Una madre decidió no darle dinero a su hijo de 7 años cuando le pidió el último juguete que le obsesionaba y le dijo que iniciara su propio negocio para ganar dinero. Entonces a su hijo se le ocurrió ayudar a los vecinos a recoger y sacar la basura, con lo que ahora consigue su propio dinero y además ha empezado a formar parte de la comunidad.
Laura Palmer tiene un hijo de 7 años y tras escucharle intentar convencerla de que necesitaba absolutamente el último juguete que le obsesionaba, tuvo claro la respuesta: "Eso suena a deseo, no a necesidad. Puedes usar tu dinero para comprarlo", recuerda en una entrevista con Business Insider.
Te puede interesar
Bruno, de ganar 16 millones de euros en la lotería a vivir en un piso de alquiler social: “No me arrepiento de nada. Si me volviera a pasar haría exactamente lo mismo”
Álex, electricista autónomo: “Mis empleados cobran 2.000 euros netos al mes, más dietas, gasolina y transporte, pero para mí tiene un coste de 3.600 euros”
“Me dijo que no tenía suficiente dinero. A los 6 años, sus únicas fuentes de ingresos eran los regalos de cumpleaños y el Ratoncito Pérez”, admite su madre.
Pero en su familia, no tienen la costumbre de dar dinero para las tareas del hogar, ya que piensan que “es responsabilidad de todos colaborar y completar las tareas que mantienen el hogar en funcionamiento”. Eso sí, tampoco asignan una tarea específica a alguien concreto, sino que las van repartiendo.
Su marido intervino y soltó: "Pensemos en algunas formas en las que puedas ganar dinero". Después de darle vueltas a varias ideas, hubo una que destacó por encima de todas: recoger y sacar los contenedores de basura y reciclaje de los vecinos. Su hijo, fan declarado de los camiones de basura, estaba emocionadísimo y listo para empezar.
Como padres, ellos estaban ahí para apoyarlo, pero no para hacerle el trabajo. Ella misma decía: "Estaba a punto de recibir un curso intensivo de negocios y de vida".
Ganando confianza a la fuerza
Primero, él tenía que ganar un poco de seguridad. Le ayudaron a preparar un folleto y una pequeña presentación, pero cuando se dio cuenta de que tenía que ir puerta por puerta, casi se rinde. Ella recuerda que pensó: "Se va a desanimar antes de empezar".
Eso los llevó a las conversaciones importantes: cómo enfrentar los miedos, cómo aceptar que un "no" es parte del proceso y que uno solo puede controlar sus propias acciones.
Tras practicar varias veces, se lanzó. Llamó a puertas de desconocidos, recibió varios rechazos, pero esos vecinos que finalmente dijeron que sí le dieron el empujón que necesitaba.
Hoy ya tiene nueve clientes, pero más allá del dinero, ha ganado habilidades que muchos no adquieren hasta la adolescencia… o incluso más tarde.
Ganó dinero rápido
Al principio cobraba 25 centavos por semana. Luego, con experiencia, subió a 50 centavos. Cada mes, su padre le prepara facturas en QuickBooks y él las reparte.
Durante el primer mes, un cliente le enseñó su factura del agua llena de cargos extra. Le dijo, literalmente: "Si una empresa puede añadir cargos aleatorios, yo quiero darte un pago adicional por tu buen servicio". Y su dólar pasó a ser cinco dólares.
Le abrieron una cuenta bancaria para enseñarle a ahorrar. Ella le dijo: "Lo que ahorres cada mes, te lo igualamos, pero tiene que quedarse seis meses en la cuenta". El resto podía gastarlo como quisiera.
Al principio quería gastarlo todo, pero con el tiempo empezó a pensar más estratégicamente. Entendió de verdad cuánto cuesta ganar ese dinero.
Aprendió compromiso… y comunidad
Los martes son día de basura. Además, es día de colegio completo y luego catequesis, así que no llega a casa hasta las 5:30 p.m. Ese primer martes llegó diciendo: "Estoy cansado, quiero descansar y ver la tele". Pero ella le recordó: "Les dijiste a tus clientes que irías entre las 5 y las 6" y que cumplir la palabra es lo primero. Tras algunas quejas, se puso en marcha.
Y desde entonces no ha fallado. Ha ido puntual, llueva o truene, siempre con una sonrisa, ganándose el respeto de todos.
Su pequeño negocio también les ha permitido integrarse en la comunidad. Ella cuenta: "Nos mudamos hace un año y medio y apenas conocíamos a los vecinos, pero ahora estamos creando relaciones auténticas".
Él ha sido invitado a casas que antes eran de completos desconocidos, ha recibido regalos de cumpleaños de personas que ni sabía que existían un año antes y ahora camina por el barrio con un claro sentimiento de pertenencia.
Cuando habla de su negocio, sonríe con orgullo y dice: "Tengo un negocio, gano mi propio dinero y ayudo a mis vecinos".
¿Y ese juguete que él aseguraba que “necesitaba”?
Pues resulta que no quería gastarse el dinero que tanto le había costado ganar.