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Elena (59 años) vive en la calle con una pensión de 346 euros: “duermo con la mochila como almohada porque me lo roban todo”

Es hija de una familia adinerada, estudió Pedagogía en la Universidad y estuvo casada, pero en 2023 murió su madre y desde entonces busca trabajo sin encontrarlo.

Una mujer durmiendo en un banco en la calle
Elena (59 años) vive en la calle con una pensión de 346 euros: “duermo con la mochila como almohada porque me lo roban todo” |Nazione
Berta F. Quintanilla
Fecha de actualización:
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Elena tiene 59 años y cobra una pensión de 346 euros al mes, con la que debe pagar la comida en unas instalaciones sociales, a las que acude a última hora porque lo que sobra es más barato. A pesar de que cuenta con estudios universitarios (es licenciada en Pedagogía), no encuentra trabajo. Envía el currículum, igual que otros muchos sénior, a empresas que no se interesan por ella. “Yo me esfuerzo por conseguir un empleo, pero cuando vives en la calle, sin hogar, es todo más complicado”. 

Su familia es acomodada, con dinero, y pudieron pagarle los estudios. Pero en 2023 murió su madre y todo cambió. Su vida dio un giro de 180 grados y empezaron las peleas familiares, las noches al raso y la búsqueda de albergues donde no pasar frío. “Es una experiencia terrible, me han robado los zapatos, el jersey, las gafas y hasta 200 euros de mi pensión”, ha contado a La Nazione.

Por la mañana, lo primero que hace es planificar el día. Analizar los horarios de Cáritas, comedores sociales o albergues gratuitos donde poder ducharse. “Los sábados por la mañana, Cáritas cierra, en una organización benéfica llamada Fraternidad Federico Bindi me ofrecen desayuno y la posibilidad de ducharme el martes, miércoles y jueves”. 

Luego, es el momento de contar el dinero. “Con lo que cobro, sólo puedo comer cuando están a punto de cerrar. Compro un café que cuesta sesenta céntimos y una pastina que vale menos de un euro en las máquinas”. En Italia, la pastina se usa para las sopas y se suele dar a los bebés y niños en edad de crecimiento porque es rica en calorías. 

Trabajó con contrato temporal y sueldo bajo

Estuvo casada durante seis años, no tiene hijos y ha encadenado trabajos temporales en los que le han pagado un sueldo muy reducido. Cuando se quedó en la calle, pidió ayuda a las monjas, que la aceptaron, pero advirtiéndole de que era algo provisional. Más tarde, sin hogar de nuevo, se fue a casa de su hermana, “hubo problemas”.

“Nunca me hubiera imaginado que terminaría viviendo en la calle, es terrible. No me puedo descuidar y uso la mochila como almohada, porque roban a la gente como yo. Me quitaron los zapatos, el jersey y las gafas. Por supuesto, se llevaron también los 200 euros que me quedaban de la pensión”.

“Busco trabajo, pero es imposible: no encuentro nada”

Mujer llora en una terraza. | Envato

Ella sabe que la solución a sus problemas pasa por conseguir un contrato de trabajo. Por eso envía el currículum a cientos de empresas aunque sin resultado. “Mi pareja ha trabajado durante 40 años como albañil, mozo de almacén y jardinero. En los últimos años le han pagado en negro, con sueldos muy bajos, tanto que le han obligado a terminar en la calle”.

“Cuando estás como yo, en la calle, no vas a conseguir nunca un empleo. Porque te arriesgas a que te vean como una impresentable, porque no duermes bien por la noche y no llegas a las entrevistas de trabajo descansada”, señala. Y, por si fuera poco, “debes tener cuidado con la hora a la que vas y no dejar sólo lo poco que tienes”.

A esto se le suman “los continuos controles policiales”, de modo que “así es mi vida, cansada y hambrienta, y siempre pensando dónde trabajar”.

“Hay ayudas para los inmigrantes y para nosotros, nada”

Sobre las asociaciones a las que acude (Cáritas y la Fraternidad Bindi) explica que hacen lo que pueden y que “a los demás no le importamos”. Aparece el conflicto con los inmigrantes, porque “ellos tienen ayudas, empezando por la de vivienda, nosotros nada”.

El número de personas se ha reducido, porque prefieren quedarse en sus casas. Tres mediodía es lo máximo que estas organizaciones garantizan. “Los voluntarios nos lo dan todo, comida, ducha y nos ayudan con los papeles”, pero “no pueden darnos más”.

Lo que más le gusta es que no se siente sola, “vienen muchos a compartir sus historias y su vida, nos ayudan en la búsqueda de empleo y necesitan servicios que estas organizaciones no pueden darle, pero que cuando lo comparten, se sienten mejor”.

“Quiero cambiar de vida, viajar a Tenerife”

Los sueños de Elena están lejos de la calle y de su país. “Me marcharé en cuanto pueda, nos iremos mi pareja y yo. Tenemos unos amigos en Tenerife y pensamos irnos con ellos en cuanto encontremos un trabajo. No quiero seguir aquí, es urgente una nueva vida”.

Ahora, los 346 euros que cobra al mes “no me garantizan nada”. “Siempre hice lo que pude, estudié en la Universidad y trabajé. Me casé para formar una familia pero todo salió mal. Lo único que me queda es esta pensión que me permite comer cuando el comedor está cerrado… pero a veces me duermo sintiendo miedo”.

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