“Había noches que casi no dormíamos, me despertaba con los bombardeos, y cuando me levantaba al día siguiente pensaba ‘Estoy viva. Qué bueno, un día más’”. Así resume Constanza Pérez, periodista y reportera de guerra, el precio de cubrir la invasión rusa en Ucrania para los informativos de Telecinco durante tres meses. Una experiencia extrema que, según relata a NoticiasTrabajo durante una entrevista, le ha cambiado la vida y la manera de entender el periodismo.
La historia de la joven periodista comienza en la estación de tren de Kiev, en un país asediado y, en ese momento, bajo toque de queda. Era su primera vez cubriendo un conflicto bélico e iba sola a la espera de encontrarse con su compañero cámara, que era ucraniano.
Te puede interesar
Una transferencia de madre a hija no declarada acaba en fraude fiscal: tiene que pagar más de 7.000 euros
Un hombre le quita 20 colmenas a un anciano de 84 años que eran su principal fuente de ingresos y se las regala a un amigo: “me he quedado sin dinero, sin trabajo, sin miel y sin las futuras cosechas”
Su día a día transcurría siempre marcado por el conflicto, el miedo, el cansancio y la incertidumbre. “Todo era pensar en la guerra. Desde por la mañana que nos poníamos el chaleco y el casco, hasta ir a la zona de conflicto y hablar con los militares”, explica haciendo hincapié en que, a pesar de haber estado solo tres meses, la experiencia se hace eterna por las condiciones en las que conviven.
Los momentos más difíciles que vivió la reportera durante la guerra de Ucrania
Los momentos de mayor dificultad llegaban con los bombardeos o al presenciar el drama de los civiles atrapados. “Bombardearon un edificio a dos calles de donde dormíamos. Esa noche salimos, empezaron a remover escombros a nuestro lado, donde encontraron a una mujer”, relata.
Otro de los episodios que la reportera tuvo que vivir tuvo lugar en Bajmut, donde los padres no querían que los voluntarios se llevaran a sus hijos, y por ello, los tenían viviendo en sótanos. “Imagínate vivir en un lugar de 30 metros cuadrados con 40 personas. No puedes salir ni a que te dé la luz del sol porque están bombardeando”, lamenta mientras explica que todos ellos fueron asesinados.
Durante la entrevista también mostró munición y material bélico que recogió del terreno ucraniano, como una bomba de racimo de fragmentación, que, según explica, son miles de clavos que van en el interior de una bomba.
La dureza de informar desde primera línea
Cubrir la guerra de Ucrania supuso para Constanza enfrentarse a situaciones límite, sobre todo cuando se trataba de informar desde la primera línea. La periodista describe cómo, mientras relataba bajo bombardeos y con heridos a su alrededor, la presión de contar la verdad chocaba con la crudeza de la muerte en directo.
Además, asegura que no existe el “directo perfecto” cuando las explosiones suenan tan cerca que obligan a agacharse entre cañonazos y gritos de pánico. Pese a la dureza del trabajo y la falta de reconocimiento económico, destaca que la verdadera motivación es la vocación y la necesidad de valorar el esfuerzo de quienes arriesgan la vida para que la realidad de los conflictos no quede silenciada.
Defiende la vocación de su profesión
A pesar del riesgo y las precarias condiciones, Constanza subraya que su trabajo es vocacional. “Desde que tenía 15 años, quería ser periodista”, confiesa poniendo en valor la importancia de documentar los crímenes de guerra, porque “estamos hablando de más de un año y medio de guerra de desgaste donde están ocurriendo verdaderas masacres”.
“Ninguna historia vale la pena si nos morimos porque entonces no la podemos contar y perdemos el sentido del periodismo. Hice cosas que no tuve que haber hecho porque podía haber perdido la vida”.
Así, la periodista reconoce que esta experiencia le ha cambiado para siempre, ya que ha aprendido a valorar vivir en un lugar en paz, poder salir a la calle sin escuchar explosiones y a valorar más lo que tiene.