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Un vendedor ambulante cuenta la cruda realidad de lo que gana en el mercadillo: "Hay semanas que me voy con menos dinero del que vengo"

El comerciante malagueño cuenta en una entrevista que apenas obtiene beneficios en el mercadillo y que lo hace “por gusto y por estar en contacto con la gente”

un vendedor de mercadillo
Un vendedor ambulante cuenta la cruda realidad de lo que gana en el mercadillo: "Hay semanas que me voy con menos dinero del que vengo" |TikTok (@unamezclato)
Antonio Montoya
Fecha de actualización:
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En los mercadillos de toda España se esconden historias de esfuerzo, de constancia y, muchas veces, de pura vocación. El canal de TikTok @unamezclato ha publicado una entrevista que refleja a la perfección la cruda realidad que viven los vendedores ambulantes a día de hoy, donde Amazon y el e-commerce prácticamente ha acabado con ellos. En el video, un comerciante del rastro de Fuengirola (Málaga) reconoce abiertamente lo difícil que resulta ganarse la vida en este tipo de mercados:

“Vivir, lo que es vivir del rastro, es imposible. Hay semanas que me voy con menos dinero del que vengo”, se lamenta, mientras repasa su jornada entre puestos y visitantes, en uno de esos oficios que ya difícilmente tendrá relevo generacional.

Su testimonio ha generado una ola de empatía en redes sociales, al poner voz a un sector que mantiene viva una tradición centenaria, pero que sobrevive entre la precariedad, la irregularidad y la pasión por lo que se hace.

“Lo hago porque me gusta y por la gente”

El entrevistado explica que, más que un medio de vida, el rastro es para él una forma de disfrutar del sábado:

“La intención de esto es hacer lo que me gusta, estar en contacto con la gente que tiene las mismas aficiones que yo y pasar un sábado agradable con la gente que conozco”, cuenta en el video.

Sus palabras resumen lo que para muchos vendedores de mercadillo supone su pequeño puesto: un punto de encuentro social y cultural, más que un negocio rentable. Entre objetos antiguos, ropa de segunda mano o artículos coleccionables, se mueven cada semana cientos de personas que buscan no solo vender, sino compartir una pasión común.

En su caso, incluso reconoce que a veces acaba gastando más de lo que gana: “Hay semanas que me voy con menos dinero del que vengo porque compro cositas que me gustan para mí”. Una frase que resume el equilibrio emocional de quienes aman lo que hacen, aunque el bolsillo no siempre acompañe.

La realidad económica de los mercadillos

Los vendedores ambulantes en España forman parte de un sector que da trabajo a miles de personas, pero con márgenes de beneficio muy reducidos y una fuerte dependencia del clima, la ubicación y el flujo de visitantes. Según datos de asociaciones de comercio ambulante, los ingresos pueden variar enormemente: desde menos de 100 euros en un mal día hasta unos 400 o 500 euros en jornadas más buenas, una cifra que apenas cubre gastos de desplazamiento, permisos y mercancía. Es uno de esos trabajos duros que ya nadie quiere.

A esto se suma la falta de estabilidad: no hay salario fijo, vacaciones pagadas ni seguridad de venta. Muchos de estos trabajadores no cotizan como autónomos, lo que les deja sin protección social ni acceso a prestaciones. Sin embargo, continúan levantando sus puestos cada fin de semana, impulsados por la costumbre y el trato humano con los clientes.

En palabras del vendedor de Fuengirola, lo que le mantiene ahí no es el dinero, sino el ambiente del rastro, la conversación, el intercambio y el contacto con gente que comparte sus mismas aficiones.

Los rastros como patrimonio cultural y social

Más allá de su aspecto económico, los mercadillos como el de Fuengirola son espacios de memoria y convivencia. En ellos se cruzan generaciones, culturas y formas de vida que han sobrevivido a la globalización y al comercio digital. Cada objeto tiene una historia, y cada vendedor, una biografía que se mezcla con la del lugar.

El testimonio del vendedor entrevistado por @unamezclato recuerda que, aunque el beneficio económico sea mínimo, el valor humano sigue siendo inmenso. En un mundo donde las grandes superficies y las compras online dominan el consumo, los mercadillos conservan un espíritu que va más allá de la transacción: la charla, el trueque, la sonrisa y la pertenencia a una comunidad.