Hay historias que parecen sacadas de una película. Y la de Maryline es, sin duda, una de ellas. No en vano, quién se podía imaginar que, con 74 años, y sin posibilidad de mantener su espaciosa casa sola, sus nuevos compradores le iban a permitir seguir vivienda en ella y sin ningún coste. Un ‘regalo’ que no se esperaba y que ha terminado siendo una experiencia de lo más enriquecedora para ambas partes.
Todo comenzó en 2019 cuando, tras un año de la muerte de su marido, Maryline decidió poner a la venta “con gran pesar” su granja, donde se encontraba su casa, situada en Cossé-en-Champagne, un pequeño municipio de Mayenne a pocos kilómetros de Sablé-sur-Sarthe. Una decisión difícil para la jubilada ya que su familia estaba vinculada a la vivienda desde el siglo XIX. De hecho, hasta el momento la granja se había ido transmitiendo de madres a hijas a lo largo de generaciones.
En su caso particular, llevaba 52 años en ella, si bien anteriormente solo pasaban las vacaciones. Fue el 23 de diciembre de 1972 cuando se mudaron de forma definitiva, pasando a ser su residencia principal. El problema es que cuando su marido falleció en 2018, las 15 hectáreas de la misma se volvieron demasiado difíciles de mantener.
Por esta razón, puso en venta la granja en noviembre de 2019. Aunque, en principio, al poco tiempo le salió un comprador, la pandemia por Covid-19 impidió que se finalizara la compra, que se canceló cuatro veces. “Esta casa no quería que me fuera”, declaraba Maryline al medio francés ‘Actu’. Fue en diciembre de 2022 cuando Grégory y Jean, de 47 y 42 años, entraron en su vida y lo cambiaron todo.
“No nos imaginábamos decirle gracias y adiós”
La pareja en cuestión vivía en París y llevaban tiempo queriendo “volver a sus raíces”, teniendo entre manos un proyecto “natural y rural”. Cuando visitaron la granja, quedaron encantados, y es que cumplía con todos sus requisitos: “Nos dijimos: aquí es”, con la suerte de que consiguieron “milagrosamente” el préstamo para comprarla.
Cuando llegó el momento de instalarse, vieron que Maryline tenía dificultades para encontrar un nuevo hogar, además de que descubriendo el apego que sentía por la misma. Por ello, tomaron la decisión de que se quedara con ellos: “No nos imaginábamos decirle gracias y adiós, te vas de un día para otro. Pensamos que lo mejor era proponerle que se quedara a vivir allí”, explicaba Jean al citado medio.
“Hay espacio más que suficiente y en París estábamos acostumbrados a compartir piso, aunque no fuera con personas mayores de 70 años”, matizaba, al tiempo que Maryline confiesa que fue una gran sorpresa. “No me lo podía creer”, expresaba, explicando que “no es realmente un piso compartido, porque es gratis”.
La idea, según la pareja, era darle tiempo para que encontrase y comprase su nueva casa, pero no tenían “ninguna prisa”. Y parece que siguen sin tenerla, porque llevan más de 18 meses viviendo juntos. “Nos enriquecemos mutuamente en esta convivencia”, afirmaba Jean, asegurando que se trata de “una experiencia única, enriquecedora y significativa para los tres”.
“Tengo dos hijos más”
En un principio, Maryline se iba a quedar en la casa pequeña, pero desde el principio comenzaron a vivir todos “en todas partes”, compartiendo las comidas e incluso haciendo la compra juntos. La pareja incluso afirma que se han visto beneficiados: “no éramos conscientes de ello, pero desde el principio fue un gran factor de integración. Pudimos crear rápidamente una red de amistades y vecinos. Eso nos ayudó a echar raíces”, explican.
De hecho, aseguran que, de lo contrario, habrían estado desorientados, además de que les ha permitido conocer verdaderamente la historia del lugar. Para Maryline la experiencia también está siendo de lo más satisfactoria, expresando que ahora “tengo dos hijos más”, además de que indica que vivir con gente joven “te cambia la vida”, sintiéndose más despierta.

