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Bill Howell, 61 años, tras más de 600 rechazos sigue buscando trabajo: "Ahora me veo obligado a solicitar prestaciones"

Los trabajadores de mayor edad cada vez tienen más difícil conseguir un empleo y dependen solo de las prestaciones.

Bill Howell en su casa con su gato
Bill Howell, 61 años, tras más de 600 rechazos sigue buscando trabajo: "Ahora me veo obligado a solicitar prestaciones" |Jeff Gilbert - The Telegraph
Antonio Montoya
Fecha de actualización:
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Un hombre ha solicitado más de 600 empleos solo en los últimos 10 meses y ha llegado hasta el punto de evitar poner su edad en el CV para no ser rechazado más por este motivo. Tras tantos rechazos, se ha visto obligado a solicitar prestaciones y ahora depende puramente de los beneficios sociales hasta que pueda pedir su pensión estatal. Al igual que en España, donde hemos visto recientemente como la tasa de paro en personas mayores de 55 años supera al del grupo que tiene entre 25 y 55 años, en otros países como Reino Unido ocurre lo mismo.

Bill Howell, de 61 años, es Ingeniero y técnico de radiodifusión con una alta cualificación y décadas de experiencia en industrias creativas, incluso en puestos directivos, lo que no le ha facilitado aún así la búsqueda de un nuevo empleo. Cuando ya tenía alrededor de 45 años empezó a notarlo. No era que no hubiera trabajo: había solicitado más de 600 empleos solo en los últimos 10 meses, 400 de ellos en el sector en el que se formó. Solo que cuando llegaba a la fase de entrevistas siempre se repetía el mismo patrón: era rechazado por su edad.

“Recibía una invitación a una entrevista personal y en ese momento notaba que la actitud de la gente cambiaba en cuanto se daban cuenta de que era mayor. Luego volvían y me daban alguna excusa absurda que no venía al caso”, dice. “Cuando intentas cuestionarlo, simplemente te ignoran”, afirma en una entrevista para The Telegraph.

Tiene 61 años, aunque ese dato no aparece por ningún lado en su currículum. De hecho, solo refleja los últimos 15 o 20 años de su trayectoria profesional. ¿El motivo? El miedo a levantar sospechas entre reclutadores más jóvenes, a los que cree que les resulta más cómodo contratar a gente de su misma quinta. Todo esto le ha pasado factura: la experiencia ha sido frustrante y bastante desmoralizante, sobre todo porque está convencido de que sigue siendo perfectamente válido para el puesto.

"Estoy en forma física y mentalmente y soy activo. No es que se me note la edad", admite Howell.

Aun así, ahora mismo se gana la vida como puede: trabaja como peón, barriendo suelos y empaquetando cajas, porque es lo único que ha logrado encontrar.

“Tengo todas estas calificaciones por las que trabajé duro y toda la experiencia para respaldarlas, y aún así aquí estoy empujando una escoba”, lamenta.

El pasado mes de octubre ni siquiera consiguió un empleo para el que estuviera claramente sobrecualificado, y no le quedó otra que pedir el subsidio de desempleo durante seis meses.

Una carga mental constante

“En otras ocasiones no me he molestado en reclamarlo por vergüenza”, reconoce. “Pero esta vez tuve que hacerlo”.

Ahora, él y su mujer se enfrentan a una situación límite: podrían perder su casa de tres habitaciones en Slough, Berkshire, donde llevan viviendo décadas, y verse obligados a mudarse a una zona mucho más barata para poder salir adelante.

“Psicológicamente, es una carga enorme”, admite. “Soy bastante fuerte, pero hay momentos en que se vuelve muy duro”.

El caso de Howell no es una excepción. Según un estudio publicado este mes por el Centro para la Justicia Social (CSJ), casi dos millones de personas mayores de 50 años están solicitando prestaciones, una cifra récord. Son 600.000 más que hace unos años entre quienes tienen entre 50 y 64 años y están en paro cobrando ayudas. El informe apunta a que el aumento se debe, en parte, a más trabajadores mayores que alegan enfermedades de larga duración, un fenómeno que ha crecido un 21% desde 2015.

Pero también hay muchos como Howell: personas con capacidad y ganas de trabajar que se quedan fuera por otros motivos. Entre ellos, las cargas de cuidados, la falta de empleos adecuados o, directamente, la discriminación por edad, según denuncian quienes buscan trabajo y los colectivos que los apoyan. Y las consecuencias van mucho más allá de los casos individuales.

