De la misma manera que una casa no se comienza a construir por el tejado, no puede diseñarse una estrategia o el plan de comunicación de una marca personal sin haberse detenido a contestar una pregunta fundamental: ¿quién soy?, ¿qué cualidades y habilidades me definen como persona?
En el artículo que aparece a continuación se desarrolla esta idea, en el que se aportan las razones por las que la persona debe definirse antes que su estrategia.
Conocerse bien para posicionarse mejor
El objetivo de trabajar una marca personal no es el de venderse a uno mismo, si no el de saber vender aquello que uno hace como nadie para posicionarse frente a su audiencia como referente en su ámbito profesional. Pero ¿cómo vender lo que uno sabe hacer estupendamente sin haberse conocido primero?
Como bien dice Andrés Pérez Ortega en su libro “Marca personal para Dummies”, primero es la persona y, después, la marca. Porque el primer paso en una estrategia de marca personal es que cada uno sea consciente de cómo percibe la realidad y, sobre todo, cómo se percibe a sí mismo.
Beneficios del autoconocimiento
Es relativamente fácil reconocer nuestras fortalezas, aunque es cierto que a los más críticos consigo mismos les cuesta un poquito más, pero no así aceptar nuestras debilidades y miedos. Durante este proceso la persona se reta a sí misma y pone en entredicho todo lo que había dado por supuesto con anterioridad. Se siente vulnerable.
Pero pasar por este trance es también enriquecedor, ya que, después, la persona será capaz de trabajar y modular aquellos aspectos menos atractivos y que le pueden provocar problemas, además de vital para que los otros la puedan conocer mejor.
Cada uno de nosotros cuenta con una determinada personalidad, una historia particular, que podemos usar para que las personas que nos rodean nos tengan en cuenta. La clave de la marca personal reside, pues, en saber identificar estos rasgos característicos y potenciarlos para diferenciarnos de nuestra competencia.
La importancia de la autenticidad
Una equivocación que muchas marcas personales cometen habitualmente es el de imitar a otras marcas que, según ellas, han triunfado en la vida. Craso error. Porque para que una marca personal prospere y fructifique es imprescindible generar empatía y confianza en su audiencia, algo que no se consigue copiando algo que hemos visto en nuestra competencia.
Por una parte, el original siempre es mejor que la copia y, por la otra, las personas que nos eligen lo han hecho por nuestra manera de ser, no por la de otra persona. Decidir trabajar la marca personal implica ser responsable. Porque exige tomar decisiones y aceptar sus consecuencias y ejercer la libertad individual de cada uno de nosotros.
Además de crecer personalmente y elegir mejor, mejorará la forma en la que los demás nos perciban, porque podremos demostrar, sin tapujos, lo que somos. Y, sobre todo, confiere poder a aquel que la cuida. Ese poder que se siente cuando uno sabe que domina (hasta cierto punto, obviamente) su destino y que puede valerse, sobrevivir, con lo que es. Y eso es algo que no se puede arrebatar a nadie. Porque si se marca, se triunfa.
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