En los últimos años, los oficios tradicionales como la fontanería, la albañilería o, en este caso, la soldadura, están perdiendo atractivo entre las nuevas generaciones, a pesar de su importancia para el funcionamiento de la economía. El envejecimiento de la plantilla y la escasez de jóvenes que optan por formarse en estas profesiones han generado un problema de relevo generacional, que amenaza la continuidad de miles de talleres y pequeñas empresas en toda España.
El caso de Blas Martín, soldador y dueño de un pequeño taller de carpintería metálica en Granada, refleja esta situación, que se agrava año tras año por la falta de relevo generacional, ya que resulta cada vez más difícil encontrar jóvenes interesados en aprender el oficio. “Faltan electricistas, falta gente para la obra, antes había fontaneros a punta pala…”, explica en el podcast ‘Sector Oficios’.
Cuánto paga un soldador autónomo
Con más de veinte años de trayectoria en el sector y tras haber pasado por diversos empleos, actualmente Blas gestiona su propia carpintería metálica y, como autónomo, tiene que hacer frente a los elevados costes de su actividad y la contratación de personal.
Solo en concepto de Seguridad Social, el alta de un empleado le supone cerca de “1.000 euros mensuales”, por lo que, en este sentido, defiende que muchas empresas exijan experiencia previa a los nuevos empleados, porque debido a esto, muchos talleres se ven obligados a rechazar aprendices porque la inversión en formación y el coste laboral no se compensa con su productividad.
“Lo veo normal, porque tienes que pagar lo mismo por una persona a la que tienes que enseñar que por otra que lleva 20 años en el oficio”, apunta, dejando entrever uno de los principales obstáculos que frenan la incorporación de jóvenes al sector.
A ello se suma la obligación de afrontar los gastos de materiales, la incertidumbre sobre los cobros, ya que “hay clientes que piden presupuestos para regatear 20 euros”, y los salarios de los empleados, cuyo margen de mejora existe, pero siempre que vaya ligado a la productividad del empleado. “¿Qué me gustaría a mí pagar 2.000 euros? Si lo saca, yo se lo pago. A mí me da lo mismo pagarle 2.000 o 3.000 euros al chaval si me saca el trabajo. Pero tiene que sacarlo”, asegura Blas.
Por qué no hay relevo generacional
Para el profesional, la actitud de los jóvenes ante el trabajo también ha cambiado respecto a generaciones anteriores. Reconoce que él empezó muy joven y asegura que aceptaba cualquier oportunidad. “A mí me pilló que yo me agarraba un clavo ardiendo para ganar dinero”, señala, lamentando que los recién llegados quieran entrar a los trabajos cobrando como cualquier otro trabajador, e insiste en que la falta de experiencia marca una diferencia.
“Ojalá se pudiera pagar lo mismo a todos, pero no rinde igual alguien que empieza que una persona con cinco años en el oficio”.
Por eso, anima a los jóvenes a tener paciencia, ya que los salarios pueden mejorar rápido con esfuerzo y aprendizaje, señalando que “quizá al principio cobran 1.200 euros, pero tras unos meses pueden pasar a 1.500, y al año siguiente llegar a 1.700 o 1.800 euros”, asegura.
Por todo ello, la falta de relevo generacional es uno de los grandes retos. El soldador lamenta la dificultad para encontrar jóvenes motivados y, sobre todo, bien formados. Una situación que, de persistir, puede desembocar en el cierre de pequeños negocios y en un encarecimiento de los servicios en un país donde los trabajos manuales han perdido su atractivo mientras aumentan sus salarios por escasez de mano de obra.

