El impacto de la pandemia provocó cambió la vida a muchas personas no solo a nivel laboral sino en el de la vivienda. Y así fue el caso de una inquilina que cuando comenzó el Covid se fue a Nantes a teletrabajar y cuando volvió a su piso en alquiler en París, no pudo entrar porque el casero creyéndola muerta lo había vendido.
Según relató su antiguo casero a Le Figaro Immobilier, tras varios años después de la pandemia, sin tener noticias de la inquilina, pensó que había fallecido e inició un procedimiento judicial para rescindir el contrato, cambiar la cerradura y vender la vivienda.
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El propietario aclara que nunca había tenido problemas con ella desde que compró el piso y subrogó el contrato de alquiler, pero en 2021, tras la pandemia, trató de contactar con ella sin éxito. No respondía al teléfono ni al correo electrónico, y vecinos y conserjes confirmaron que no la veían desde hacía casi dos años.
El casero pensó que había fallecido, pero el dinero del alquiler seguía llegando
A pesar de la ausencia de cualquier contacto, el pago mensual del alquiler continuaba llegando puntualmente. El casero quería vender el piso y necesitaba concertar visitas, pero no podía acceder al interior ni tenía autorización para entrar, algo que la ley francesa prohíbe expresamente sin consentimiento del inquilino, al igual que pasa en España.
Ante esta situación y tras consultarlo con su abogado, el propietario decidió iniciar lo que un procedimiento de rescisión judicial del contrato de arrendamiento. Según explicó el abogado, en el medio francés se enviaron funcionarios judiciales hasta diez veces en distintos días y horarios, pero nadie abrió la puerta.
El contrato incluía una cláusula que obligaba al inquilino a permitir visitas dos horas al día si la vivienda se ponía en venta. Al no haber respuesta durante ese tiempo a las notificaciones enviadas, el juez consideró incumplido el contrato y autorizó el desalojo.
Una vez ordenado el mismo, el casero esperó durante dos meses, que es el plazo legal para que el inquilino pudiera impugnar, antes de tomar medidas definitivas. Cambió las cerraduras, solicitó al banco que dejara de procesar los pagos automáticos del alquiler y vendió la vivienda.
El abogado reconoce no saber qué ocurrió con los muebles de la inquilina, aunque aclara que la ley obliga a almacenarlos temporalmente. Si el inquilino no los reclama en un plazo determinado, pueden ser destruidos o subastados.
Un año después, la inquilina reaparece
En el año 2023, el abogado del casero recibió la llamada de una compañera de profesión que representaba a la antigua inquilina, en la que le comunicó que la mujer acababa de intentar a su piso y no podía entrar. Nadie la había avisado de la rescisión judicial ni de la venta.
Según relató la letrada, su clienta se trasladó a Nantes durante la pandemia para trabajar en remoto y vivir en un entorno más tranquilo. Nunca dejó de pagar el alquiler, y mantenía el piso parisino como segunda residencia.
Sin embargo, al no haber respondido a ninguna notificación judicial y no haber estado presente durante el procedimiento, perdió legalmente el derecho a ocupar la vivienda.