Una mujer de 87 años no puede jubilarse y continúa trabajando con dos empleos a la vez ganando 12 dólares la hora para poder subsistir. Tiene la esperanza de jubilarse a los 90 años pero no lo sabe seguro. Trabaja como secretaria de una iglesia a medio tiempo y de asistente editorial en Nueva Orleans también a tiempo parcial, algo que hace por necesidad económica según asegura, ya que le gustaría jubilarse.
Rebecca Reed trabajó sobre todo en el comercio menor cuando era joven. Pasó 4 años en Europa porque su primer marido estaba en el ejército, para luego volver y trabajar en una tienda de ropa. Tras divorciarse de su primer marido, acabó trabajando como gerente de crédito. Eso era muy inusual en aquella época, ya que las mujeres solían ser secretarias, no gerentes de crédito. Ahí conoció a su segundo marido. Cuando la empresa se fue a la quiebra dejó de trabajar.
“Cuando ambos trabajábamos, ganábamos buenos sueldos, y nunca cuestioné nada sobre nuestras finanzas. Debí haberlo hecho”, recuerda Rebecca sobre su error financiero del pasado en una entrevista con Business Insider.
Ella asegura que entonces tenían cuentas corrientes separadas pero que viajaban mucho. “No tenía ni idea de que ninguno de los dos tenía muchos ahorros”, asegura.
Su marido murió en 2011 y no tenían seguro
Rebecca cuenta que los dos recibían la Seguridad Social, pero cuando él falleció, se dio cuenta de que no tenían seguro. Fue complicado, dice, porque él tenía hijos y una exesposa, “y todo se mezcló”.
Poco después tuvo que declararse en bancarrota porque no podía pagar las cuentas. Su coche se estaba cayendo a pedazos y tenía que apañárselas sola. Todavía quedaba una hipoteca sobre la casa, de la que no sabía nada, y la letra en ese momento rondaba los 1000 dólares al mes (unos 850 euros al mes). “Si no hubiera sido por mi familia, no sé dónde estaría”, comenta. “No tendría la casa, seguro, porque no habría podido permitírmelo”.
También tuvo dos accidentes de coche graves en los últimos años y ahora tiene una nota de coche que, según dice, “me está asfixiando”. En uno de los accidentes se fracturó el hombro y tuvo que hacer fisioterapia. Por lo demás, asegura que su salud es muy buena, aunque reconoce que “probablemente debería hacer más ejercicio y comer mejor”.
Consiguió un trabajo… porque no le quedó otra
Se preguntó: “¿Qué voy a hacer? Soy vieja”.
Cuando la secretaria de la iglesia a la que iba renunció, ella pudo quedarse con el puesto. Trabaja lunes, miércoles y viernes de 8:30 a 14:30 h. Le pagan 12 dólares la hora (unos 10 euros aproximadamente), aunque antes a veces trabajaba en grabaciones en su iglesia donde ganaba 20 dólares la hora, “pero eso ya no me llega”. Tampoco tiene seguro médico en ese empleo, aunque cuenta con Medicare.
Como necesitaba un poco más de dinero, en diciembre pasado consiguió otro trabajo a tiempo parcial en una tienda de dulces en el Barrio Francés. Pero era difícil porque tenía que aparcar lejos y caminar mucho, así que no pudo conservarlo. En su lugar empezó a trabajar para una mujer que estaba escribiendo la historia de su marido como asistente editorial. Ahí también gana 12 dólares la hora.
“No quiero trabajar, pero tengo que hacerlo”, reconoce.
Solo recibe la Seguridad Social, “unos 3000 dólares (2.500 euros) al mes”. Al menos ya terminó de pagar la casa, “lo cual fue un milagro”.
“Ojalá hubiera empezado a ahorrar antes. Si no ahorras ahora, te va a dar una paliza”. También desearía haber resuelto antes su problema con el seguro.
Vivir sin seguro y con gastos todo el tiempo
No tiene seguro para su casa. “Si llega un huracán y se la lleva, tendré que vender el terreno”. Explica que es carísimo: la gente paga más de 6000 dólares al año solo por el seguro de vivienda.
Tiene que cubrir la cuota del coche, la comida y el mantenimiento de la casa. Hubo una plaga de termitas en el techo, así que tuvo que poner uno nuevo. El coche, por suerte, rinde bien y solo le echa gasolina cada semana y media.
Es la única persona que sigue trabajando en su familia. “Mis hermanas y todas mis amigas están jubiladas”, comenta, mientras ella todavía no puede. Cada vez que organizan una reunión de exalumnos, tienen que planificarla según sus horarios disponibles.
Dice que espera dejarlo cuando tenga 90 años, “pero ya veremos”.
Pensando en el futuro… con 87 años
A veces piensa que estaría bien dejar ambos trabajos y quedarse en casa. Podría ponerse más en forma y deshacerse de cosas como Netflix. “Si fuera por mí, preferiría estar en casa comiendo bombones y viendo la tele. Pero no puedo. Para hacer lo que quiero, necesito más ingresos”.
Hace poco viajó con su hermana a Gulf Shores, Alabama, y fue una escapada maravillosa. Asegura que no podría haberla hecho si no estuviera trabajando.
Con 87 años, no deja de preguntarse: “¿Cuál es mi futuro?”. No sabe cuánto tiempo más le queda. Le encantaría un futuro sin trabajar y con un poco más de dinero, donde pudiera salir a comer con amigos de vez en cuando y comprar cosas que le gustan. “Pero la verdad es que no puedo, a menos que me toque la lotería, y como no juego a la lotería, no tengo ninguna posibilidad”.
Le dijo al presidente del consejo de la iglesia que cuando cumpla 90 años, se irá para tener tiempo para sí misma. Aun así, admite que quizá no pueda jubilarse. “¿Quién sabe?”, se pregunta.

