La falta de personal que quiera trabajar en la construcción española es más que latente, pricipalmente por la falta de relevo generacional y por la dureza de este trabajo. Es por eso que cada vez más latinos que llegan a España buscando una oportunidad laboral cogen este tipo de trabajos, como el caso de Albino. Muchos llegan sin experiencia previa en el sector y terminan sosteniendo, con esfuerzo y constancia, una industria que difícilmente podría funcionar sin mano de obra extranjera.
Es el caso de Andrés Tavera, un colombiano que hoy trabaja como peón en una empresa de demoliciones en Castellón y que ha contado su historia en el canal de YouTube Anibal Spain. Su testimonio refleja una realidad cada vez más común: la de quienes deben reinventarse por completo para construir, en sentido literal y figurado, una nueva vida.
Empezó trabajando “de domingo a domingo”
Antes de llegar a España, Andrés jamás había pisado una obra. Su vida en Colombia era otra, ya que trabajaba como “asesor comercial, vendía productos importados de dulcería a comercios mayoristas”, recuerda.
El salto no pudo ser más brusco. De negociar con clientes en Bogotá a cargar escombros en la Comunidad Valenciana, donde aterrizó junto a su pareja y su hijastra. A España llegó sin conocer apenas a nadie, como otros tantos que vienen de otros países, y le tocó empezar desde lo más básico.
Su primer trabajo en España no fue en la construcción, sino como segurata en un chiringuito de playa en Burriana. Al principio no tenía un buen horario y trabajaba prácticamente todos los días.
“De siete de la tarde a nueve de la mañana. Todos los días. Domingo a domingo”.
Su primer sueldo fue de 40 euros por jornada, según declara: "A mí me pagaban 40 euros el turno; al mes me sacaba 1.200”. Eso sí, trabajaba “de domingo a domingo” y tenía que hacer “un poco de todo”: limpiar mesas, lavar platos, ordenar el local… “Uno no se puede caer los anillos”, admite.
El boca a boca como herramienta
Frente a la idea extendida de que conseguir empleo requiere aplicaciones, portales o contactos profesionales, Andrés desmonta el mito:
“Todo lo conseguí por recomendación. El boca a boca. Preguntar. Ir a un lado y otro. El que busca, encuentra”.
Ni apps, ni webs, ni intermediarios. Solo constancia y la disposición a aceptar cualquier tarea durante los primeros meses.
Tras su etapa en el chiringuito, pasó por limpieza en obra y pequeñas reformas. Otro caso más de un colombiano trabajando en la construcción. Poco a poco, el camino lo llevó hasta una empresa especializada en demoliciones y retirada de amianto, un sector donde la demanda de personal es estable y suele ofrecer contratos con seguridad social.
Cuánto gana un trabajador de demolición en España
Hoy Andrés trabaja con contrato y permiso de trabajo gracias a un proceso de asilo. Su salario actual ronda el salario mínimo, según explica “Estamos con el salario mínimo, unos 1.250 euros, más todas las prestaciones de ley”, afirma.
La cifra está en línea con el SMI y refleja el punto de partida habitual para un peón sin experiencia previa.
Pese a que “no es fácil, porque en mi país hacía otra cosa”, siente que la vida aquí compensa de otras maneras: “Sobre todo, la tranquilidad. En Colombia hay mucha inseguridad. Aquí puedes caminar con el móvil en la mano sin miedo”.
Para miles de trabajadores migrantes, esa percepción es tan importante como el salario.
Paga solo 350 euros de alquiler
Andrés vive con su familia en Burriana, donde paga 350 euros de alquiler, una cifra difícil de encontrar en ciudades grandes.
El empadronamiento, paso clave para acceder a la vivienda y otros servicios, tampoco fue imposible para él, que lo consiguió gracias a las facilidades que le dio el dueño de la casa. “Lo primero que hablamos con el dueño fue que necesitábamos empadronarnos. Él vive en Francia, pero envió todo para que pudiéramos hacerlo”, recuerda.
Su estrategia para llegar a fin de mes se basa en disciplina y evitar caprichos, como salir a comer fuera.
“Traigo la comida de casa. Si comes cada día en el bar, se te va el sueldo”.
No se marca un objetivo de ahorro fijo. Prefiere trabajar por metas: primero pagar los tres meses de fianza del piso, luego comprar un coche… “Poco a poco,” dice, “vamos tirando para adelante”.
La obra: un oficio duro, pero con oportunidades
El trabajo de demolición está lejos de la imagen clásica del albañil. Requiere maquinaria pesada, compresores, taladros neumáticos y, en ocasiones, protocolos para retirar amianto.
Aun así, Andrés lo tiene claro cuando le preguntan si recomendaría este oficio a un recién llegado: “Sí. Si usted pregunta, si recomienda, si es constante, se puede conseguir trabajo”.
En un sector que necesita mano de obra, la actitud sigue abriendo más puertas que la experiencia.
“Aquí se vive mejor”
El sueldo no es alto, reconoce. El esfuerzo físico es considerable. Y la adaptación cultural exige paciencia. Pero cuando Andrés resume por qué sigue en España, su respuesta es simple: “Es un cambio totalmente diferente. La tranquilidad de aquí no tiene comparación”.
Su historia no es excepcional. Es representativa de miles de trabajadores que han encontrado, en la construcción española, una oportunidad para empezar de nuevo. No todos se convierten en oficiales ni cobran sueldos elevados, pero sí logran algo que en muchos de sus países es un lujo: estabilidad.
Y, como él mismo dice, constancia y boca a boca: dos herramientas tan antiguas como efectivas en un oficio que España necesita más que nunca.

