El tema de la vivienda es uno de los mayores quebraderos de cabeza de los españoles actualmente, ya que el incremento de los precios sin parar sumado a la falta de oferta y el aumento de la demanda no hacen sino complicar aún más la posibilidad de comprar una casa. Y si ya nos vamos a Madrid o Barcelona, ‘apaga y vámonos’..., de ahí que algunos economistas como Gonzalo Bernardos recomienden no centrarse solo en estas grandes ciudades a aquellos interesados en comprar una propiedad.
Comprar una casa en Madrid o Barcelona es sinónimo de hipotecarse para toda la vida y sino que se lo digan a Yolanda Alba, una afectada que pone voz (y cifras) a una cruda realidad que cada vez afecta a más españoles. Ante la irónica propuesta de si le gustaría vivir en el “ático más divertido de Chamberí” que le lanza el entrevistador, ella se lo deja claro: “No, no, no va a ser que no”. Y al ver la tremenda locura inmobiliaria que el entrevistador enseña en pantalla afirma, sin tapujos, que “es una vergüenza”, durante uno de los programas de La Sexta Xplica (@lasextaxplica).
La conversación gira sobre las “locuras inmobiliarias” y los precios que se han normalizado en las grandes ciudades. Yolanda no pide vivir en la zona alta de Barcelona, lo deja claro: “Cada persona tenemos que saber hasta dónde podemos llegar. Yo no puedo pretender vivir en la zona alta de Barcelona, pero tampoco quiero que me timen”. Lo que denuncia es el abuso en lo cotidiano, en los barrios donde se supone que la vida tendría que ser posible.
Pagó 188.000 euros por su piso en una zona marginal en 2007
Su caso es el contrapunto perfecto a los anuncios de ensueño: un piso “muy pequeño, entras deprisa y sales por la ventana”, ironiza sobre un apartamento que se encuentra en un barrio que “le quedan tres minutos para ser marginal”. Y aquí recuerda lo que supuso para ella comprar una casa en Barcelona (cuando todavía los precios no habían subido tanto, se supone): “Pagué 188.000 € por ese piso en 2007”. El resultado, en sus palabras, no es sólo económico: “Va a ser al final mi ruina… también mental”.
Más que un desahogo, su testimonio es un espejo. Si los precios suben, los sueldos se estancan y la calidad de la vivienda cae, ¿quién puede pagar la fiesta? Yolanda no habla de lujo; habla de hipotecar la vida para acceder a lo básico. Y ahí está el nudo del problema: cuando el “no pretendo vivir en la zona alta” se convierte en “me siento timada” incluso en zonas degradadas, la discusión deja de ser aspiracional para volverse estructural.
El vídeo abre, inevitablemente, preguntas incómodas. ¿Qué margen real le queda a una familia trabajadora para vivir en Barcelona sin endeudarse hasta el ahogo? ¿Cómo se corta la inercia que convierte pisos mínimos en deudas máximas? Y, sobre todo, ¿qué política pública (y qué límites al abuso) hace falta para que la vivienda vuelva a ser un derecho habitable y no una ruleta que te arruina la cuenta… y la cabeza?