A muchos trabajadores les ha pasado que tras esforzarse en un trabajo, dar lo mejor de ti y convertirse en esa persona capaz de resolverlo, ve que esa recompensa laboral nunca llega. Se podría decir que algo así como el efecto hámster en la rueda, en la que más que corres, nunca avanzas. Pues siento decirte, que no eres el único. A más trabajadores de los que imaginas les ocurre, y el motivo es más sencillo “y más incómodo” de lo que parece.
Mimi Oliván, coach laboral y divulgadora en redes, explica esta situación que tantos padecen en silencio y dice que no siempre el ascenso es un reconocimiento al mérito. En un vídeo publicado en Instagram plantea esta idea incómoda sobre las dinámicas de promoción en la que a veces, cuanto mejor haces tu trabajo, menos posibilidades tienes de salir de él.
“No te voy a promover porque, si no, ¿quién va a hacer todo lo que haces?”
Mimi lo explica de forma directa y clara: “No te ascienden porque eres demasiado bueno en tu trabajo. Vales demasiado en hacer eso. Eres quien lo hace todo bien, no molestas, estás ahí siempre, apagas todos los fuegos, resuelves”. Ese perfil añade, no se premia, se retiene.
“Lo que quieren las empresas es tenerte ahí. No te voy a sacar de un lugar que ya funciona solo”, afirma. Y es que, en su análisis, las organizaciones no suelen arriesgarse a mover a la persona que sostiene el engranaje diario. “Si realmente te sacan de ahí, todo se desmorona. Y tú lo sabes”, advierte.
La promoción como mecanismo de control
Oliván también hacer referencia a esa visión, por así decirlo “romántica” de la promoción como un paso natural de crecimiento profesional. Según su experiencia, no siempre es así, ya que como bien dice “en muchas empresas, una promoción no es un premio, es una estrategia para tenerte más controlado. Aquellos que promueven es para tenerlos controlados porque encajan en un sistema, saben hacer ver”.
Mientras tanto, los que resuelven, los que apagan los fuegos, deben permanecer en la base para que la máquina siga funcionando. Esa aparente paradoja “ser imprescindible pero no ascender” es, en realidad, un engranaje empresarial calculado. El mensaje de Oliván es claro y dice que “si no te promueven, no es porque no lo merezcas, sino porque tu valor radica precisamente en lo que sostienes cada día.