Logo de Huffpost

Andrés, agricultor colombiano en España: "Una hora de trabajo aquí en los campos el año pasado estaba a 5 euros, ahora está a 5,50"

Un agricultor inmigrante que empezó de cero en Almería y que hoy sostiene su vida entre invernaderos, calor y constancia.

andres agricultor colmbiano en el invernadero
Andrés, agricultor colombiano en España |YouTube 'JM LATIN'
Antonio Montoya
Fecha de actualización:
whatsapp icon
linkedin icon
telegram icon

Trabajar en los invernaderos de Almería no es nada fácil y sino que se lo pregunten a Julio, un agricultor que sabe lo que es y por eso, explica, hay tantos inmigrantes trabajando en ellos. Es el caso de Andrés, originario de Colombia pero que lleva ya 5 años viviendo en España, a donde llegó sin conocer nada del campo, que es lo que le da de comer hoy. En una entrevista en el canal de YouTube JM LATIN, muestra la realidad de cómo es su día a día y cuánto se gana realmente en el campo almeriense.

No empezó a trabajar en el campo, esto vino mucho después. Antes de cruzar el Atlántico, se dedicaba a “caminero”, a conducir camiones o “la mula”, como la llaman en Colombia, y aunque tenía algo de contacto con la tierra, nunca había trabajado en un invernadero. España fue, literalmente, volver a nacer. “Llevo cinco años, cinco años los cuales siempre me he dedicado a la tierra”, cuenta. La llegada no fue sencilla: papeles, trámites y adaptarse a un oficio duro que no siempre aparece en los relatos de quienes migran.

Aun así, Andrés insiste en que Almería le ha dado algo que en Colombia no encontraba: estabilidad y una posibilidad de futuro. “No se gana mucho dinero, pero se vive mejor”, resume.

“Una hora de trabajo estaba a 5 euros, ahora está a 5,50”

En el vídeo, Andrés detalla sin rodeos uno de los aspectos que más interesa a cualquier trabajador migrante: el salario. Y lo hace con absoluta claridad: “Una hora de trabajo aquí en los campos el año pasado estaba a 5 euros, ahora está a 5,50”. Traducido por él mismo: unos 6,50 dólares o cerca de 20.000 pesos colombianos la hora.

No es un sueldo alto —sobre todo para un trabajo físico llevado al límite— pero sí constante. Según explica, la jornada transcurre entre caminar los pasillos estrechos del invernadero, cortar pepinos, colocar mantas térmicas y revisar el crecimiento del cultivo. “Protege del sol”, dice mientras ajusta una de esas lonas que ayudan a mantener vivo el producto en un ambiente que, en pleno verano, “puede rozar los 45 grados”.

El entrevistador apenas lo acompaña unos minutos antes de empezar a sudar. Andrés, en cambio, lo vive como rutina. “Hace calorcito”, comenta con una naturalidad que solo da la costumbre.

No sabía nada del campo y ahora es su vida

A pesar de no ser agricultor de formación, Andrés aprendió rápido. “Empezar de nuevo es como volver a nacer”, explica. Al principio, cada tarea era nueva. Con el tiempo, el campo se volvió oficio, y el invernadero, su espacio de estabilidad.

El paisaje que muestra en el vídeo es revelador: hileras de pepinos creciendo, algunos recién nacidos, otros listos para la cosecha, un carrito metálico, tierra húmeda y un silencio solo roto por la respiración acelerada del que trabaja a 40 grados. Andrés se mueve con soltura; sabe qué pepino cortar, cuál dejar crecer y cómo caminar sin dañar las plantas.

En Colombia no imaginó que acabaría haciendo esto. Llegó porque su hermana ya vivía en España y, como tantos migrantes, quiso “probar suerte”. Y aquí sigue.

“La suerte no es la misma para todo mundo”

Cuando el entrevistador le pide un mensaje para quienes sueñan con venir a Europa, Andrés no vende milagros ni promesas fáciles. Lo resume en una frase que parece escrita para un editorial: “La suerte no es la misma para todo mundo y es uno mismo… uno se hace la vida donde llegue.”

Su experiencia es un recordatorio de que migrar no garantiza éxito, pero sí oportunidad. El campo almeriense, con su calor extremo y su demanda constante, se ha convertido en puerta de entrada laboral para miles de latinoamericanos que empiezan desde cero mientras sostienen gran parte del abastecimiento agrícola del país.

Andrés lo dice con humildad, casi como un consejo para quien lo escuche: hay que intentarlo, trabajar y seguir adelante. Que no todo es fácil, sí, pero que al final “nos irá bien”.

Lo dice mientras continúa caminando entre pepinos, sudando, pero firme. Porque en estos invernaderos, donde el sol pega fuerte, se cultiva algo más que verduras: se cultiva futuro.