El fenómeno de la okupación está cambiando y ya los okupas ilegales están pasando de apoderarse de casas con piscinas a meterse en jardines privados, barcos atracados o hasta terrenos rústicos. Estos son ahora los nuevos objetivos de los okupas, que ven en estas zonas un blanco fácil sobre el que las autoridades y la justicia aún no pueden actuar con toda la dureza que les gustaría.
Las okupaciones, los daños y los trámites eternos están en aumento. Los propietarios desesperados actúan sin conocimiento de la ley a veces y hasta aprovechan cuando los okupas se van de vacaciones para intentar recuperar su casa. La protección varía según la ubicación del terreno jardín okupado, por lo que muchos propietarios se quedan sin respuestas durante mucho tiempo. Este problema ya está creando división y necesita respuestas pronto, ya que ni los abogados saben cómo responder a veces, mientras los residentes están cada vez más preocupados por sus terrenos privados.
¿Por qué los okupas están entrando en terrenos, barcos amarrados y jardines?
La okupación ilegal ya no se limita a casas o pisos: ahora también llega a terrenos, barcazas y jardines privados por toda Francia, según el medio adcf.org. Los casos se multiplican y todos siguen un mismo patrón. En Ille-et-Vilaine, por ejemplo, Alain vio cómo su terreno forestal era invadido por grupos organizados que provocaron daños de todo tipo que ahora tiene que pagar uno es barato precisamente.
Estos lugares apartados ofrecen justo lo que buscan los okupas: discreción. Son difíciles de vigilar, se puede montar un campamento en cuestión de minutos y pasar días sin que nadie se entere. Pero las consecuencias son graves: tala descontrolada, incendios, basura tirada por todas partes… todo eso eleva los costes y, encima, las pruebas desaparecen rápido.
En el agua la situación tampoco mejora. En París, en el Puerto del Arsenal, varias barcazas han sido ocupadas e incluso incendiadas. En La Rochelle han reforzado la seguridad, pero ni así se ha frenado el problema. Las piscinas privadas, sobre todo en campings, siguen siendo otro objetivo frecuente. Y los propietarios cargan con los gastos que dejan estas intrusiones.
Los okupas van mucho más allá de las viviendas
El fenómeno se extiende a jardines, garajes y aparcamientos, que se convierten en refugios temporales o lugares para fiestas improvisadas. Es difícil identificar a los responsables porque las visitas son rápidas y casi nunca quedan registradas. Esa fugacidad les da impunidad y genera cada vez más inquietud entre los vecinos.
Y no todo se queda en el exterior: también hay viviendas principales que son ocupadas cuando sus dueños están fuera. Recuperarlas puede convertirse en un auténtico calvario. Algunas parejas mayores denuncian haber sido desalojadas injustamente, lo que deja en evidencia las carencias del sistema para proteger la propiedad privada.
Los casos son de lo más variado: campamentos improvisados en jardines privados, ocupaciones repetidas de barcazas (a veces con episodios violentos), jardines y piscinas usados sin permiso, garajes convertidos en refugios o incluso terrenos agrícolas invadidos de forma puntual.
Las leyes provocan que las okupaciones duren demasiado tiempo
Aunque la ley incluye sanciones contra la okupación, su aplicación es complicada si no hay pruebas sólidas. Los terrenos rústicos, por ejemplo, no están tan protegidos como una vivienda. La policía suele exigir la identificación precisa de los okupas, lo que retrasa las actuaciones y alarga su permanencia. En muchos casos, no hay una vía legal que garantice la restitución rápida de la propiedad.
Esta desigualdad genera mucha frustración. Mientras que una casa puede recuperarse rápido gracias al principio de inviolabilidad del domicilio, en el caso de un bosque, un jardín o una barcaza hay que demostrar primero la propiedad y luego la ocupación ilegal. Todo eso ralentiza los procesos. La seguridad privada, además, es cara y no siempre efectiva.
Muchos propietarios reclaman una reforma profunda. Están instalando barreras, alarmas y sistemas de vigilancia compartidos, pero sin un marco legal claro su eficacia es limitada. Extender la protección a todo tipo de propiedades sería una solución más justa y duradera. Mientras no haya cambios, la única opción es estar atentos y denunciar cada intrusión.
Proteger todo lo posible sin vulnerar ningún derecho
El problema crece y afecta zonas donde antes era impensable. Los okupas se aprovechan de la falta de vigilancia, de los retrasos judiciales y de los vacíos legales, mientras que los propietarios cargan con las pérdidas. Unas normas más claras y rápidas protegerían por igual viviendas, bosques, barcazas, jardines y piscinas. Hasta que eso ocurra, la prevención y la documentación de cada caso siguen siendo esenciales.

