Muchos piensan por desconocimiento o por la repetición de bulos que vapear puede provocar el llamado “pulmón de palomitas de maíz”. Aunque la mejor opción siempre será la de no fumar, independientemente de cualquier tipo de sustancia, lo cierto es que la ciencia señala que esta dolencia (cuyo nombre técnico es bronquiolitis obliterante) no está causada por el vapeo legal y regulado.
Así lo confirma el Servicio Nacional de Salud británico (NHS) que en su guía sobre mitos del vapeo explica que “el diacetilo está contenido en el humo del cigarrillo, pero está prohibido como ingrediente en los vaporizadores y líquidos electrónicos con nicotina regulados en el Reino Unido”. Esta prohibición se aplica desde 2016, año en que entró en vigor la transposición de la Directiva Europea de Productos del Tabaco en la legislación británica.
Pero ¿A que se debe este nombre? Pues, todo tiene su origen a comienzos de los 2000, cuando un grupo de trabajadores de una fábrica de palomitas en Estados Unidos desarrolló esta patología por inhalar, durante años, altas concentraciones de diacetilo, un aditivo aromatizante con sabor a mantequilla. Desde entonces, el término “popcorn lung” (en inglés) se popularizó y comenzó a usarse erróneamente para alertar sobre riesgos inexistentes en productos regulados.
La revisión de datos que cita el NHS concluye que, en países con control sanitario como el Reino Unido o Canadá, no hay casos documentados de bronquiolitis obliterante por el uso de e-líquidos legales. Los únicos hallazgos de diacetilo en vapeo se han dado en líquidos no regulados o de origen ilegal, lo que apunta a que el verdadero riesgo está fuera del circuito autorizado.
El vapeo no causa “pulmón de palomitas de maíz”
La bronquiolitis obliterante es una enfermedad crónica que cicatriza y estrecha las vías respiratorias más pequeñas, dificultando la entrada y salida de aire. Puede originarse por inhalación de químicos irritantes, por ciertas infecciones o tras daños graves en el tejido pulmonar, pero no por vapear líquidos regulados sin diacetilo.
Ahora bien, esto no quiere decir que vapear sea sano y seguro. El aerosol inhalado puede contener sustancias nocivas como el formaldehído, acroleína o metales los cuales son liberados por la resistencia del dispositivo, aunque hay que decir que en niveles mucho menores que el humo del tabaco. Aunque todavía no se conocen los efectos a largo plazo, y las autoridades sanitarias insisten y recomiendan en que los no fumadores, los menores y las embarazadas nunca deben vapear.
Ahora, NHS mantiene su recomendación de usar el vapeo como estrategia de reducción de daños solo para adultos fumadores que no logran abandonar la nicotina, recordando que el objetivo final debe ser siempre vivir libre de adicciones.
Prohibir no es la solución
El debate político añade más confusión. En países como España, la apuesta de Sanidad está en prohibir y en endurecer las restricciones al vapeo, es decir, equiparar estas alternativas menos dañinas al cigarro de combustión, mientras que la evidencia científica dice todo lo contrario, ya que la prohibición podría llevar a algunos fumadores otra vez de vuelta al cigarrillo tradicional, con el consiguiente aumento del riesgo para su salud. “El vapeo no es saludable, pero es mucho menos letal que el tabaco”, recuerdan desde el Servicio Nacional de Salud británico, pidiendo un enfoque “realista y matizado” que distinga entre productos legales y el mercado negro.
¿Por qué entonces persiste el mito? Porque las primeras advertencias contra el vapeo se centraron en ingredientes y formulaciones de hace más de una década, muchas veces fuera del marco regulado. Además, algunos estudios sobre toxicidad se han aplicado al conjunto de la población sin diferenciar entre líquidos de vapeo legales y los que no lo son, lo que ha llevado a conclusiones incompletas.
Aun así, la jerarquía del riesgo es clara. Primero, dejar la nicotina; si no se puede, mejor vapear productos regulados que fumar tabaco. Para quienes valoran su salud respiratoria (y en particular para quienes luchan por abandonar el cigarro), esta distinción puede ser la diferencia entre reducir el daño o perpetuar la exposición a las toxinas más peligrosas.

