El envejecimiento activo, tendría un papel fundamental en enfermedades de deterioro cognitivo como el Alzheimer. De hecho, podría ayudar a su cuadro clínico drásticamente. Así lo confirma un estudio del Centro Médico de la Universidad de Georgetown, realizado en Estados Unidos, y que desmonta el mito de que el envejecimiento físico va de la mano del mental. De esta manera, algunas de las capacidades cognitivas no solo no lo harían, sino que podrían ayudar a mejorar el proceso.
La publicación Nature Human Behaviour recoge en sus páginas los resultados de un informe que subraya la importancia del bienestar mental, uno de los puntos eje del envejecimiento activo, “el proceso a través del cual se optimizan las oportunidades de bienestar físico, social y mental, con el objetivo de ampliar la esperanza de vida saludable, la productividad y la calidad de vida en la vejez”, tal y como lo define la Organización Mundial de la Salud (OMS).
La atención y la función ejecutiva no envejecen
Dos funciones cerebrales clave, como atención y la función ejecutiva, responsables de permitirnos procesar nueva información y la concentración, no solo no empeorarían con el avance de la edad, si no todo lo contrario: mejorarían. “Probablemente porque simplemente practicamos estas habilidades a lo largo de nuestra vida", justifica Michael T. Ullman, profesor del Departamento de Neurociencia y Director del Laboratorio de Cerebro y Lenguaje de Georgetown, en relación a actividades como la memoria, la toma de decisiones o el autocontrol.
Para certificar sus evidencias, analizaron las estructuras cerebrales de la alerta, la orientación y la inhibición ejecutiva y comprobaron que, al estar formadas cada una de ellas por distintos elementos e interrelacionarse con distintas áreas cerebrales, podrían tener distintos procesos temporales de envejecimiento.
La capacidad de orientación e inhibición podrían mejorar el envejecimiento
Los resultados fueron elocuentes: solo la capacidad de alerta, ese instinto básico de vigilancia ante cualquier estímulo, se vio menguada con el paso del tiempo. No así la orientación, una habilidad que implica el desplazamiento de recursos cerebrales a un lugar concreto en el espacio, ni la inhibición, que evita estímulos externos para centrarnos en el objetivo. Ambas capacidades serían conscientes. Es decir, se entrenan y practican durante toda la vida, y ahí radicaría su especialidad, siendo susceptibles de mejora.
"Los hallazgos no sólo cambian nuestra visión de cómo el envejecimiento afecta a la mente, sino que también pueden conducir a mejoras clínicas, incluso para los pacientes con trastornos de envejecimiento como la enfermedad de Alzheimer”, dice Ullman, deslizando que el fortalecimiento y mejora de la orientación y la inhibición conllevaría tales mejoras sistémicas a nivel cognitivo que frenarían degeneración neuronal: “Como las habilidades de orientación e inhibición subyacen a numerosos comportamientos, los resultados tienen amplias implicaciones”.
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