvivía”, recuerda con nostalgia sobre el oficio que ha marcado su vida.
Lo que más llama la atención de la alfarería
Hoy en día, su taller, ‘Alfarería Ángel y Loli’, se ha convertido en refugio y escaparate: los turistas y más curiosos visitan a la mujer mientras pinta fuentes y platos con los colores típicos de la zona. Además, todo aquel que vaya puede disfrutar de un rato agradable mientras decora su propia pieza en compañía de Loli.

Así, la alfarería resiste, pero a duras penas. “Ahora se está valorando más porque yo creo que el público comprende lo que es el trabajo hecho a mano”, afirma Loli, que reconoce el cambio de mirada pero también la falta de gente nueva en el sector. “Si hubiera gente que enseñara sobre alfarería o que hubiera ayudas para poner una alfarería, las personas que lo hicieran se sentirían muy felices porque es un trabajo muy bonito, es un trabajo que le llena a la persona que lo hace y un trabajo que también le gusta al público que lo ve”, comenta.
Pero Loli no es solo referente para el que se acerca a su taller por curiosidad, sino también para quienes ven en ella un ejemplo de vida activa. “Muchos me dicen que quisieran ser como yo, sobre todo si son personas mayores”, relata, orgullosa. Y, aunque solo sea “por hobby”, la veterana mujer demuestra que la vocación no tiene fecha de caducidad y asegura que mientras “pueda estar de pie” seguirá yendo a su rincón porque “la vida es muy corta y si estamos entretenidos, pues al menos somos felices”, concluye.

