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No es que Alemania esté promoviendo la jornada laboral de cuatro días, es que ya es el país que menos horas trabaja al año

La sociedad cada vez valora más la vida fuera del trabajo.

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No es que Alemania esté promoviendo la jornada laboral de cuatro días, es que ya es el país que menos horas trabaja al año |Autocasion
Antonio Montoya
Fecha de actualización:
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Recientemente se ha desmontado el famoso mito de que los alemanes trabajan más que los españoles. Así lo demostraron las estadísticas recogidas en el estudio de Eurostat el pasado mes de mayo, que no hicieron más que confirmar que en España se trabaja más que en Alemania, al menos en lo que se refiere a las horas de trabajo en empleos a tiempo parcial. La clave está en que los alemanes trabajan menos horas a la semana en trabajos a tiempo parcial, pero lo hacían durante más años que los trabajadores españoles. Eso sí, aunque este país está promoviendo la jornada laboral de 4 días, aún no llega al nivel de Reino Unido, que sí es considerado ya un ensayo de la semana laboral de 4 días.

Alemania, símbolo histórico de disciplina y eficiencia, atraviesa una paradoja. Según la OCDE, es actualmente el país desarrollado donde menos horas se trabajan al año: apenas 1.331 frente a las 1.898 de Grecia o las 1.716 de Portugal. Un contraste llamativo para una nación que hace solo una década impulsaba duras políticas de austeridad en Europa, señalando al sur como poco productivo.

A esta reducción del tiempo laboral se suma un panorama económico preocupante: el desempleo supera los tres millones de personas por primera vez en diez años, la economía se ha contraído durante dos ejercicios consecutivos y el PIB se sitúa por debajo del nivel de 2019, mientras España y Grecia crecen más del 2% anual.

Entre la cultura laboral y el cuidado familiar

El pasado pesa. En la antigua Alemania Occidental, las madres trabajadoras eran criticadas como “madres cuervo”, mientras que en el Este, bajo el socialismo, se fomentaba el empleo a tiempo completo con acceso a guarderías desde los primeros años. Esa brecha cultural sigue viva hoy: el sistema de cuidado infantil tiene horarios reducidos, lo que impide a muchas familias mantener empleos a jornada completa.

Los expertos coinciden en que ampliar las guarderías y extender sus horarios sería clave, aunque las soluciones técnicas chocan con los bloqueos políticos. Modificar la fiscalidad —pasar de la declaración conjunta a la individual— podría añadir medio millón de empleos equivalentes a tiempo completo, pero la medida se percibe como “anti-familia”.

Mientras tanto, los empresarios reclaman menos burocracia y más inmigración laboral, y algunos investigadores sugieren reformas simples para liberar “horas de trabajo ocultas”. Sin embargo, las respuestas gubernamentales se consideran insuficientes y el debate sigue abierto.

El choque entre productividad y bienestar

El tema ha escalado hasta la política. El canciller Friedrich Merz advierte que con semanas de cuatro días y un énfasis excesivo en el “equilibrio vital” la prosperidad del país podría resentirse. Y es que los datos son contundentes: los alemanes disfrutan de más vacaciones, numerosas festividades y promedian 19 bajas médicas al año, frente a las 16 anteriores a la pandemia, un cambio que los analistas vinculan más a hábitos culturales que a problemas de salud.

Los especialistas insisten en que no se trata de pereza, sino de barreras estructurales. Casi la mitad de las mujeres alemanas trabaja a tiempo parcial, y entre las madres la cifra supera el 65%, una de las mayores brechas de empleo a tiempo completo de la Unión Europea.

Paradójicamente, mientras el Gobierno pide más trabajo, las empresas ensayan semanas laborales más cortas. En 2024, 45 compañías probaron la jornada de cuatro días con el mismo salario y resultados positivos: mayor productividad por hora y empleados más satisfechos.

El país avanza así entre dos fuerzas opuestas: un sistema productivo que busca recuperar dinamismo y una sociedad que prioriza el bienestar. En ese equilibrio inestable, Alemania se juega no solo su economía, sino también su identidad.