“El talento, la sabiduría y la experiencia se están filtrando de nuestra fuerza laboral a un ritmo alarmante, con un número récord de personas mayores de 50 años que ahora reciben beneficios por desempleo”, advierte Joe Shalam, director de políticas del CSJ.

Desde el think tank reclaman objetivos de empleo específicos para mayores de 50, mejores servicios de salud laboral que eviten que estos trabajadores queden inactivos y un sistema reformado de evaluación de la aptitud física, para que quienes puedan trabajar reciban el apoyo necesario para mantenerse en activo. Todo ello, señalan, también mejora los resultados en salud. Sin embargo, los datos muestran que muchas personas de mediana edad están quedando fuera de ese círculo virtuoso.

“Es desgarrador leer historias de trabajadores talentosos y cualificados de entre 50 y 60 años que ya no encuentran el tipo de trabajo en el que destacaban a los 30 y 40”, señala Tracy Riddell, directora sénior del programa de empleo para personas mayores del Centro para un Envejecimiento Mejor. “La capacidad de estos trabajadores para desempeñar bien su trabajo no ha cambiado. De hecho, la experiencia solo ha aumentado su capacidad. Lo único que ha cambiado es su edad, y eso nunca debería ser motivo de exclusión laboral”.

Vergüenza, humillación y desgaste

Riddell explica que esta situación no solo puede tener un impacto “desastroso” en las finanzas personales y en la planificación de la jubilación. La lucha constante por encontrar empleo (y, en algunos casos, verse empujados a vivir de ayudas) también pasa una factura mental importante.

“Muchos trabajadores mayores de 50 años en esta situación han expresado su vergüenza por no poder mantener a su familia y la humillación de no ser considerados valiosos por sus empleadores”, afirma. “Esto deja a los trabajadores mayores dudando de su propia capacidad y valía, y con un profundo pesimismo sobre su futuro”.

El problema también afecta al conjunto de la economía. El CSJ alerta de que el fuerte aumento de personas mayores sin empleo es un “desastre económico y una oportunidad perdida”, justo cuando el crecimiento es más necesario que nunca. Incluso un pequeño repunte del empleo entre la población de mediana edad podría suponer miles de millones de libras en ingresos fiscales y un ahorro notable en gasto social. Los activistas coinciden en este diagnóstico.

“Dado que el crecimiento económico es una prioridad en nuestro país y el envejecimiento de nuestra población, ya no podemos permitirnos ignorar las habilidades, el talento y la experiencia de los trabajadores mayores”, sostiene Caroline Abrahams, directora de la ONG Age UK. “Necesitamos dejar atrás el edadismo y crear mejores sistemas para ayudar a las personas mayores de 50 años a conservar su empleo, encontrarlo y reciclarse cuando sea necesario”.

Al borde del colapso

Mientras tanto, esta situación tampoco ayuda a aliviar la presión sobre el sistema de pensiones británico. Según el Gobierno, casi la mitad de los adultos en edad de trabajar no cotiza a una pensión privada. Pero en casos como el de Howell, no es por falta de previsión.

Desde octubre ha enviado unas 600 solicitudes de empleo y solo cuatro le han llevado a una entrevista. Su situación se acerca peligrosamente a un punto de no retorno.

“Nuestras finanzas están destrozadas y estamos a punto de que nos embarguen el coche”, cuenta. “Hemos tenido que echar mano de nuestros ahorros, hasta el punto de tener que vender objetos personales. Hemos renunciado a vacaciones, a excursiones, y ni siquiera hemos podido reponer cosas”.

Su mujer trabaja, pero cobra poco, y entre los dos no llegan ni al salario mínimo. "No es suficiente para que dos personas vivan", dice Howell.

En el pasado llegó a aceptar una rebaja salarial de 30.000 libras solo para seguir vinculado al sector en el que se había formado. Ahora, ni siquiera eso parece una opción.

“Antes, cuando estaba sin trabajo, confiaba en poder reconstruirme. Ahora siento que se me acaba el tiempo”, reconoce. “Por eso he estado luchando con uñas y dientes para intentar conseguir otro trabajo”.

No es el único. Ha oído relatos muy parecidos de otras personas mayores de 50 años. "En las redes sociales, a menudo encuentras gente que dice lo mismo", comenta.

Aunque la edad está protegida por la Ley de Igualdad, demostrar que una empresa ha discriminado por este motivo no es nada sencillo.

“Las empresas intentan darte razones por las cuales no te han contratado, si pueden, pero muchas no son relevantes”, explica Howell.

Sigue manteniendo la esperanza de volver a trabajar como ingeniero de radiodifusión. Pero si esa oportunidad no llega pronto, su jubilación será muy distinta de la que había imaginado.