"Habrá que impulsar medidas como incrementar el teletrabajo, fomentar el transporte público, bajar un poco la temperatura de nuestra calefacción o subirla en el aire acondicionado", adelantaba Pedro Sánchez en el Debate del Estado de la Nación, cuando anunció la puesta en marcha de las medidas del plan de ahorro energético, ante el incumplimiento momentáneo de llegar a ese 7% de reducción del consumo que marcó la Comisión Europea.
Es hora de pasar a debate la eficacia de algunas, como el apagado eléctrico de escaparates, o la conveniencia de introducir nuevas. Sin embargo, ese ‘incremento del teletrabajo’ ha acabado siendo papel mojado. En el decreto que se aprobará hoy en el Pleno del Congreso de los Diputados no hay siquiera mención alguna. La única de las tres que anunció el presidente del Gobierno se ha quedado excluida, a pesar de que también puede ser una forma de ahorro, tanto en energía como en combustibles.
De hecho, la gran parte de las indicaciones que recoge la normativa, que son relativas a disminuir la demanda energética en el ámbito laboral, van orientadas a reforzar la presencialidad, como la bonificación a los abonos de transporte a partir del 1 de septiembre o los límites de temperatura en los centros de trabajo.
El Gobierno da la espalda al teletrabajo
No solo lo confirma la redacción final del real decreto, también la estadística. España es de los pocos países de la eurozona en el que el teletrabajo ha retrocedido desde el boom obligado sin precedentes de la pandemia. De los 15,27% asalariados que trabajaban en el segundo trimestre de 2020, en el mismo de 2022 solo teletrabajaban de manera habitual el 5,4%.
Es decir, la tasa interanual de trabajadores que ofrece Eurostat ha decrecido un 1,6% entre 2020 y 2022. Para realizar una comparación en la media de la eurozona se ha elevado esta modalidad de trabajo un 1,8%, por la cifra negativa española. A la cabeza se encuentran Irlanda (+11,2%), Bélgica (+9,5%) y Letonia (+7,9%). Solo Italia (-3%) y Polonia (-1,8%) empeoran a España.
La legislación, rígida y restrictiva
Las restricciones podrían parecer el motivo principal de ello. Sin embargo, todos los países las han sufrido, en mayor o menor medida. Por ello, se apunta a la nueva regulación del teletrabajo aprobada a finales de 2020 como la gran culpable de ello.
Esta, que se vendió como una necesaria regulación legal ante una modalidad laboral de avance imparable, acabó siendo en realidad un endurecimiento de las condiciones para empresas y trabajadores, tal y como respalda la Fundación de Estudios de Economía Aplicada (Fedea).
"Llama la atención, de inicio, esta distinción, que canaliza legalmente y con rigidez, el trabajo a distancia regular, excluyendo de cualquier regulación el no regular", aluden, haciendo mención a que hay una dualidad legal entre el teletrabajo habitual (más del 30% de la jornada habitual) y el ocasional (cercano a un día por semana en cuanto a volumen total).
"El teletrabajo ha venido para quedarse, pero no de esta forma. UGT se está reclamando desde hace tiempo una regulación legal del teletrabajo" Gonzalo Pino, Secretario de Politica Sindical de UGT #TeletrabajoDigno pic.twitter.com/IOspdsJdmx
— UGT (@UGT_Comunica) June 10, 2020
UGT ya alertó que menos del 9% de los convenios formalizados el pasado año regulaban el teletrabajo. Los funcionarios, por su parte, todavía esperan la aprobación de la regulación que les permita trabajar tres días por semana.
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