El sistema público de pensiones es un sistema basado en la contribución, es decir, a más años cotizados mayor será el porcentaje de la base reguladora y por ende, mayor pensión de jubilación. La Ley 27/2011 fija que para cobrar el 100% se requieren 36 años y seis meses de cotización en 2025, que pasarán a 37 años en 2027. Por encima de ese umbral, quien se jubile a la edad ordinaria no aumenta el porcentaje, salvo que demore la jubilación, en cuyo caso existen incentivos específicos. Aun así, la rentabilidad relativa del sistema no crece indefinidamente, tal y como muestra un análisis de Fedea que sitúa el punto de mayor rendimiento en torno a 36,5 años, a partir del cual la TIR empieza a descender, según un análisis del laboratorio de ideas que estima la tasa interna de retorno (TIR) para distintos perfiles y carreras laborales.
La explicación principal reside en la arquitectura de la Seguridad Social, pues los complementos a mínimos y el complemento por brecha de género elevan las prestaciones de quienes llegan a la jubilación con bases contributivas más bajas o carreras más irregulares.
No tiene más pensión el que cotiza más
El estudio ilustra el fenómeno con un contraste. Por ejemplo, un trabajador con 25 años cotizados obtendría, en términos de TIR, un rendimiento cercano al 6%, aproximadamente el doble que quien supera los 40 años de cotizaciones. La paradoja, matiza Fedea, es solo aparente, pues la cuantía absoluta de la pensión de quien cotiza más años suele ser superior, pero la rentabilidad relativa de su aportación a lo largo de la vida laboral resulta menor.
La clave está en cómo operan los comple del sistema. Los complementos a mínimos garantizan una pensión mínima a los pensionistas con prestaciones por debajo de determinados umbrales y, por tanto, elevan proporcionalmente más las pensiones de carreras cortas o con salarios modestos. A ello se suma el complemento por brecha de género, que busca corregir trayectorias laborales con interrupciones y cotizaciones más bajas, más frecuentes entre las mujeres. “Si se excluyen estos respaldos, las diferencias se suavizan, pero el perfil decreciente de la rentabilidad con muchos años cotizados se mantiene”, explica el informe.
El patrón se repite, con matices, en el Régimen Especial de Trabajadores Autónomos. Con complementos, la TIR media de los autónomos se sitúa ligeramente por encima de la del régimen general. Sin ellos, su rentabilidad empeora en comparación, en parte porque no pueden rellenar las lagunas de cotización con la misma generosidad que los asalariados. Esta restricción penaliza las carreras con periodos sin actividad, relativamente frecuentes entre los trabajadores por cuenta propia.
Moderar la revalorización de las pensiones o vincular la edad de jubilación a la esperanza de vida
Ante este diagnóstico, Fedea propone reabrir el debate reformista. Sus recetas pasan por moderar la revalorización anual de las pensiones por debajo del IPC (es decir, que sigan creciendo, pero en menor medida), elevar tipos de cotización para reforzar ingresos, ampliar el periodo de cómputo de la base reguladora a toda la vida laboral y vincular la edad ordinaria de jubilación a la esperanza de vida mediante ajustes automáticos o escalones periódicos. En paralelo, la entidad alerta del peso creciente de las transferencias del Estado a la Seguridad Social y pide limitar su uso como válvula de financiación estructural.
Las propuestas llegan tras más de 10 años de cambios. La Ley 27/2011 (que se puede consultar en este BOE) inició el aumento gradual de la edad legal para jubilarse y del periodo de cálculo; reformas posteriores consolidaron la indexación de las pensiones al IPC y activaron mecanismos de ingresos adicionales. El envejecimiento demográfico, la incorporación masiva de cohortes del ‘baby boom’ a la jubilación y la desaceleración del crecimiento de la población ocupada vuelven a tensionar la sostenibilidad del sistema y reabren la discusión sobre equidad intergeneracional y reparto de esfuerzos entre cotizantes y pensionistas.
El impacto potencial de las medidas de Fedea no sería homogéneo, pues ganarían los trabajadores con carreras cortas y bases bajas, especialmente si se mantienen los complementos a mínimos, mientras que perderían aquellos con carreras largas y salarios medios-altos, que ya registran menor rentabilidad relativa y verían reducida su expectativa de revalorización si se desacopla del IPC. La ampliación del periodo de cálculo a toda la vida laboral favorecería a trayectorias ascendentes cortas y perjudicaría a largas con salarios altos al final de la carrera.

