El fallecimiento de un cónyuge es un momento doloroso, pero a esa carga emocional hay que sumar otras jurídicas y fiscales y que son el testamento y la herencia. Uno de los errores más habituales en las parejas que no tienen descendencia es pensar que, si uno de los dos muere, el otro heredará automáticamente toda la casa que tienen en propiedad conjunta con hipoteca pendiente, pero nada más lejos de la realidad. María Cristina Clemente, notaria, lo explica con claridad: “En territorio de Derecho Común, si no hay hijos y no existe testamento, los herederos son los padres del fallecido junto con el cónyuge viudo, que solo tendrá derecho al usufructo de la mitad de la herencia”.
Para entenderlo, esto quiere decir que la vivienda compartida puede quedar dividida entre los suegros y la pareja del fallecido, lo que puede llevar a un conflicto familiar.
Un simple testamento que evita conflictos familiares
La notaria explica que la situación cambia bastante si se hace un testamento y este se otorga en él. En ese caso, los suegros únicamente podrán reclamar su legítima (la parte mínima de la herencia que la ley reserva obligatoriamente a ciertos familiares), equivalente a una tercera parte de la herencia, mientras que el resto puede dejarse en plena propiedad al cónyuge viudo. De esta forma, el viudo o viuda puede quedarse con la vivienda como parte de la herencia, asegurando su protección y evitando tener que compartir la propiedad con los suegros.
“Otorgar testamento ante notario no solo permite planificar de forma justa, sino también adaptar la sucesión a la realidad de cada pareja”, explica Clemente, quien hace hincapié en que un simple trámite puede en un futuro ahorramos muchos problemas, no solo legales, sino también emocionales.
Una vivienda hipotecada también tributa como herencia
Más allá de las cuestiones de reparto, no puede olvidarse el aspecto fiscal y es que, según el Reglamento del Impuesto sobre Sucesiones y Donaciones (bajo el Real Decreto 1629/1991 y que se puede consultar en este Boletín Oficial del Estado), toda “transmisión mortis” o mejor dicho, cada vez que alguien hereda un bien o un derecho, este tiene que pagar el Impuesto de Sucesiones, salvo que existan descuentos o ventajas según la comunidad autónoma.
El artículo 11 del reglamento establece que “forman parte de la herencia todos los bienes que pertenecieran al causante en el año anterior a su fallecimiento”, salvo prueba en contrario. La vivienda, incluso con hipoteca pendiente, se integra en el caudal hereditario y se valora con arreglo a su valor real de mercado, descontando en su caso la deuda hipotecaria pendiente.
El cónyuge viudo que reciba bienes en propiedad o en usufructo deberá liquidar el impuesto en el plazo de seis meses desde la fecha del fallecimiento, con la posibilidad de solicitar prórroga si se pide dentro de los primeros cinco. La normativa contempla reducciones específicas para el cónyuge supérstite, lo que puede suponer una rebaja notable de la cuota, pero en todo caso es obligatorio presentar la declaración.
Evitar problemas
Para finalizar el vídeo, la notaria explica que si no hacemos una planificación sucesoria, el reparto de la vivienda compartida entre suegros y cónyuge viudo puede generar problemas fiscales a los que sumar las tensiones por el reparto. Así, el testamento es la herramienta más eficaz para evitarlo y asegurar que se cumple la voluntad del fallecido, respetando así la legítima de los ascendientes.
A todo ello, no hay que olvidar la obligación de cumplir con Hacienda, ya que tal y como señala la ley del impuesto de Sucesiones y Donaciones, ocultar bienes o no liquidar correctamente puede acarrear sanciones que oscilan entre el 50% y el 150% de la deuda tributaria.
