Un repartidor de paquetería cuenta su experiencia trabajando en un sector que está en auge pero que no por ello está mejor pagado o existen mejores condiciones. En una reciente entrevista del canal Talent Match (@talentmatch.es), el trabajador sorprende cuando le preguntan a qué se dedica: “Pues mira, soy repartidor”. Un sector clave en la actualidad por el auge del comercio online, pero que no ha mejorado sus condiciones ya que, como dice este repartidor, el sector no está nada bien: “Actualmente el sector está bastante destrozado”.
Estudió electrónica y reparte desde los 18 años, pero lo que más le pesa no es el tiempo que lleva trabajando, sino la comparación con el pasado, cuando incluso tenían mejores condiciones al no estar tan masificado. “Antes éramos menos empresas, la paquetería era menos volumen, unos precios un poco más elevados, con lo cual tanto la empresa como los repartidores se ganaban más o menos bien la vida”, explica este hombre.
Hoy, tal y como cuenta de su experiencia, es un mercado muy fragmentado, con más paquetes y tarifas más bajas que hacen que el trabajo no merezca la pena para el sueldo que ganan: “Sigues ganando lo que hace 20 años y trabajando el doble”.
Cuando le preguntan por su sueldo, no duda: “1.800 euros, 1.700 euros”. Un salario que, contextualizado en jornadas cada vez más intensas, deja entrever el verdadero malestar: más kilómetros, más paradas, más presión por tiempos… para acabar con una nómina que no ha evolucionado al mismo ritmo que la carga de trabajo.
El testimonio no va de nostalgia, sino de estructura: si el precio por paquete cae y la exigencia por reparto sube, alguien paga la diferencia. Y, según él, la están pagando en la base: autónomos y asalariados que sostienen la última milla con márgenes cada vez más finos. Lo dice sin dramatismo, pero con crudeza: “El sector está destrozado”.
La entrevista ha encendido un debate que ya asoma en muchos descansos de furgoneta: ¿quién asume el coste real de que todo llegue “mañana”? ¿Se puede vivir dignamente repartiendo si el precio no acompaña al esfuerzo? Más allá de lo anecdótico, el vídeo deja dos preguntas incómodas sobre la mesa: ¿quién va a repartir mañana? ¿Y cuánto merece cobrar?
