Steve Jobs falleció a los 56 años de edad el pasado 5 de octubre de 2011 en su casa en California a causa de un paro respiratorio derivado de las metástasis del cáncer neuroendocrino de páncreas que le fue descubierto en 2004. Hasta el día anterior, trabajó como lo venía haciendo habitualmente en las oficinas de Apple, en la medida de lo que le permitió su enfermedad. Sin embargo, antes de marcharse, dictó cuáles eran las tres preguntas para alcanzar la felicidad.
“La sensibilidad de Jobs era editorial, no inventiva. Su don estaba en tomar lo que estaba frente a él y refinarlo sin piedad”, escribió en Malcolm Gladwell en su columna habitual en la publicación semanal, ‘The New Yorker’.
El acontecimiento había causado sensación. No solo por el hecho en sí, sino por el legado que dejaba el cofundador y presidente ejecutivo de Apple, también máximo accionista individual de The Walt Disney Company. Tanto empresarial, como de vida. El californiano, que alcanzó la fama, la riqueza y la admiración colectiva, fue consciente de dónde radicaba el verdadero éxito en la vida.
Las tres preguntas de Steve Jobs para alcanzar la felicidad
Su convivencia con esta enfermedad crónica y terminal le hizo reflexionar sobre la forma de vida de la mayoría de la humanidad. "Tu tiempo es limitado, así que no lo malgastes viviendo la vida de otros", declaró ante la promoción de la Universidad de Stanford en 2005, prácticamente días después de que los médicos le confirmaran que apenas le quedaban seis meses de vida. Un discurso que aún perdura y en el que animó a cuestionarse tres preguntas para medir la felicidad de cada persona y cómo alcanzarla.
“¿Estoy haciendo lo que me gusta?”
La Universidad Harvard llevó a cabo un estudio cuyas conclusiones evidenciaron que aquellos que sentían que sus trabajos eran importantes y que estaban aportando cuantitativa y cualitativamente a la sociedad se definían a sí mismos como comprometidos y felices.
Una idea similar pretendía inspirar Steve Jobs al afirmar que no se debe estar pendiente de la vida de otros, lo que sería desperdiciarla, sino encontrar el sentido a la propia. A su juicio, había que realizar un ejercicio de introspección para encontrar el papel al que se está destinado a desempeñar, para aquellos que no lo supieran.
"Tienes que encontrar lo que amas... Tu trabajo va a llenar gran parte de tu vida, y la única forma de estar verdaderamente satisfecho es hacer lo que crees que es un gran trabajo. Y la única manera de hacer un gran trabajo es amar lo que haces", reveló Jobs en su momento.
“¿Estoy viviendo la vida que quiero y haciendo el trabajo que quiero hacer?”
Es la siguiente pregunta, concatenada tras la anterior. La confrontación con la vida tras la llegada inesperada y a pasos silenciosos de la muerte provocó un clic interior en la ambición vital de Steve Jobs. De repente, el anuncio de que padecía un cáncer invirtió las prioridades del empresario. Empezó contar días para descontarlos, viviendo cada uno como si fuese el último. Así, vivió de la manera más significativa posible.
Paradójicamente, la muerte acabó siendo "la herramienta más importante que he encontrado para ayudarme a tomar las grandes decisiones de la vida". "Nuestros miedos, fracasos y nuestro orgullo se desvanecen ante la muerte, dejando solo lo que es verdaderamente importante", decía.
“Si hoy fuera el último día de mi vida, ¿querría hacer lo que estoy a punto de hacer hoy?”
La pregunta que realizaba a sí mismo cada día, al levantarse. “Cada vez que la respuesta ha sido 'no' durante demasiados días seguidos, sé que necesito cambiar algo", comentó en el discurso de Stanford. En cambio, el 'sí', denotaba que se estaba haciendo algo de manera apasionada y viviendo tu propósito.
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