Una mujer de 81 años que debería estar jubilada todavía necesita trabajar en Home Depot a tiempo parcial para mantenerse a sí misma y a su marido de 90 años. Aunque padece insuficiencia cardíaca, seguir adelante con su trabajo es la única manera de sobrevivir. Para ella, como para otros muchos jubilados que han tenido que volver a trabajar, el seguir trabajando no es una opción.
Lydia Hinds, de 81 años, vive en Connecticut (Estados Unidos) con su marido, Bill Hinds, de 90 años. Son un matrimonio que lleva casi 30 años juntos y necesitan el trabajo de ella a media jornada para salir adelante, como explica en una entrevista para Business Insider.
Cuando llega a casa se desploma en su sofá rojo, respira profundamente y deja escapar un grito de derrota. Acaba de regresar después de lo que se suponía sería un turno de cinco horas limpiando electrodomésticos y atendiendo a clientes en un Home Depot de Berlín, Connecticut. Durante las primeras cuatro horas, hizo varias pausas para recuperar el aliento, así que decidió salir una hora antes.
“Me siento atrapada trabajando, pero no puedo dejar de trabajar”, dice Lydia, mientras se incorpora para abrazar a su perrita basset hound, Brigette. Su esposo, Bill, la besa, pero la deja en paz. A sus 90 años, le gustaría conseguir un empleo para ayudar a Lydia a pagar las cuentas, pero sus problemas de salud se lo impiden.
“Me siento tan culpable por no poder trabajar”, confiesa Bill. “No puedes trabajar por tu edad y tus problemas de salud”, le responde Lydia con siendo realista. “No tiene sentido sentirse culpable”, añade.

Busca otro trabajo mejor pagado pero a su edad es difícil
En la mesa de centro descansa un certificado de un premio regional que Lydia recibió de Home Depot, un reconocimiento a su dedicación. Desde que comenzó a trabajar allí en 2022, ha obtenido dos ascensos, a pesar de que su diagnóstico de insuficiencia cardíaca le impide subir escaleras o levantar objetos pesados. En la foto adjunta al galardón, Lydia sonríe de oreja a oreja; ahora, solo logra esbozar una sonrisa discreta.
Dejar de trabajar no es una opción. Si perdiera su sueldo semanal de 300 dólares después de impuestos, ella y Bill temen no poder pagar el alquiler. Hace apenas unas semanas, tenían 44 centavos ahorrados y no sabían qué cenar.
Junto a su premio, reposan tres solicitudes de empleo para puestos de atención al cliente a distancia. Aunque duda que la llamen para más de una entrevista, cada formulario representa un rayo de esperanza. “¿Qué empresa contrataría a una persona de 81 años?”, se pregunta Lydia. “Ojalá alguna de ellas”. Un empleo mejor remunerado y menos exigente podría darles el impulso que necesitan, especialmente porque, algunas semanas, sus horas en Home Depot se reducen de 22 a 17.
Cada vez son más los mayores de 80 que tienen que volver a trabajar
Lydia forma parte de más de medio millón de estadounidenses mayores de 80 años que aún trabajan como gerentes, vendedores, abogados, conductores y otros oficios. Representan más del 4% de la Generación Silenciosa, y la cifra ha crecido del 3,6% al 4,2% en la última década, según un análisis de datos del Censo realizado por Business Insider.
“Sabemos que el grupo demográfico de mayores de 75 años es el segmento de mayor crecimiento de la fuerza laboral”, afirma Carly Roszkowski, vicepresidenta de resiliencia financiera de AARP. Los datos de la Oficina de Estadísticas Laborales muestran que los estadounidenses de 75 años o más tienen hoy el doble de probabilidades de seguir trabajando que a principios de la década de 1990.
Los nacidos entre 1928 y 1945 crecieron marcados por la Gran Depresión y la Segunda Guerra Mundial, desarrollando una cautela financiera que, sin embargo, no los blindó frente a los desafíos actuales. A diferencia de las generaciones posteriores, no tuvieron acceso a las mismas herramientas y consejos de finanzas personales que prevalecen hoy. Esta dinámica se repite también en otros países del mundo, en Europa cada vez es más común, con excepciones como España.
Una jubilación cada vez más difícil
En los últimos meses, más de 90 trabajadores mayores de 80 años compartieron sus experiencias con Business Insider. Muchos coincidieron en que los problemas de salud, la soledad y el aumento del coste de la vida los empujan a seguir trabajando. Más de una docena señaló que solo encuentra empleos con salario mínimo y que, incluso con diagnósticos médicos graves, no pueden dejar de trabajar. La presión económica también afecta las relaciones familiares y refuerza el sentimiento de aislamiento.
