Cuando un padre o una madre fallece, sus hijos heredan automáticamente sus bienes como herederos forzosos. Si son menores, no pueden gestionar ese patrimonio hasta la mayoría de edad, por lo que un adulto, generalmente el progenitor superviviente, debe administrarlo en su nombre. Ese sistema pretende proteger a los menores, pero no siempre funciona como debería. Y justamente eso es lo que le ha ocurrido a una niña francesa de seis años, que recibió la herencia de su madre y su padre vendió para comprarse una vivienda con su nueva pareja.
La madre, que falleció de manera repentina, dejó como patrimonio una casa y un terreno edificable que pasó íntegramente a la menor. Según explica la notaria Élise Mabille en el medio francés Figaro Inmobilier, la madre había recibido esos bienes como donación, y al no existir una cláusula contractual de restitución, la niña se convirtió en heredera única. El padre, separado de la fallecida desde hacía un año, pasó a ser el administrador legal de ese patrimonio, con la obligación de gestionarlo exclusivamente en beneficio de su hija.
Tras recibir la herencia, el padre solicitó autorización judicial para poder venderlos, alegando que estaban ubicados a varios kilómetros de su domicilio y le resultaba difícil administrarlos. El juez aceptó la petición y ambos bienes se vendieron, la casa por 75.000 euros y el terreno por 35.000 euros.
Usó el dinero de su hija para comprarse una casa con su nueva pareja
Tras recibir el dinero por la venta de las propiedades heredadas por su hija, el padre decidió utilizar el dinero obtenido, 110.000 euros en total, para comprarse una casa junto a la mujer con la que mantenía una relación durante su matrimonio. Un uso contrario a la ley francesa, que exige mantener los fondos de un menor separados, protegidos y destinados exclusivamente a su beneficio.
La abogada de derecho de familia consultada en el caso, Cathie Paumier, explica que el progenitor “no tiene derecho a mezclar los fondos de la menor con los suyos, ni a disponer de ellos para su propio interés”. Lo ocurrido supone, en su opinión, una infracción grave de sus obligaciones.
El padre se arriesga a penas de cárcel
La decisión de gastar el patrimonio de su hija puede acarrearle graves problemas legales. En el plano civil, la hija podrá reclamar el reembolso total del patrimonio utilizado, más los intereses correspondientes.
Pero la vía penal podría ser aún más contundente. Según el Código Penal francés, el abuso de confianza se castiga con hasta cinco años de prisión y 375.000 euros de multa, penas que pueden aumentar a siete años y 750.000 euros si la víctima es una persona vulnerable, como un menor.
Para la notaria lo ocurrido es un “claro fraude” a la hija, que debía haber sido protegida por la ley y por su propio padre.

