El pueblo de Níjar (Almería) resguarda, entre sus callejones, un barrio que, hace muchos años, albergó a cientos de alfareros que llegaron a ser el motor económico de la comarca.
Loli García es una de las pocas mujeres que aún conserva viva la pasión por la alfarería. A sus 76 años, viuda y jubilada, pasa las horas pintando piezas de cerámica en la tienda que compartía con su marido, ‘Alfarería Ángel y Loli’, y que actualmente regenta su hijo, Lorenzo.
Gran referente en la artesanía de la comarca y perteneciente a la sexta generación de artesanos, la nijareña ha dedicado toda su vida a la alfarería, trabajando desde un pequeño rincón en su taller, que ha sido testigo de sus obras durante los últimos 55 años. Ahora, lo hace por hobby. Sentada en su sillón y ataviada con un delantal, recibe a NoticiasTrabajo mientras ramea, que es el arte de dibujar y colorear cerámica en los talleres alfareros: “Aquí siempre he sido muy feliz”.
El poder terapéutico de la alfarería
Todas las mañanas, Loli se instala en su rincón singular rodeado de vasijas y pequeños botes de pintura, donde desata su creatividad combinando diferentes pinceles y colores. Cuenta que los que más utiliza para ramear son los que provienen de la tierra de Níjar: marrón, amarillo, verde y azul.
La veterana explica que “después de pintar el barro, se barniza, se seca al sol y, por último, se hornea, donde pasa hasta once horas cociéndose”, un proceso lento, pero muy satisfactorio. “Cuando haces un cacharro, te sientes muy realizado, aunque no te haya salido bien. Eres feliz de ver lo que has hecho”, reconoce Loli, poniendo en valor el poder de este oficio.
Cuando pinto, me olvido del mundo, solo pienso en mi alfarería, en que voy a cocer pronto y veré la cerámica salir del horno.
La veterana comparte su conocimiento
A lo largo de los años, Loli ha aprovechado la afluencia de clientes que visitan la tienda para ofrecer, a todo el que desee, una experiencia en compañía. Los interesados pueden adquirir una pieza de cerámica para pintar y decorar a su gusto, mientras la nijareña realiza demostraciones sobre el trabajo con barro y los diferentes trazados que dibuja antes de llevarlo al horno. “Cuando viene público, soy la más feliz del mundo”, señala, “muchos me dicen que quisieran ser como yo, sobre todo si son personas mayores”.
La alfarería, ¿condenada a desaparecer?
Cada vez son menos los artesanos que siguen ejerciendo su oficio. Loli, conocedora de la profesión, reflexiona sobre la dureza de la profesión en tiempos pasados, “donde se trabajaba muchísimas horas y aún así, no había calidad de vida”.
Así, desde la perspectiva de Loli, hay dos motivos que auguran la desaparición de la alfarería. Explica que aquellos que aspiran a convertirse en alfareros “pueden enfrentar numerosas dificultades si no cuentan con su propio taller”. Según la nijareña, otra causa determinante para la extinción de este oficio, es la falta de relevo generacional: “los hijos de los actuales alfareros están en otros trabajos, en otras cosas”, lamenta.
La Universidad de Almería promueve un proyecto de divulgación
A pesar del futuro incierto de la profesión, instituciones como la Universidad de Almería buscan resurgirla. Es el caso del proyecto ‘HANTAM’, que pretende documentar cómo se realizaba la alfarería hace doce siglos. Para ello, los investigadores han contado con la ayuda de alfareros procedentes de distintos puntos de la provincia, como Sorbas, Alhabia, Albox o Níjar, donde todavía se mantiene vivo el oficio.
Entre ellos, se encuentran Loli y su hijo, quienes han cedido algunas piezas de su taller para ser analizadas.“Durante el proyecto, van a comprobar si los materiales son los mismos de algunos yacimientos arqueológicos, y observarán cómo han pasado de generación en generación”, explica Lorenzo mientras muestra una de las piezas protagonistas del estudio. La misma que estará expuesta en el Museo Arqueológico de Almería hasta el mes de enero.
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