Actualmente, los Hinds reciben 4.600 dólares al mes provenientes del Seguro Social, la pensión de Bill y el salario de Lydia. Sin embargo, el alquiler de su apartamento en una urbanización para mayores de 55 años asciende a 1.400 dólares, la cuota mensual del coche es de 625 dólares, el seguro 236 dólares, el plan de Medicare 426 dólares, y a esto se suman los medicamentos, la gasolina, los servicios públicos y otros gastos imprevistos. Al final del mes, apenas les queda algo de dinero.
Esta situación no solo obliga a muchos jubilados a volver a trabajar, sino a buscar formas ingeniosas de conseguir un dinero extra además de la pensión para poder sufragar todos sus gastos, como el caso de Alain, que usa el jardín de su casa como camping.
“No dejo de pensar: ‘¿Qué ha pasado que no podemos salir?’”, reflexiona Lydia sobre la vida social de la pareja. “Pero el alquiler ha subido y se ha comido la mayor parte del dinero de la Seguridad Social. Estamos en serios problemas”.
Cada mes tiene miedo a que no llegue su cheque del Seguro Social
Bill y Lydia aseguran que sus decisiones financieras no fueron imprudentes. No apostaron, evitaron inversiones arriesgadas y trabajaron en empleos estables durante décadas. Aun así, algunos errores de cálculo, problemas de salud inevitables y un mal momento los dejaron en una situación precaria.
“Cada mes, cuando llega mi cheque del Seguro Social, me pongo muy nerviosa. Tengo mucho miedo de que no llegue”.“Si no lo recibimos, nos largamos de aquí. Estamos en la calle”.
El número de hogares con altos costes de vivienda —aquellos que destinan más del 30% de sus ingresos al alquiler o la hipoteca— ha crecido de forma constante desde principios de los 2000. Según el Centro Conjunto de Estudios de Vivienda de la Universidad de Harvard, entre los adultos de 75 años o más que viven solos en áreas metropolitanas, solo el 13% podría costear la vida asistida sin agotar sus ahorros.
Durante un turno reciente, Lydia se dijo a sí misma: “Ojalá hubiera ahorrado solo 20 dólares a la semana en mi cuenta de jubilación hace tantos años”. Hoy, apenas le quedan menos de 1.000 dólares en su 401(k), una cuenta que alguna vez llegó a tener casi 10.000 dólares, pero que fue retirando en dos ocasiones para pagar gastos médicos y cotidianos.
Por qué volvió a trabajar
En 2022, Bill y Lydia comprendieron que necesitaban ingresos adicionales. Durante la pandemia, ambos enfrentaron problemas de salud, incluida la fractura de pierna de Bill, que les impidió trabajar. Dependían exclusivamente del Seguro Social, la pequeña pensión de Bill de 335 dólares mensuales y unos pocos ahorros. Cuando los números dejaron de cuadrar, Lydia condujo hasta el Home Depot más cercano y solicitó empleo. La contrataron por 16 dólares la hora en el departamento de electricidad. Tenía 79 años.
“Al principio me encantó y todavía disfruto de mis clientes”. “Pero cuando empecé allí, no sabía que tenía insuficiencia cardíaca”.
Con el tiempo, las señales se hicieron evidentes: coser cortinas o hacer jardinería la dejaban sin aliento. Tras varios estudios, los médicos confirmaron que su corazón no bombeaba suficiente sangre. En Home Depot, su rutina incluye limpiar electrodomésticos, ordenar pasillos y ayudar a clientes por 19,55 dólares la hora.
A pesar de todo, Lydia intenta mantener el sentido del humor. “Cuando me hicieron el ecocardiograma, bromeé con los médicos y les dije: ‘Se me olvidó decirles que estoy embarazada’”, recuerda entre risas.
Su condición, sin embargo, ha empeorado. Hoy le cuesta respirar incluso al caminar por un pasillo. Las conversaciones con clientes y compañeros de trabajo, que la llaman “Sra. Lydia”, son lo que la mantiene animada.
Lydia agradece que Home Depot le haya concedido tiempo libre remunerado como parte de su baja médica. Gracias a la Ley de Baja Médica Familiar Remunerada de Connecticut, pudo ausentarse durante seis semanas para asistir a sus citas médicas tras el diagnóstico de insuficiencia cardíaca.
A pesar de los desafíos, Lydia sigue buscando un empleo que le permita trabajar menos horas, ganar un poco más y, sobre todo, respirar tranquila.

